19 de agosto del 2021. 6:36 pm
El día que escribí esto caía una tormenta en mi hogar y tenía Demons de Imagine Dragons de fondo.
Cuando mencioné que no recordaba la última vez que alguien me había dado un abrazo, no mentía. Realmente no llevaba la cuenta de la cantidad de días que habían pasado desde la última vez que alguien se dignó a refugiarme en sus brazos y fuera capaz de transmitirme cosas buenas. No lo recordaba porque quizás habían pasado demasiados días desde la última vez que eso pasó.
El asumir que las personas se aburrían de mí, supongo que fue siempre mi error por cerrarme tanto y no conta con la capacidad de amar a las personas que sí me aprecian a mí, porque, ¿cómo distingo a los buenos y a los malos? Caperucita creyó que el lobo era su abuelita.
Nada es totalmente cierto cuando las personas te muestran su corazón ¿quién me iba a aclarar que usted no estaba aburrido y por eso se dignó a mandarme grandes textos con esa belleza inexplicable? Pero bueno, la enamoradora terminó enamorada y terminó enamorada de la única persona que parecía “apta” para merecer su amor.
La soledad solía ser la mejor compañía en cortos lapsos de tiempo, cuando se buscan aclarar las ideas, cuando se quiere llorar por tu pasado, cuando se quiere empezar a sanar, todo eso se junta y la soledad se vuelve tu mejor amiga. Aunque, luego caía en cuenta que no todo debía ser siempre en soledad y temía internamente que eso me terminara por consumir.
Usted vio lo asustada que estaba a pesar de mostrarme fuerte, porque yo no quería más soledad, estaba harta de la soledad de porquería que los demás me dieron por considerarlos mis amigos y como siempre me dejaban envuelta en mierda. Intenté eliminar mi soledad, reservándola únicamente para momentos especiales, por ejemplo, cuando escribía y abría mi espíritu, donde me dignaba a mostrar mis demonios y mis ángeles listos en una guerra constante donde la oscuridad parecía siempre coronar. Aún con todo eso, no quería la soledad eternamente, no me lo merecía… nadie se lo merece por muy hijos de puta que seamos.
En esa conversación, en un momento usted menciona que no todas las personas entendían nuestro dolor y soy muy consciente de eso, ya que no todos estaban listos para soportar el voltaje que se emana cuando una persona como yo alcanza el máximo punto de sufrimiento.
No sé qué pasó en su vida para que usted pareciera entenderme a la perfección, no quería ser quien juzgara ni quien señalara de ninguna manera porque no sería justo si lo hacía de esa manera. Pero, yo si quería conocer sus más oscuros secretos ¿Por qué no me dio la oportunidad de entrar más allá de la superficialidad Señor L.? Estuve dispuesta a escucharlo, así como usted me escuchó/leyó ese día.
Nunca pensé que me la vida fue la que me obligó a comportarme como lo hacía, no sabía que, aunque el pasado no me definía, este sí participaba implícitamente en como me comportaba. Tuve tantos malos tragos que borré la línea que me indicaba cuando me comportaba como una completa cabrona y cuando soy una princesa de ensueño.
Eso me comió la cabeza hasta el final de todo esto.
No fui consciente de que lastimé mucho a los demás con mis acciones, por eso intentaba no fallar nunca, trataba de no aislarme ni de alejarme, para compensar si en algún momento hacía algo moralmente incorrecto.
Aceptaba que, aunque mi voz interior gritara mejorar como persona, mi cerebro se programó desde el día 1 en ser la mejor sin importar las consecuencias, mi mente gritaba que debía ser superior a todos sin importar las repercusiones y también me decía que las necesidades de los otros no debían ocupar mi tiempo, nunca.
Al principio me gustaba ese sentimiento de ser independiente de todo, saber que podía sola, pero que necesitaba compañía en muy pocas ocasiones. Mi lado narcisista me hizo una mierda tras otra y nunca logré descifrar correctamente el riesgo de lo que hacía.
Cuando mencionó que podría recurrir a su chat siempre que quisiera aflojar el “nudo” que me ahogaba, sentí como cuando Artemis Hidalgo del libro A través de ti creaba un espacio: él le daba su tiempo, la observaba, permitía que se desahogara, le prestaba atención y sobre todo, la escuchaba. Sentir eso fue super bonito, aún siendo amigos desconocidos.
Hablé sobre mi amiga, la que dijo que mi madre moriría dentro del hospital y usted, Señor L., me dio esperanzas, me dijo que confiara que eso no era verdad y que la imprudencia a veces nos jugaba mal (no pude estar más de acuerdo) y gracias a su forma optimista de ver la situación, tuve un poco más de fe en ese momento.
Cuando me intenté suicidar la primera vez, creo que ni yo sabía en realidad la gravedad del asunto si decidía acabar con mi vida de mierda.
13 años. Esa tarde, mis papás estuvieron peleando, yo había interrumpido su conversación y ella se enojó mucho, ella decía que yo no debía interrumpirlos mientras peleaban y ambos me dedicaron miradas de odio que probablemente no se me olviden nunca, ellos me vieron con esa cara de decepción que en toda mi vida les di.
Me dolió mucho ver como nuevamente los había decepcionado, así que me encerré en mi cuarto y lloré mucho, porque tenía mucho miedo que no me perdonaran y se siguieran defraudando, así que cerré mi habitación con llave y tapé mi cara con una almohada, muy fuerte, dispuesta a perder el conocimiento o simplemente dejar de respirar