ANA.
Grito a todo pulmón—. El 30 de febrero al atardecer
El día que llueva dinero
Cuando el mar esté seco y dos más dos sean tres
Ese día tú y yo volveremos
Cuando el mundo pare, pare, pare de girar
Cuando el tiempo vaya, vaya, vaya para atrás
Cuando las sirenas dejen, dejen de cantar
Ese día tú y yo volveremos.
—Niña Ana, se le hace tarde —escucho a Tata (mi niñera).
—Ya casi estoy lista —la música deja de sonar.
—Su batido de piña queda sobre el tocador. Su hermana acaba de llegar, así que no se olvide de saludarla —ya que suele olvidarme de pequeñas cosas.
—Sí —salgo del baño con una toalla liada y Tata me mira.
—¿Quieres que le desenriede el cabello?
—No, gracias, Tata.
—¿Desea algo más?
—Sí. Necesito una galleta con chispas de chocolate. Ya es tarde y tengo que ir a ver a alguien.
—¿Al señor Mael?
—Sí.
Mael sigue en coma y aunque no lo parezca si me hace sentir mal. Además, Mafer sufre y en su estado de embarazo no es bueno. Quiero irle a sacar una sonrisa, así se unos minutos con mis ocurrencias media loca que saco.
—Ya le traigo sus galletas, niña... Por cierto, su madre le dejó esto con un recado: «anota bien la contraseña, porque no te voy a estar desbloqueando la tarjeta de nuevo. Te juro Ana Briseño que no te desbloqueo la tarjeta por un año. Verás, si tu papá te consiente, yo no lo haré. Así que no te olvides de la contraseña». Eso es todo niña Ana —me entrega la tarjeta —. Me retiro y ya le mando su encargo.
—Está bien.
Mamá solo dice por decir, porque siempre me termina consintiendo. Además, si esta vez lo que dice es cierto, tengo a mi bello papá que adora a su princesa.
Dejo la tarjeta a un lado y comienzo a vestirme. Tengo que ir al hospital rápido, no quiero llegar tarde... Tengo el presentimiento de que algo va a pasar hoy, espero y no sea nada malo.
—Señorita Ana, la señora Ernestina le mando sus galletas —voy hacia la puerta, la abro y tomo mis galletas.
—Gracias.
Dejo las galletas a un lado y sigo con lo que iba a hacer; vestirme.
[***]
Me pongo los converse y listo. Me tomo el batido y me como las galletas; mucha azúcar pero que importa. Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina, encontrándome con Ximena.
—Hola —le doy un beso en la mejilla y de paso sobo su barriga. Ella tiene 5 meses de embarazo, mi sobrino será mayor que el bebé de Mafer, ella tiene un mes y algo más.
—Nana me dijo que irás a visitar a Mael, no demores tanto para que me digas cómo está. Recuerda que no puedo visitarlo con los achaques que me da. Sobrino tuyo, tenía que ser para que de guerra —le saco la lengua.
—Yo no doy guerra, yo soy una chica divertida.
—De nada sirvió ese internado, viniste peor —expresa llevando más pan a su boca.
—Oye, mal hermana. ¿No me quieres tener cerca?
—No seas tontita Ana, me gusta verte. Menos palabras y ve a hacer lo que tenga que hacer.
—Pipona —me voy corriendo ante de que me tiré el pan por la cabeza.
Cuando era niña yo hacía muchas locuras, era bien caprichosa, terca y cuando quería algo tenía que hacerlo a mi voluntad. Además, estaba obsesionada con Mael, yo moría y desvivía por él. Después de tantos dolores de cabeza y tras el divorcio de mis padres me mandaron a un internado donde hice desmadre. Una de las peores cosas que hice, fue bajarle la falda a la maestra con toda y ropa interior; se le vio la pantufla. La miss Marta casi se muere de la vergüenza y yo fui castigada. Cuando salí del internado, las pobres maestras hasta lloraron de felicidad al saber que nunca más me volverían a ver. Por algo me llamaba "Ana, la diablilla". Y mi cabello rojizo le daba crédito a ese sobrenombre.
—Momentos que nunca olvidaré —me río.
Dejo el plato y vaso en el lavadero y salgo por la puerta que va al jardín, puesto que Ximena me debe de estar esperando para jalarme del cabello por decirle pipona, pero realmente está pipona.
Le pido el chófer que me lleve al hospital, puesto que por vida mi madre no me ha comprado auto. Es que cuando manejo me creo Toreto, y se me olvida que soy una simple mortal. Además, siempre ando comiendo o cantado y no me concentro en el camino, por eso mandé al taller el auto de mamá y me dijo que, ni más, me lo prestaría porque "soy loca para manejar"... y no se equivoca.
Llego al hospital y me dirijo a la habitación de Mael, pues anoche le pregunté a Mafer en que parte estaba. Además, también está la hermana mayor de ella, y justamente en este día cumple años.
Sigo mi camino observado a los doctores, enfermero y enfermos. A la distancia veo dos figura y una muy conocida. Ismael está hablando con alguien que de espalda se ve muy bien e incluso estrechan sus manos. Al parecer es amigo de él.
—Ismael —miro a la belleza de hombre que acompaña a Ismael.
Las mariposas en mi estómago han revivido después de mucho tiempo. ¡¡Dios!!, siento una flecha en mi corazón, dos, tres. Hasta veo la flecha de Cupido. Suspiro, he encontrado al amor de mi vida, al padre de mis hijos, y con quién llegaré hasta que sea una vieja molestosa.
—Ana, ¿vienes a visitar a Mafer? —no puedo dejar de mirarlo, parece los dementores de Harry Potter; me roba el alma por la boca— Ana —escucho de nuevo mi nombre.
Necesito a Harry Potter para que haga el hechizo Expecto Patronum. ¡¡Por Dios!!, él está dejándome sin vida. La sangre bombea más fuerte en mi corazón y el amor me cachetea una y otra y otra vez.
—Me voy, me llamas cuando Mael despierte —su voz parece una dulce melodía de una caja musical. Suspiro bien hipnotizada por él.
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Editado: 29.06.2022