EL INICIO DEL CAOS
Wayna Huari
Wayna Huari era el hijo segundo del Emperador Apu Cusi Huari, quien lo trato con mucho cariño, pese a ser un niño muy díscolo, que nunca destacó en nada y casi siempre estaba intrigando o abusando de los demás.
De hecho, el ser hijo del Emperador le daba una situación muy especial, la cual supo aprovechar para rodearse de algunos jóvenes nobles que creían que su cercanía les proporcionaría algún beneficio; pero su engreimiento, cobardía y altanería les demostró que era una compañía perjudicial, quedándose al final con un pequeño grupito de serviles e incondicionales que festejaban todas sus tonterías y abusos, pero que cuando había algún peligro lo dejaban abandonado a su suerte.
Su madre siempre fue el soporte para estas actitudes, pues festejaba todas las travesuras de su hijo y que con los años se convirtieron en grabes problemas en la corte, ya que constantemente trataba de enfrentarse con su hermano Ari Huari. Esto generó muchos problemas y discusiones entre la Coya y el Emperador.
El odio a su hermano se incrementó cuando supo que su padre, por ser su primogénito, lo había designado oficialmente como heredero al trono. La noticia le llego de boca de su abuela paterna y le causo tal impacto que de inmediato acudió a ver a su madre para pedirle, que exija a su padre revoque la decisión y lo nomine como su heredero. Su madre le respondió que eso era imposible, la decisión estaba ya tomada y comunicada a todo el imperio, además Ari Huari era el primogénito y por derecho le tocaba suceder a su padre Apu Cusi. Esa o muy parecida fueron las respuestas que le dieron todos sus familiares a los cuales acudió a pedir apoyo.
Años después, cuando su padre murió, Wayna Huari hizo hasta lo imposible para lograr que el Consejo del Imperio lo nombrase Emperador, aduciendo razones absurdas, las cuales no fueron tomadas en cuenta y respetando la voluntad del Sapa Qhapaq Apu Cusi y su derecho por ser el primogénito, el Consejo del Imperio ratificó como sucesor a Ari Huari, quien desde que fue coronado como Emperador fue reconocido como Apu Ari, lo cual disgustó tanto a Wayna Huari que se negó a participar del solemne acto de coronación de su hermano.
A partir de ese momento su actitud hacia el nuevo emperador fue desconcertante, se presentaba como un gran hermano orgulloso de sus logros; pero en el círculo de sus íntimos amigos, criticaba dichos actos encontrando fallas inexistentes o inventando falsas verdades.
Pensaba que nunca se ceñiría la mascaypacha real, pero “la enfermedad de su hermano” primero y su actual nominación como Regente, revivieron sus expectativas de poder llegar algún día a ser nombrado Emperador del Imperio.
Wayna Huari era un hombre amargado que bordeaba los cuarenta años, de contextura gruesa, estatura mediana y modales toscos, cuyo rostro tenía un permanente rictus de amargura.
Sus primeras acciones como Regente, fueron de tanteo, para medir el poder de Apu Tambo. Luego trató de tomar algunas medidas tendientes a asumir el control total del imperio; pero el tino y la fortaleza espiritual de Apu Tambo lograron frenar las ambiciones del Regente y desde el Consejo de los Ayllus fundadores, pudo mantener su posición de Sapa Qhapaq y Villac Uma y defender los derechos de los Hurin Ayllus, así como el de los reinos y señoríos que conformaban el Imperio.
El Regente, quien no estaba de acuerdo con las decisiones del Consejo que lo limitaban, no vio mejor forma que anular el Consejo, prohibiendo la asistencia de los Hanan a las reuniones; pero los Curacas Hanan, conocedores de las leyes del imperio, le hicieron notar que, por tener seis votos, Apu Tambo podría tomar los acuerdos que quisiera, sin ninguna oposición. Incluso destituirlo. Esto espantó al Regente, por lo que muy a su pesar y maldiciendo a Apu Tambo y a todo su linaje, aceptó que los curacas Hanan Ayllu asistieran a las sesiones del Consejo, con la condición de que trataran de bloquear todo acuerdo que tratase de limitar sus poderes.
Ceremonia del Haurachicuy
Un hecho especial que fue muy comentado en todo el imperio, se produjo el tercer y último día de las fiestas del Qhapaq Raymi Inti Quilla, en la cual, como último acto del evento se premiaba a los ganadores de la fiesta del “Haurachicuy”, que se había iniciado el mes anterior.
Esta fiesta, quizás la más antigua del imperio y la más importante para los jóvenes que cumplían 16 años, porque significaba el paso de la juventud a la a la vida adulta. Todos los jóvenes puquinas del Imperio ganadores en sus regiones, participaban en esta gran fiesta, a la cual asistían, aparte de sus padres, todos los Curacas puquinas, acompañados por las personalidades más importantes de cada Ayllu.
Los jóvenes de 14 años, antes de participar en las competencias eran seleccionados, descalificándose los discapacitados, enfermos y deficientes mentales. Para luego ser instruidos durante dos años en duras pruebas físicas de resistencia al dolor, defensa y ataque personal, carreras de velocidad y resistencia, supervivencia, ayunos prolongados, manejo de armas, caza y pesca. Paralelamente se les daba una fuerte formación moral basada en los principios establecidos por el mandato de Viracocha: Ama Sua (No seas ladrón), Ama Llulla (No seas mentiroso) y Ama Quella (No seas flojo). Para ser finalmente instruidos en la historia y tradiciones de su raza a cargo de los mejores amautas.