Las jóvenes del colegio insistían mucho sobre lo que Andrea prometió, así que ella consiguió algunos objetos de segunda mano para poder venderlos como parte de las supuestas prendas personales de Haruto. Él no estaba muy de acuerdo en esa farsa, pero bastaba con que Andrea le solicitara defenderla de sus admiradoras para que soslayara ese hecho.
Poco antes del fin de cuatrimestre, Andrea puso fecha a lo que llamó “El bazar Haruto”, y las chicas lo esperaban con ansia.
Ella se encargaba de lavar ropa nueva usando todos los abrasivos que se le ocurrieran para hacerla pasar por usada. Mientras la ropa estaba en la lavadora automática, ella y Yuki tallaban cepillos de dientes en el suelo, ensuciaban pañuelos faciales con grasa vegetal e incluso algunos hisopos con cerilla real de los oídos de Yuki.
―No sé si estos calzoncillos serán lo suficientemente convincentes ―dijo ella observando la prenda que sacaba de la lavadora.
―Si quieres te doy mi ropa interior ―dijo Yuki haciendo la pantomima de desabrochar su pantalón. Andrea picó sus costillas y él soltó una carcajada.
―¡Eres un pervertido!
―¿Crees que haya futuras clonadoras entre las compradoras? ―preguntó Yuki mientras colocaba los hisopos con su cerilla en bolsas de plástico.
―Espero que no ―dijo Andrea―, no quisiera vivir en un mundo con Yukis clonados.
―Tendrías la satisfacción de poseer al original.
―Ni hablar ―dijo ella arqueando las cejas―, pero sólo te conservaré hasta que me ayudes a dominar el mundo, después te subastaré.
―¿Serías capaz? ―dijo Yuki, fingidamente indignado.
―Si eres el producto original entre un montón de codiciadas copias, serás mercancía invaluable. Podría hacerme millonaria.
―Tiene una desventaja ―dijo Yuki―, no podrás usarme o perderé valor.
―¡Rayos! ―exclamó Andrea―. Y yo que ya buscaba qué uso darte.
Haruto los observaba en el jardín desde la cocina. Se acercó parándose frente a Andrea con los brazos cruzados.
―Sigo pensando que es algo deshonesto ―reclamó con seriedad.
―No son tus pertenencias, así que no te quejes.
―¿Y qué tal si les digo a esas chicas que están siendo engañadas?
―Entonces tendrás que defenderme de ellas ―dijo Andrea.
―¿No te puedes defender por ti misma? ―gruñó Haruto.
―Es exactamente lo que estoy haciendo.
―En fin, haz lo que quieras siempre y cuando no tomes nada que me pertenezca.
Haruto entró en la casa, molesto. Pero él mismo no podía definir qué era lo que le molestaba; aceptaba que Andrea había sido ingeniosa al ofrecer aquellos placebos a esas chicas que estaban enfermizamente enajenadas con él y, de algún modo, era un alivio saber que ella las mantendría entretenidas. Haruto siempre despreció a esas mujeres capaces de perder hasta la propia dignidad con tal de obtener de él aunque sea unos minutos de atención. Desde la pubertad había sido acosado de tal forma que había sorprendido a un par de ellas siguiéndolo hasta su casa y eso era algo que le irritaba.
Al siguiente día, después de clases, Yuki montó un puesto provisional en un aula vacía.
―Espero que todo se venda ―decía Andrea, acomodando todo en el puesto―, invertí todos mis ahorros en esto.
―¿Cómo que invertiste ahorros? ―reclamó una estudiante que entraba al aula―, ¿no se suponía que todo eran pertenencias de Haruto?
―Y lo son ―dijo Yuki de inmediato―, pero piénsalo: Haruto no puede quedarse sin ropa ni objetos de higiene de un día para otro, ¿cierto? Andy-chan usó tanto sus ahorros como grandes cantidades de tiempo para comprar todo nuevo y reemplazarlo sin que Haruto lo notara, así que espero que no sean tacañas y paguen bien.
―Gracias por esa ―susurró Andrea y continuó acomodando la mercancía.
―¿Y hay ropa interior? ―dijo una, tímidamente.
―¡Hay ropa interior, exterior y ulterior! ―Yuki comenzó a hablar como un vendedor callejero―. ¡Acérquense, señoritas! ¡El bazar Haruto ha abierto!
La venta fue todo un éxito. Andrea contó el dinero que tenía en una caja de cartón. Apartó lo que invirtió y volvió a contar lo que eran sus ganancias. Dividió esa cantidad a la mitad y le alargó el dinero a Yuki.
―¿Yo para qué quiero esto? ―preguntó él, sin tomar el dinero.
―Tú me ayudaste con todo esto, te lo ganaste.
―Yo lo hice por diversión ―Yuki empujó las manos de Andrea haciéndole entender que no recibiría el dinero―. Pero dime, ¿tienes planes para ese dinero?
―De hecho, sí ―Andrea suspiró―, será para ayudar a un amigo.
―Eres demasiado desprendida, ¿no es así? ―Yuki se sentó al lado de ella―. Nunca te he preguntado, ¿en qué has ayudado a tus amigos del 2-F?
―A obtener mejores calificaciones ―dijo ella.
―Eso te lo creo ―Yuki le alborotó el cabello―. De entrada, ni siquiera sé por qué estás en la clase F. En los exámenes parciales has obtenido muy buenos resultados.
Editado: 12.09.2023