Antes que salieran de aquel lugar, Kes le dio uno de sus jerséis y unas deportivas que le iban inmensas, ella lo agradeció, porque iba solo vestida con el pijama y descalza y aparte de que eso llamaba mucho la atención, tendría frío.
Pasaron por el lado de aquel baño portátil y siguieron caminando por el oscuro túnel. Kim no veía nada, pero los pasos de Ras se escuchaban seguros y con paso ligero... Ella se tropezó varias veces, haciendo que él se detuviera y resoplara. Finalmente, caminó hasta ella y tomó su mano para tironear de ella y empezar a caminar más rápido.
-Espera... -protestó ella.
-¿Y ahora qué? -preguntó deteniéndose. Kim no lo veía, pero supuso que la estaba mirando.
-Es que me duele... Vamos muy rápido.
-¿Por qué no usas tu magia?
¿Lo preguntaba en serio? Y ante su silencio como si esperara una respuesta le hizo entender que sí, que lo preguntaba en serio. Así que Kim sintió cómo sus mejillas se enrojecían.
-No sé cómo hacerlo -admitió sin acabar de entender cómo no era él el que se lo imaginaba; acababa de descubrir que podía hacer magia, pero la única vez que la había usado había sido en un gesto totalmente involuntario cuando había estado a punto de morir.
Y de nuevo, él resopló.
Soltó su mano y de pronto lo sentía en su espalda y bajo sus rodillas, levantándola de repente como si fuera una princesa. Su corazón latía a mil por hora, y no sabía a dónde poner sus manos ya que rodear su cuello con ellas le parecía demasiado de películas Disney... Y sí, le gustaban las pelis de princesas, pero no como para protagonizar una.
Estuvieron caminando durante un buen rato en absoluto silencio, por las vías caminaron unos poco minutos, para después meterse en un pasillo estrecho en el que Ras iba abriendo y cerrando puertas. Pese a que no veía nada, Kim se lo imaginaba como un laberinto.
Finalmente la dejó de nuevo en el suelo.
-No te muevas de aquí.
La dejó sola mientras lo escuchaba moverse, parecía que estaba subiendo unas escaleras hacia arriba. Kim no veía nada, así que en el supuesto caso de haber querido escapar, tampoco habría podido.
Pero eso también cambió, ya que él abrió lo que parecía ser una trampilla y entró un poco de luz del amanecer. Ante ella había unas escaleras metálicas que ascendían, y arriba del todo estaba Ras mirándola.
-Sube -le ordenó, manteniendo la trampilla abierta.
Así que ella empezó a subir, algo lentamente debido a que le dolía la herida. Al llegar arriba jadeó y buscó el lugar donde estaban mientras él cerraba la puerta. Fue fácil saber dónde estaban: en el Central Park. A estas horas de la madrugada no había absolutamente nadie por aquellos alrededores.
-Eh, ven aquí.
Ella lo miró y frunció un poco el ceño.
-Me llamo Kim.
-Como si te llamas Princesa Loquesea. -Kim alzó una ceja ante su respuesta y caminó hasta él-. Aquí no, a mi espalda, quiero que te agarres.
-¿Qué...? Pero...
-¿Vas a discutir todo lo que diga?
Kim negó con la cabeza para sí y finalmente se agarró, colocando sus manos en sus hombros. Ras tomó sus brazos e hizo que le rodeara su largo cuello, era muy alto en comparación, así que ella tuvo que dar un pequeño saltito y quedar colgando, su herida tiraba y le dolía. Después la tomó también de las piernas y la alzó, quedándose como si estuviera subida a caballito. No estaba entendiendo porque hacían esto... Hasta que de pronto, Ras desplegó las alas.
-Espera, ¿vamos a...?
Y él sonrió, una sonrisa ladina, mirándola con autosuficiencia.
Dio un potente salto hacia arriba y salieron despedidos, haciendo que ella se pegara con más fuerza a Ras, cerrando los ojos un instante.
Al volverlos a abrir se encontró con que realmente estaban volando por el cielo de Nueva York. Y era increíble.
-Vaya... Es fascinante...
-Sí, lo es. -Por primera vez él tenía una actitud más relajada con ella.
-¿Cómo lo haces para que nadie te vea? -Sus escamas reflejaban la luz, se fijó que su cola y sus alas eran como si se mezclaran con el cielo, pero el resto de su cuerpo que no estaban cubiertos de escamas...
-Con magia. Con el entrenamiento adecuado se pueden hacer muchas cosas con magia -le explicó dirigiéndose al edificio de ella y colocándose en la azotea con cuidado, ella se soltó de forma inmediata.
-Gracias por traerme, Ras.
Pero él negó con la cabeza.
-Voy a acompañarte, estuvieron a punto de matarte en tu casa. No voy a dejarte sola.
-Al final sí que te preocupas por mí.
-Si permito que te pase algo, Tav y Kes se pondrán muy pesados y probablemente nunca me lo perdonen -replicó sin siquiera mirarla.
-Ya decía yo... -comentó ella, con una suave sonrisa.
No importaba lo que Ras dijera, estaba empezando a ver cómo era... A regañadientes la había cogido en brazos, a regañadientes la había llevado a casa y a regañadientes la estaba acompañando a su casa. No importaba que se quejara si al final acababa haciendo lo que le pedían o quería protegerla, aquello era lo que contaba.