Seis Máscaras

Capítulo 6

 

 

Muchos podrían decir que Tomás era un hombre mezquino, ruin y egoísta por no entregarse para salvaguardar la vida de los demás habitantes de Villa Malgama. Pero había una verdad que muy pocos sabían a medias y solo uno lo sabía completamente, el mismo que había sido liberado del sótano de una casa a las afueras del pueblo. Una leyenda más antigua que el pueblo contrarrestaba la verdadera historia de la bestia, enterrada en la memoria de un único hombre, entregado a la locura a estas alturas de la vida.

La pesada cruz que le había tocado cargar a Abel durante tanto tiempo, lo estaba aplastando cada vez más. Aquel oscuro secreto susurrado en lo más profundo de su memoria, había despertado, suplicando ser de ayuda para aquellos que anhelaban ser salvados. Pero Abel sabía, que no cualquiera debía de conocer la verdad o terminaría destruido por la oscuridad, ahora reencarnada por un verdugo llamado Raúl.

—Debemos de buscar en la biblioteca del pueblo —ordenó el comisario, motivado por el extraño sueño que había tenido—, alguna información de lo que pudo haber pasado hace veinte generaciones atrás.

Todos los oficiales buscaban entre pilas de libros la información solicitada, protegidos por la luz del día, donde los seis enmascarados no se atrevían a aparecer, escondidos en alguna parte del mundo, aislados de la luz, esperando en silencio la oscuridad.

Tras varias horas de búsqueda, sin éxito de haber encontrado nada útil, regresaron cabizbajos a sus puestos de trabajo.

—Estamos perdidos —sollozó una oficial de policía, su larga cabellera castaña llegándole por debajo de los hombros.

—Eso no es verdad —oyeron una voz grave y masculina a sus espaldas. Todos voltearon para encontrarse con un hombre de aproximadamente unos cincuenta y cinco años, ojos oscuros apagados de emoción, ropa desaliñada y roída en algunas partes. Un par de botas de montañés cubrían sus pies, y una larga barba con algunas canas tapaban una parte de su rostro. Sus manos llenas de callos sostenían, un hacha en una mano y la otra estaba apoyada en la correa de la mochila, que pendía en uno de sus fornidos hombros.

— ¿Quién es usted? —interrogó el comisario.

—Mi nombre es Abel —respondió el sujeto—. He venido desde lejos con una información que podría salvarlos, si tan solo tuvieran la amabilidad de brindarme un asiento donde descansar unos segundos, este adolorido cuerpo envejecido.

Uno de los oficiales se levantó de un salto y le brindó su asiento al hombre agobiado, quien tras de haberlo recibido, se sentó con pesar. El cansancio era enorme, había tenido que caminar por largas horas sin detenerse.

— ¿Podría por favor decirnos quién es? —habló el comisario.

—No pueden matar a los que ya están muertos.

— ¿Pero qué…? —la voz del oficial que se había atrevido a interrumpir a Abel, se apagó rápidamente, notando la equivocación cometida.

—La media docena de odio o Seis Mesías del Mal, son almas poseídas con el fin de realizar una venganza prometida.

Todos guardaron silencio, expectantes por las palabras de aquel hombre que parecía saber más que ellos sobre la tormenta que los estaba asechando, amenazando con hacerlos desaparecer de la existencia.

—La leyenda de la maldición remonta a muchísimos años atrás, antes incluso de que la bestia fuese bautizada por un nombre.

>>Dos niños gemelos habían nacido en una oscura y fría noche de invierno, el cielo lloraba con fuerza, rayos surcaban el oscuro mar de nubes ennegrecidas en el firmamento. Los truenos protestaban, amenazando con romper los tímpanos de todo ser vivo por debajo del cielo.

>>La matrona de la aldea, había previsto el nacimiento de un único bebé, sin embargo, otra identidad había decidido venir al mundo. Los recién nacidos eran como gotas de agua, aunque solo uno fuese humano. Y al no haber forma de saber cuál era humano y cual no, decidieron dejar vivos a ambos, a pesar de las advertencias de la anciana.

>>El tiempo pasó y extraños acontecimientos iban sucediendo, animales habían sido encontrados destripados en los campos, las cosechas se secaban de un día para el otro, aldeanos desaparecidos eran encontrados sin vida, secos de sangre y los ojos dados vuelta.

>>La maldad en forma de niño fue creciendo a medida que los aldeanos morían, mientras todos eran debilitados en cuerpo y alma, la oscuridad que lo rodeaba se iba haciendo cada vez más fuerte.

>>La única forma de terminar con la maldad, era matándolo y el único que tenía la capacidad de acercarse lo suficiente, era su gemelo. Pero cuando iba a arrebatarle el alma, algo dentro de él se rompió, fracturó en miles de pedazos. Su cobardía los condenó en ese entonces y después de tanto tiempo, a todos ustedes.

—Un momento —pidió un oficial de policía—. ¿Usted cómo sabe lo que pasó hace veinte generaciones?

—Porque yo soy el gemelo de la oscuridad que los está amenazando.

—Eso no es posible —dijo la mujer de cabello castaño—. Ni siquiera debería de existir a estas alturas.

—Su maldición también me condena a mí —Abel miró a cada uno de los presentes—. Soy un fantasma, un espíritu sin descanso.

Todos lo miraron incrédulos, reacios a creer una verdad guardada por tanto tiempo. Sus mentes se negaban a aceptar el horror que estaban viviendo, y a la irracionalidad que reflejaba las palabras dichas por aquel desconocido hombre.

—Tengo una idea para eliminar al mal mayor —anunció Tomás a sus espaldas, causando que todos voltearan a verlo, perplejos—. Pero no será nada fácil llevarla a cabo.

Tomás estaba cansado, se notaba en las profundas ojeras que enmarcaban su rostro, causándole una visión de un hombre maltratado, sufrido y malviviente. Pero a pesar de todo, su mente estaba trabajando a toda máquina.

— ¿Entonces cuál es tu plan? —preguntó el comisario sentado en su escritorio.



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En el texto hay: maldicion, asesinato, terror

Editado: 02.05.2023

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