—Sentimientos a la Rossi—
DYLAN...✒
La apertura de la canción “Another Bites The Dust” de Queen—que mamma utiliza como tono de llamada—interrumpe él armonioso silencio entre mamma y yo. Bien, me acomodo sobre su regazo viéndola fijamente mientras atiende la llamada.
—¡Alexis, hola!... Para, para... ¿Que dijiste?...Scheiße¹. Voy para alla.—Mamma chasquea la lengua antes de tirar su teléfono encima del sofá en forma de “L”.
Alzó una ceja expectante, esperando que me diga que coño paso en el taller para que ella: 1. Dijera la palabra que comienza con “M” en alemán y 2. Para que tirara frustrada su—terriblemente—caro teléfono.
—¿Y... Qué pasó?
—Era Alexis...—Siempre puntualizando lo obvio, manma.—Al parecer intentaron entrar a la central, exactamente al deposito donde esta tu coche para el evento del fin de semana.—Abro los ojos un poco, algo sorprendida, sin embargo, mantengo mi culo aún pegado al sofá y la razón por la cual no salte como un gato sobre mamma es por qué dijo: “Intentaron”. Bien, la fortuna que pague en el sistema de seguridad está siendo una buena inversión de momento.—Tengo que ir, al parecer los del seguro se aparecieron para cotizar los daños a la propiedad y antes de que preguntes, se enteraron por las alarmas silenciosas.
Muevo la cabeza afirmativamente.
—¿Quieres que te acompañe?—cuestionó. No es que quiera salir con éste dolor de cabeza barra migraña, pero sí los del seguro se ponen todos quisquillosos...
—No, mi vida. Yo lidio con esto, tú quédate con los niños... Y ¡Ah!—chasquea los dedos como si acabara de recordar algo importante.—Las gemelas no tienen clase de alemán hoy... Ni la próxima semana... ¿Deberíamos buscar una nueva profesora de alemán?—ahora sí me levanto de la mullida comodidad del sofá estupefacta.
—¡Esas revoltosas! ¿Como que nueva profesora?¿Que le hicieron?
Mamma suelta una risilla. Se está riendo de mi, achicó los ojos en su dirección provocando que se ría aún más fuerte. Doy un pisotón fastidiada. Odio que se rían de mi.
—¡Mamma!—chillo airada.
—Ya, ya, Leona. Tranquila.
Bufo. A ella no le puedo decir algo como: “Mamma boba” o bueno, “Pazza” o “Sciocco” Le digo algo como eso y me cuelga del edificio más alto de los pulgares. Ni hablar. Aunque, mamma siempre se toma con mucha ligereza el asunto de los “insultos”.
—Ya vete, tengo que reñir a ese par de mocosas... ¡Un mes! ¡¿Es todo lo que duró el carácter militar de la señora Puccio?!
A ese par... ¡Ush! Las mandaré a un campo militar.
—Tranquila, Leona. Que te arrugas.—Emitió un gruñido molesta—, además… Ese carácter pudo servir con los reclutas en las barricadas del ejército, pero con ese par… Nada puede.
Le doy una mirada malhumorada. A mamma también la voy a mandar a un campo militar, ratas. Es que no puedo ser la única responsable en la familia... ¿Y dónde demonios está papá? Se supone que hoy es su día libre.
~💕~
Inteligentes. Bastante inteligentes. Ese par huyeron antes de que lograra siquiera poner un pie en el segundo piso. Mamma se fue hace una media hora y gracias a Dio la pastilla ha empezado a ser efectiva en mi. El dolor de cabeza ha menguado y yo por primera vez en mucho tiempo estoy pasando tiempo de calidad conmigo misma. Estiró la mano nuevamente agarrando un puñado de palomitas y me concentro en los subtítulos de la película. Interesante, la chica de la que no esperaban nada resulta que es él rubí que tanto buscaban. ¡Adoro a esa pequeña gárgola! Es tan tierna.
—¡Aaaahg! ¡Cara!
—¡Porca miseria², Carlotta!
Suelto un suspiro y dejó escapar el nuevo puñado de palomitas que había extraído del tazón. Ya me parecía que había mucha tranquilidad… Debería empezar a temer cuando hay demasiada tranquilidad en la casa. Me quitó el cojín del estómago y con tranquilidad busco el control para poner pausa a la película, escuchó el eco de maldiciones de parte de los gemelos provenir del segundo piso y creo que las risas de ese par de revoltosas.
—¡Leonaaaaa! ¡Leonaaa!—Pietro. Demonios. ¿Como jodidamente dos hombres de veinticinco años no pueden lidiar con dos niñas de casi siete años? No lo entiendo. Me incorporo de la mullida comodidad del sofá y con celeridad empiezo a caminar hacia las escaleras tratando de imaginar que le hicieron ese par al otro par para que estén gritando con tanta urgencia.
¿Que será esta vez? ¿Da Vinci se comió otra vez sus zapatos? ¿Caca debajo de la almohada? ¿Aderezo en la botella del shampoo? ¿Aflojaron las bisagras de la puerta? Ratas, las probabilidades son demasiadas cuando se trata de ese par travieso. Aún no comprendo porque no las envió a un campo militar. Exhaló aire antes de encaminarme hacia el pasillo, bueno… Será mejor que meta algo de prisa a mi cansado cuerpo para ver con mis propios ojos cuál es él motivo de los gritos esta vez, mejor eso que seguir quebrandome la cabeza.
Bajo la barbilla y aprieto los labios al notar pisadas pequeñas hechas de lodo… Guiando una especie de camino sobre él mármol hacia las habitaciones, cielos. Pobre Allegra. A veces creo que debería aumentarle el sueldo, esas dos nos sacan canas multicolor a todos con sus travesuras. Giro en la esquina hacia la derecha y alzó la barbilla, desde donde estoy veo como los brazos de los gemelos retienen a las pequeñas larvas traviesas que en cuanto me ven empiezan a revolverse aún más. No esta vez, niñas. A medida que voy acercándome empiezo a detectar un aroma… ¿Que demonios es ese olor? Me raspa la garganta, empiezo a toser para diluir las arcadas que amenazan la integridad de la alfombra beige del pasillo. Joder, huele a rayos.
Estiró el cuello de mi camiseta para taparme la nariz, cuanto más me acerco más intenso se hace él aroma.
—¿Que… Que en el infierno es ese aroma?—Otra arcada, ratas.