— Cariño, ¿Estás segura de ello? ¿No prefieres otra cosa?
— No mamá, ya te lo he dicho un montón de veces, quiero un tatuaje.
— Está bien, lo hablaré con tu padre, pero no prometo nada.
— Gracias — depositó un beso sobre mi frente y cerró la puerta de mi habitación.
Yo tenía la intención de dormir, pero con la emoción que llevaba encima, ni siquiera pude dormir una hora.
"Un tatuaje"
Eso era lo que se repetía constantemente en mi cabeza. Y claro está, para una chica, que no niña, de dieciséis años, un tatuaje es de las mejores cosas que le puede pasa, o no. Todo depende de cada persona. Pero yo, con eso, podía ser la persona más feliz del mundo. Ahora mismo me conformaba con eso. Solo esperaba que mi padre, aquel sargento y no de profesión, de carácter duro y firme ante sus decisiones, tendría que permitir, o no, que su hija de dieciséis años se hiciese un tatuaje, cosa que él tanto odia.
[...]
— Buenos días. Tú debes de ser Julia, ¿Verdad? Yo soy Noah, encantado.
— Si, soy yo. Encantada.
— Vale, pues ya he terminado el diseño del tatuaje. Pasa por aquí y enseguida me pongo contigo.
Asentí. No podía hablar. Aquel chico de ojos azules me tenía hipnotizada. Nunca había sentido nada igual por nadie, aunque puede que exagere, pero es que era precioso. Alto, con el pelo castaño claro, ojos azules como el mar, con tatuajes, no demasiados, pero si algunos. Ahora entiendo el termino "Dios griego" cuando lo nombra mi amiga Sofi.
Entré en una habitación con muchos botes de pintura. Había una camilla forrada con papel film y dos sillas. También había una lampara plegable y una cajonera pequeña en donde imagino que estarían los demás utensilios necesarios, tales como la maquina de hacer tatuajes y las agujas.
— Pues ya estoy aquí, a ver siéntate en esa silla y yo me podré aquí.
Me despertó de mi ensoñamiento para entrar en otro. Tenía una voz profunda, aquella voz que desearías escuchar todas las mañanas al despertar. Mi cuerpo escuchaba y obedecía todo lo que él me decía, pero mi mente estaba en otra parte, ya empezaba a recrear escenas románticas con aquel dios griego. Jodidas hormonas, como me tenéis. Y cuando me quise dar cuenta, y había terminado.
No sé cuanto tiempo estuvimos, ni si me habló y le contesté, estaba tan embobada por su encanto, que poco me faltó para romperme la cara contra una pared llena de dibujos. Eran todos tan preciosos. Sentía como mis ojos se hacían agua mientras repasaba cada detalle, cada pequeño trazo tras el cristal que lo cubría. Cuando aparté a vista, inconscientemente la deposité sobre su persona. Era tan perfecto... No tenía barba, pero pequeños pelos ya empezaban a asomar dándole un poco de sombra a su rostro. Lo que daría yo por acariciarlo... Suspiré cual enamorada y salí del estudio queriendo volver a entrar una y otra vez, simplemente para verle.
Y eso estuve haciendo durante 3 años: pasearme por fuera del estudio y admirar aquel rincón tan bonito lleno de arte, y por supuesto a él, que con el paso de los años cada vez estaba más sexy. Yo sabía que no me notaba, pues ni siquiera entraba, simplemente me dejaba caer por aquella calle antes de entrar a clase y ralentizaba el paso para poder admirar más aquel lugar. Definitivamente yo sabía que tarde o temprano terminaría en aquel estudio.
— Buenos días. Tú debes de ser Julia, ¿Verdad? Yo soy Noah, encantado.