Ya pasaron varias semanas desde el accidente y Takano seguía recuperándose. De hecho, hacía ya una semana de que salió del hospital y yo prácticamente vivía en su apartamento. Me dedicaba en exclusiva a cuidar de él, así que tuve que hacer todas las labores de la casa, además de enfermero a tiempo completo.
Y vaya si era un paciente difícil… Se quejaba constantemente de las limitaciones impuestas por el médico, sobre todo de la prohibición de fumar. Era como un niño protestando porque no le dejaba hacer todo cuanto quería…
Y por supuesto, tampoco iba a desaprovechar su gran oportunidad de hacer peticiones cada vez más absurdas o ridículas, del tipo “ponte el delantal sin ropa debajo”, “ponte uniforme de enfermera cuando me cures” y otras cosas igual o más humillantes que, por supuesto, no hice…
A pesar de que seguíamos recibiendo visitas a menudo en la casa, nadie se extrañaba ya de mi presencia permanente allí. O al menos, nadie comentaba nada al respecto… Debía bastar con la obviedad de que ambos hubiéramos tomado la baja en el trabajo a la misma vez… Pero al menos, estaba tranquilo.
Una de las noches, mientras preparaba la cena en la cocina, Takano entró al salón desde su habitación intentando caminar con unas muletas que le había traído Hatori. Estuvo a punto de caerse contra la mesita de café si no llego a auxiliarle a tiempo. Con mucho esfuerzo, cargué su peso sobre mi espalda y le ayudé a sentarse en el sofá.
— ¿Se puede saber que demonios haces, idiota? — Le abronqué.
— ¡Intentar caminar por mí mismo!
— ¡Ya te dije que es pronto para las muletas! ¡Si no puedes comportarte me las llevaré a mi apartamento para que no puedas usarlas!
— Qué molesto…
— Fiu… — Suspiré — Eres peor como paciente que como jefe…
— Eso es porque no quieres acercarte a mí…
— ¡Ya te dije que no quiero hacerte daño! Aún estás herido.
— ¡Auch! — Se quejó.
Inmediatamente, me acerqué a él para ver que le pasaba, porque tenía la mano puesta en el costado.
— ¿Qué es? ¿Qué te duele? — Me preocupé.
— El costado…
— Déjame ver…
Me tomó de la mano y la puso sobre su costado, mientras yo intentaba examinarle. De repente, sin darme cuenta, tiró de mi muñeca con fuerza y me arrastró hasta el sofá, apresándome entre sus piernas con sus brazos, para que no pudiera escaparme.
— ¿Lo ves? Ya estoy mejor. — Se burló.
— Debí imaginarlo… una trampa…
— Y caíste en ella.
— ¡Suéltame! ¡Te harás daño!
Intenté liberarme de él sin éxito, mientras apoyaba su pecho contra mi espalda y me abrazaba.
— Duele mucho más cuando tú no estás cerca…
— ¡Tengo que hacer la cena! — Protesté intentando librarme de él.
— No quiero cena. Prefiero que juguemos… a los médicos — Me susurró de forma sugerente al oído.
— ¡Imbécil! ¡Suéltame!
— ¡No! Ahora tengo su sangre dentro de mí… ¿No es eso lo que me salvó?
— ¿Qué estás diciendo?
— ¿Sabes lo difícil que es sentirte dentro de mí todo el tiempo y no poder tocarte? — Volvió a susurrar acercándose furtivamente a mi oído.
— ¡¡Ya basta!! ¡¡Deja de decir cosas tan vergonzosas!!
— Entonces, dame tu mano.
— ¡No!
— ¿Por qué? — Preguntó — Todos decían que en el hospital no me soltabas…
— ¡Eso es diferente! ¿Por qué iba a hacer eso ahora?
— Porque dijiste que me amas.
— Hum… — Gruñí — No hagas que me arrepienta de eso tan pronto…
— ¡Hey! Eso duele…
— ¡Ya estás medicado para el dolor!
En aquel momento de debilidad conseguí soltarme y me levanté, apartándome donde no pudiera alcanzarme, mientras Takano se enfurruñaba en el sofá.
Lo cierto es que habían sido unas semanas difíciles también para mí. Había prometido no dormir con él mientras estuviera dolorido, pero cada vez me resultaba más difícil. Por supuesto, sus constantes quejas y lamentos para que me metiera en su cama mientras montaba todas las noches mi futón lo hacían más difícil aún…
Mientras cocinaba, miré de reojo para comprobar que seguía en el sofá, con cara de pocos amigos… No podía levantarse y esperaba a que yo terminara la cena cuando finalmente le dije:
— Esta noche dormiré contigo, ¿de acuerdo?
— ¿Qué? ¿En serio? — Se sorprendió.
— Sí. Pero sólo si prometes no acosarme. Nada de eso hasta que te recuperes. Dormir y nada más.
— No prometeré eso…
— ¡Idiota! — Me quejé — Entonces me iré a dormir a mi apartamento.
— ¿Harás eso?
— ¡Por supuesto!
— ¿Y si me pasara algo por las noches? — Se lamentó de forma muy teatrera.
— ¿Y que iba a pasarte…?
— Tendrías que dejar ya tu apartamento y venirte a vivir conmigo permanentemente.
— Otra vez con lo mismo…
— Si tú prometes pensártelo, yo prometeré no atacarte hasta que pueda volver al trabajo. — Comentó.
— Hum… — Volví a gruñir — Está bien… lo pensaré…
Por supuesto, no tenía ningún tipo de esperanzas en que cumpliera esa promesa, pero para mi sorpresa, lo hizo. Debía ser bastante incentivo para él tenerme al fin viviendo con él de manera oficial.
De hecho, fue agradable volver a dormir de nuevo a su lado. Sentir de nuevo como me abrazaba y me sujetaba de esa forma, como si yo fuera algo tan preciado para él…
Y también verle mientras dormía, mientras caía en la cuenta de que al final se había salido con la suya… Consiguió, como prometió, que yo le dijera que lo amo. Sin duda alguna es para matarlo