El gagá término muy tarde como usualmente se acostumbra, me despierto en contra de mi voluntad y fuerzo a mi cuerpo a levantarse para trabajar, pongo las vendas sobre mis pies y salgo hacia la hacienda.
Como era de esperarse cuando voy pasando los susurros y malas miradas no se hacen esperar, estoy consciente de que un español ha entrado al batey en medio de un gagá que no es específicamente la situación más favorecedora, pero en la manera tan respetuosa que se comportó el marqués no creo que puedan decir demasiado.
La cuestión es que esto es un conflicto que va mucho más allá de lo que siquiera podemos imaginar, no es solo una cuestión de querer adueñarse de un territorio, no es solo las diferentes culturas, no es solo el deseo de querer expandirse y ser dueños del mundo, es una cuestión de principios, de creencias, del deseo de libertad de unos y el deseo de opresión de otros.
Mientras voy caminando absorta en mis pensamientos veo uno de los más satisfactorios espectáculos para los españoles, pero una verdadera tortura para un esclavo, el tronco.
El tronco es uno de los peores castigos, en el se exhibe en público a un esclavo amarrado de un tronco y se le propina una serie de latigazos, usualmente se suele decir que es cuando se comete una rebelión, pero últimamente por la más mínima cosa pueden llevarte al tronco. Lo incomodo no es solo que te pegan o el dolor que te dejan, sino también la vergüenza pues a la hora de llevar a cabo este castigo siempre hay mas españoles presentes.
Hoy, le están pegando a Ebuel, no sé qué ha hecho pero el dolor en sus facciones para mí sería más que suficiente para frenar dicho castigo, el encomendador parece disfrutar de pegarle, pues toma más y más fuerza cada vez. Un grupo de españoles están presenciando el castigo, y aunque no es en la hacienda Ivorra, el señor Ivorra y el marqués están presenciando el acto.
Me apresuro a caminar lo más rápido que puedo para evitar escuchar los gritos de
Ebuel, para cuando lo logro ya he llegado a la hacienda Ivorra.
Saludo a la señora Laura y me fijo en si los niños están despiertos, aun no y es una suerte, reviso las tinajas y me doy cuenta de que no tenemos agua suficiente así que tengo que bajar al río. Tomo las tinajas en mis manos y una en mi cabeza e intento caminar en equilibrio con una línea recta, le aviso a la señora Laura que tengo que salir al río y asiente.
El camino al río es bastante sereno, me gusta caminar por los rocosos senderos que conducen a las cascadas, el agua cristalina del río me trae buenos recuerdos de cuando venía a bañarme con mi madre aquí, aunque mi vida entera he sabido que soy una esclava sé bien qué puedo recoger buenos momentos de mi infancia.
El agua cristalina me llama y me adentro en ella, quito las vendas y me sumerjo, el agua fresca toca mi cuerpo, y también mis heridas, y me siento en una especie de catarsis, quito mis trenzas y dejo que mi pelo al descubierto por completo, dejo mis miedos, mis frustraciones, mis dolores dentro del agua y me libero. Tengo suerte de que no haya nadie pues me da la privacidad que no puedo tener en ningún
momento del día.
Me sumerjo una vez más y ya no siento dolor en las piernas, y respiro el aire puro, un aire que sabe a libertad, una que yo no tengo pero que me gusta pensar que algún día voy a tener.
Salgo del agua, lleno las tinajas y retomo mi camino, llego a la casa de los Ivorra y coloco las tinajas en un lugar seguro.
-Tu pelo...- la señora Laura se acerca asombrada- jamás lo había visto sin trenzas, es...es peculiar.
¿Peculiar? Pensé que ya sabía muchas palabras de los españoles pero ultimamente noto que no.
Lo toca con un gesto de sorpresa.
-¿Cómo lo trenzas?
-Es fácil- pienso en mi respuesta por un momento para poder dar una explicación certera- lo primero es dividirlo, asegurarse de que no tenga nudos y luego se divide en tres partes que se van entrelazando.
Se queda un momento ensimismada seguido suelta mi cabello y me pasa a María Catalina la cual tenía en brazos.
-¿Trajiste suficiente agua?
-Si claro, las tinajas están llenas.
-Genial, Álvaro y Maximiliano están afuera jugando, échales un ojo. Asiento y salgo con María Catalina en brazos.
-¡NEGRAA!- el señor Ivorra se acerca y quedo pasmada viendo hacia dos lados, hacia Álvaro y Maximiliano y hacia él.
-Prepara algo que no de asco para comer, el marqués y dos acompañantes comerán aquí.
Hago un gesto afirmativo con la cabeza y me giro a separar a Álvaro Maximiliano que pelean por un juego.
-Ya ha bastado, Álvaro suéltalo, Maximiliano ya- murmuro y los hago entrar en casa.
Luego de un rato pongo a María Catalina cerca de mí y empiezo a cocinar, entre picar, mover, y servir la comida está lista, termino de poner los manteles y preparar la mesa, y me desplazo a la cocina.
El señor Ivorra entra a la cocina con su usual cara de desprecio y mira hacia mis piernas.
-¿Qué es eso que tienes en las piernas negra?- se acerca y me asusto, claramente va notar que son unas vendas finas, nada como los trapos que llevaba ayer.
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Editado: 23.12.2023