—Kenny —musitó el castaño con voz débil, sus pensamientos ofuscados por el placer y deleite que le provocaba su acompañante, acariciando el rostro y nuca del rubio con ambas manos. Por un segundo estaba en el cielo, pero en un momento dado el sentido común lo asaltó: no se suponía que estuvieran haciendo eso, es más, ¡se hablaban prácticamente una vez cada semana! Por no decir al mes, y no tenía ninguna relación con sus amigos, ni Kyle, Cartman ni Stan... aunque a él lo veía en los entrenamientos de americano, no se dedicaban palabra alguna. Sólo lo conocía de vista.
¿Entonces por qué estaba haciendo eso? A pesar de que se sintiera bien, la inseguridad de ser solo un juego, algo pasajero, le hizo tomar toda su voluntad y reflexionar un poco. No sabía ni qué cosas le gustaban a Kenny, ni qué hacía por las tardes, ni nada de nada. En el caso de que tuvieran alguna clase de relación amorosa, hipotéticamente, no sería ni remotamente posible, pensaba.
En ese momento, tener en cuenta eso para Clyde parecía una dulce y gentil mentira que había creído por completo. Ahora que había analizado más a fondo, lo destruía poco a poco por dentro. No le tomó mucho para que la emoción del momento disminuyera y quisiera parar.
—K-Kenny... —La alegría, emoción y nerviosismo que había sentido en un principio cuando sus labios habían tocado los suyos había sido efímero. Ahora sólo quería terminar con la incertidumbre de si eso sólo era un impulso, un hábito, el vicio por el que Kenny se caracterizaba y no una verdadera emoción.
Tenía miedo de la respuesta, y estaba seguro de que, en el caso de que el rubio le respondiera con una mentira blanca se desmoronaría ahí mismo. De igual manera lo haría si le respondía con la verdad, aunque jurara por su alma que era genuino, dejaría escapar esas lágrimas que tanto ansiaban salir.
—Para, por favor —suplicó prácticamente susurrando el castaño, manteniendo su mirada fuera del alcance del rubio, alejando sus manos de él ahora incómodo y decepcionado, y vio cómo Kenny dejó a un lado esa pasión que le había mostrado, siendo tal vez sólo una actuación para conseguir lo que quería. Clyde no pudo evitar apartar su rostro completamente por la vergüenza. ¿Cómo pudo haber caído, al menos por un momento? Se sentía idiota, totalmente engañado por las apariencias, y eso sólo ponía sal en sus heridas.
Kenny olvidó al instante la insistente sensación que había comenzado a cosquillear en su piel desde antes y concentró su atención en las orbes verdes del muchacho. Evitaban verlo, quizás habiéndose percatado de que a quien acababa de besar era Kenny McCormick, rubio, insensato, experimentado, vivaz, apasionado; que Kenny había empezado esa simple situación con estar en la enfermería después de una pelea; y sobre todo que ese maldito beso había sido algo momentáneo.
—No... No deberíamos haber hecho eso —murmuró Clyde sin siquiera mirarlo, sin querer encarar el hecho de que se había dejado llevar—. Creo que debería... debería irme y...
—No, no, espera —suplicó apresuradamente Kenny tomando su mano, haciéndolo voltear—. No te vayas, no-
—Kenny —Clyde lo miró a los ojos e intentó mantener su expresión firme para que le soltara. Frunció el ceño ligeramente para no mostrar que se sentía usado y Kenny por fin vio la decepción en su mirada. Clyde sabía que Kenny estaba jugando con él, y como le diría a cualquier persona que no lo tomara en serio, terminó de una vez con todo eso.
—Suéltame.
Kenny sintió como le hubieran abofeteado a pesar de que la voz de Clyde hubiera sido tan baja. La persona que le gustaba le dijo muy claramente que se fuera, que no quería estar con él. Se dio cuenta de que había cruzado la línea muy rápido por el calor del momento y ya no podía solucionarlo. Lo hecho, hecho estaba, no había marcha atrás y tan pronto como había empezado, había terminado.
—Pero- —protestó intentando encontrar las palabras apropiadas para disculparse, pensando que tal vez podría decir que era algo sin compromiso, que no debía tomar en serio, mas no sabía cómo lo tomaría Clyde. A él no le molestaba besarse con cualquier persona, incluso desconocidos, en cambio Clyde... Sabía que, dada su personalidad, probablemente prefería relaciones duraderas en donde pudiera sentirse seguro con la otra persona, pero tampoco encontró el valor para decirle que era todo lo contrario, que quería ir en serio y simplemente abrió y cerró su boca repetidas veces sin decir nada.
No pudo encontrar las palabras y el castaño se soltó de Kenny, quien había disminuido su agarre, y salió de la enfermería. Ahora no podría hablarle a Kenny por la incomodidad que sentía de solo verlo, se avergonzaba de sí mismo. No lo conocía mucho, y la razón por la que todos lo llamaban promiscuo era algo que de verdad le gustaría no recordar, sobre todo después de eso.
Salió de la enfermería y regresó al salón a pesar de que le hubiera gustado perder todas las clases posibles con la excusa de estar lastimado e ignoró a todos para solo pensar en lo que acababa de pasar. No sabía si Kenny le gustaba, pues casi nunca le hablaba o miraba; no era alguien que considerara cercano. Y aún así, cuando había coqueteado con él no se le ocurrió la mínima idea de rechazarlo, si no que le siguió la corriente, e incluso disfrutó más de lo que debería.
Quería tomarse de los pelos y golpearse contra la pared por haber reaccionado así. No se suponía que le gustaran los chicos, podría haber sido porque se había metido en el papel de metrosexual, pero no sabía si Kenny le gustaba y no quería descubrirlo. No podía ser, y aunque quisiera y se convenciera de eso, ¿cómo funcionaría siquiera? Él era inseguro, sensible, quizás falsamente extrovertido, y Kenny era sociable, seductor, irresistible. No podía imaginarse... o más bien, no podía imaginar cómo sería, el imaginar que Kenny continuara con su actitud despreocupada empeoraría su propia salud mental.