Selina

23°

En un par de días mi tía vendría. Al final estaría desde el veintidós al treinta y uno, no era mucho, pero en cuanto llegase la preguntaría cuando podría volver con ella y retomar la normalidad, o al menos intentarlo. Ya había comprado todos los regalos de navidad, hasta conseguí un vestido para la cena de ese día, no me gustaban mucho al igual que los tacones, pero la ocasión lo merecía.

Gracias a dios la herida del brazo se había curado en un abrir y cerrar de ojos y la mañana de aquel día que recibí el golpe del demonio en la cara, ya no tenía rastro alguno, ni siquiera un pequeño moratón, era como si no hubiera ocurrido nada. Para milagro el que Caleb no se enterase de nada, ni Mikkel ni Kim abrieron la boca, por lo que era nuestro pequeño secreto, no quería volver a preocuparle y no poder salir de nuevo de este castillo.

—Es la primera noche buena y vez, que cenaremos en el comedor de abajo —me comentó Kim.

Estábamos limpiando los cristales del salón de baile, me agaché para mojar el paño en el cubo que había entre medias de ambas, lo escurrí y seguí limpiando el enorme cristal que daba al bosque.

—Para mí es la primera vez que lo celebro con tanta gente, siempre fuimos mi tía, Caleb y yo.

Aún siendo tres nos entreteníamos, solíamos quedarnos hasta tarde jugando a juegos y Caleb preparaba una de mis comidas favoritas. Me encantaban las navidades, regalos, familia, comidas espectaculares... ¿Qué más podía pedir? Aunque mi familia fueran dos personas, me bastaba, como nunca llegué a conocer a mis padres, por no decir que no sabía ni cómo eran, no llegué jamás a echarles en falta. Claro que me hubiera gustado tener a mis progenitores a mi lado, pero no cambiaría por nada lo buena que fue mi tía conmigo, era como mi propia madre.

—Entonces serán unas navidades muy especiales para todos —en su pecoso rostro apareció una expresión de felicidad.

Detrás de nosotras se oyeron el eco de unos pasos, ambas nos dimos la vuelta y vimos acercarse a Mikkel, parecía estar cansado, traía una cara de muerto increíble.

—¿Y esa cara? —le preguntó Kim.

Era una de las pocas veces que aquella chica hablaba o se dirigía a Mikkel.

—No sois las únicas que tenéis tareas que hacer —le respondió y soltó un quejido. Se introdujo las manos en los bolsillos de sus vaqueros.

—Y dinos, ¿para qué viniste? —me examinó y luego me enseñó uno de sus hoyuelos.

—No soy un coche, así que por llevarte ayer de tiendas, me vas a hacer un favor.

—¿Qué tipo de favor, Mikkel? —lo miré no muy convencida, tiré el paño al cubo y esperé su respuesta.

—Caleb me obligó a tender la ropa en la parte trasera del castillo mientras él arregla la secadora.

—Es el trabajo más fácil, ¿no me digas qué no sabes coger una pinza y colgar la ropa en la cuerda?

Kim se echó a reír, yo me di una torta en la cabeza y Mikkel rió sarcásticamente.

—Muy graciosa, pero no es eso. Son cuatro cestas con ropa de ocho personas, no tengo ganas de entrar y salir dos veces. ¿Me vas a ayudar o no?

—Creía que podías teletransportarte.

—No voy a malgastar energía en algo tan estúpido como llevar unas cestas.

—Está bien, en cuanto termine aquí te ayudo —puse los ojos en blanco y volví a tomar el paño mojado.

Él solo me sonrió y alzó su pulgar, yo le devolví la sonrisa y seguí limpiado. Sentí una mirada penetrante sobre mí, miré a Kim que sonreía de forma tonta.

—¿Tengo algo en la cara? —contemplé mi reflejo en el agua sucia del balde.

—Que va, es solo que..., ¿puedo preguntarte algo? —asentí y me senté en el suelo, ella hizo lo mismo —¿Te gusta Mikkel?

Se desató una risa nerviosa que intenté tragarme. ¿Cómo lo había sabido? Bueno, en  realidad aún no sabía ni yo si de verdad me gustaba, puede que solo fuera su físico y ya, pero... ¿Tanto se me notaba el qué podría sentir algo por él?

—No lo sé —suspiré —O sea, es guapo, ¿a ti te lo parece, verdad?

—Pues claro, como a cualquier ser viviente creo yo, ya lo viste en la discoteca, además, hasta a la abuela le parece atractivo.

—Pero aunque me gustase, no llegaríamos a nada. Primero, no habla en absoluto de su vida, segundo, ya me dijo que no soy su tipo y tercero, ¿tú has visto lo bipolar qué es?

—Me toca, vale que es posible que no se abra con facilidad, llevo conviviendo con él durante años y se exactamente lo mismo que tú. Pero no me importa lo que sea, o su pasado, si no el presente, el como se comporte con nosotros, y te aviso que desde que tú llegaste tuvo un gran cambio en su persona —justo lo que me había dicho Eros días atrás —. En segundo lugar, ¿qué no eres su tipo? No me lo creo, lo siento, pero eres hermosa, de verdad que si, y juntos en una calle repleta de mundanos, tendríais mil ojos en vosotros.

»Puede que no seas su prototipo refiriéndose a que le gustan con otro carácter o morenas, pero no puede negarme que tú no seas guapa. Y por último, no sabría que decirte, no hablo casi con él, así que no sé como es su verdadera forma de ser, supongo que dependerá de como le pilles en ese instante y las cosas que le estén pasando por la cabeza.

Mientras pensaba en lo que había dicho mi amiga, cogí el cubo y esperé a que ella se incorporara. Salimos de la sala, en mi mente solo rondaba el decirle otra cosa sobre el chico y mi persona, era Kim, no tenía porqué ocultárselo.

—Te tengo que contar algo, pero ni se te ocurra decir nada —asintió varias veces —Hace un tiempo nos besamos, bueno, él me besó —recalqué —. En realidad no hubo movimiento de labios, ¡ay no sé cómo explicarlo! —la chica soltó un pequeño grito, al menos solo hacia eso, porque si fuera Madison ya me estaría preparando el vestido de novia —. Pero fue solo mientras entrenábamos, para distraerme.

—Eso dice él, te digo yo que al menos le pareces guapa, tú solo se tu misma y el tiempo hará el resto —subimos las últimas escaleras para llegar a la cocina del piso superior.



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En el texto hay: angeles y demonios, de todo, amor

Editado: 13.08.2021

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