Te veo los fines de semana y cada vez voy confirmando lo mucho que necesito ensayar a tu lado, no sé porque, pero el hecho de pensar diferente me da mucha curiosidad, mucho misterio en pensar en que es lo que pueda pasar.
El perfil de tu rostro, tu mentón, tu forma de maquillarte, tu forma de sonreír y de mirar me da un no sé qué. Me doy cuenta que, de todas mis compañeras, eres la primera que veo en la coreografía, eres la primera en que me interesa ayudar para que mejores tu forma de bailar. Tantos celos me dan cuando no puedo bailar contigo. ¿Pero qué derecho tengo yo de ponerme celoso? Si ni siquiera sabes aun de estos sentimientos encerrados en mi interior.
Entre más pienses en una persona, más eres propenso a enamorarte de ella, ¿Cómo manejas una situación en donde por idiota hice que cambiaras tu forma de verme?
Ebrio salieron palabras de mi boca, “Yo no creo en lo amigos”, según dicen que dije. Pues no tengo amigos, ¿Será porque me niego a querer tener amigos?, tal vez sea porque no confío en nadie y por lo tanto no considero a nadie amigo. Ese fue mi primer error, confesártelo sobrio.
Ahora piensas que no eres mi amiga, que no te tengo aprecio, me diriges la palabra como “Compañero”, “El niño”, “Conocido”. Finjo que no me duele y me queda aceptar que me digas de esas tres formas, pero la verdad es que me entristece, tengo la opción de dar un paso para atrás para retomar camino, pero ahora piensas que si lo hago sería hipócrita de mi parte.
Esa confesión ya lleva tiempo, sigues recalcándomelo, pero nada más para fastidiarme, y sé que no lo haces con malas intenciones, porque cuando lo recuerdas siempre me dices que lo haces de broma, y eso me alivia un poco.
Fuimos a la Huasteca, fuimos con dos amigos que tenemos en común. Ustedes tres ya estaban juntos porque se fueron a dormir a la casa de nuestro amigo en común y pasaron por mí en la academia donde ensayamos los fines de semana. Estabas en los asientos de atrás y eso me dio alegría, pues yo quería pasar el trayecto de la carretera a tu lado.
Al principio andaba algo callado, pues ustedes ya estaban hablando de un tema que no sabía de nada. Ya más de rato pude hablar ahora sí, de otro tema en el cual podía decir y opinar lo que sea. También nos molestábamos entre los cuatro, pero mientras más hablábamos, más me veía fuera de cuadro entre ustedes tres, yo me sentía un bicho raro al que invitaron por compasión.
De verdad jamás me había sentido fuera de lugar, yo no pertenecía a ustedes, en lo absoluto, pero yo estoy de aferrado en querer estar entre ustedes tres nada más por ti mujer, si no hubiera sido por ti, no hubiera estado en la Huasteca con ustedes ese día…
Llegamos a un estacionamiento y empezamos a ir a pie hasta llegar a la presa, en el cual ya no me sentía tan raro, ya estaba un poco más libre y en calma, porque si en algún momento empezaban a hablar de algo que desconocía, podría alejarme y perderme un rato escalando las escaleras de la presa, pero por una u otra cosa no fue la situación.
En la subida y en la bajada de la presa fue bastante buena, hablábamos de cosas, nos reíamos, nos tomábamos fotos entre los cuatro, no había exclusiones de ningún tipo, todo bien. Más que en la subida, en la bajada empezábamos a hablar más, te ayudaba a bajar por lo pequeñas y empinadas que estaban las escaleras, vaya te estaba cuidando.
Ya nos dirigíamos al carro, íbamos de regreso para comer unas botanas que estaban en la entrada de la presa. Seguíamos hablando y tirándonos burlas entre los cuatro.
Ya camino a la casa de uno de nuestros amigos, me volvías a recalcar lo que te había confesado la otra vez. Dije un chiste que te molestó, pero no al grado de enojarte, más bien te dio risa y te hiciste la “enojada”. Para compensar el chiste me disculpe, pero te hacías la sufrida, entonces me recosté en tus piernas, me intentaste quitar, pero yo me aferre a quedarme, así que no hiciste otro esfuerzo por quitarme.
Estuve así todo el resto del camino. Ahora solo nosotros dos estábamos hablando entre nosotros, nuestros amigos estaban cansados y no decían nada, solo se escuchaban nuestras voces y nuestras risas. En una de esas platicas dijiste: “Ay mejor ya no te digo nada, porque te entra por un lado y te sale por el otro y no me pelas”, entonces yo te dije: “No te preocupes, ya no pienso lo mismo”, pero estuviste en negación por lo que dijiste: “Ay por favor, las personas no cambian”, a lo que yo te conteste: “Las personas no cambian, pero si aprenden de sus situaciones”. No dijiste nada después de eso, no sé qué expresión hiciste porque mientras hablábamos, yo estaba jugando en el celular.
Se acabó el silencio y seguimos hablando normal. Me encantaría que mis palabras resonaran por tu cabeza, para que empieces a ver que el pensamiento que tenía antes, ya no es el mismo.
Llegamos al a casa de nuestro amigo en común, él se quedó en su casa, nuestra amiga en común nos iba a llevar de regreso a nuestras casas.
Te dejamos en una estación del metro, yo me tenía que bajar para ir en el lado del copiloto, te despediste de nuestra amiga en común diciendo: “Adiós AMIGA”. Conmigo te despediste de un beso en la mejilla, me dijiste adiós, pero, no dijiste ni niño, ni compañero y ni conocido, solo un adiós, pero no fue una despedida seca y ahora que lo pienso, no sé si preocuparme o no, solo el fin de semana resolverá mi duda.