Separados

Capitulo 1

Nuestras horas de agonía empezaron dos semanas atrás cuando le dije que me casaría. Que todo estaba listo y que no podríamos vernos más. Cosa que no aceptó y reprochó hasta el último momento. Sus ruegos de escaparme con él cada noche se volvían siempre un poco más tentadoras, pero creo que ya no quería esa vida. Lo quería a él, pero estaba mal. Quizás lo quería tanto que no podía permitirle que viviera así.

Yo estaba condenada, condenada a vivir sin su amor. Era la vida que nos tocó vivir y sabía la rabia que le causaba eso.

Después de la boda, se hizo una pequeña reunión.

Él uno de los invitado y aunque sabía disimular lo que su presencia me causaba, él hacía todo lo posible para exasperarme, y lo conseguía ¡claro que lo hacía! y sentí morir cuando se le preguntó a mi bello amante si tenía novia o prometida.

Presté atención a sus palabras. Su sonrisa pícara y mirada cómplice no dejaban de asecharme, cuando sin titubear comenzó a describir a la mujer que según sus palabras le habían hecho perder la razón y lo envolvió en un torrente de pasión y aventura—mi alma se estremeció—. Bajé la mirada al sentir la suya, penetrante y firme como siempre, imponiendo y pidiendo a gritos que sea escuchada.

Contó lo que había pasado con su amada, mencionó que se solían ver por las noches en las caballerizas de una finca lejana. Mi esposo lo miraba con embebecimiento y pasmo. Después de unos minutos se atrevió a darle consejos cuando contó que la mujer que amaba estaba casada.

— ¡tonterías! —Exclamó— ¿fue tuya antes que nadie? ¿Por qué debes ser tú quien renuncie a su amor?

Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo.

—Yo, querido amigo, tuve el honor de ser el primero en su vida…— arrogante sonó su voz— fui el primero, soy su dueño, no solo de su piel también de su esencia y alma.

Pude sentir como cada fibra de mi ser era desprendida y disuelta en el aire. Escuché sonidos de admiración en el aire.

Levanté la mirada.

Observé a mí alrededor, mi respiración era lenta y en cada exhalación un poco de miedo se combinaba en el ambiente. Me levante de donde estaba y me dirigí a la cocina dejando a las personas del salón regocijantes y disfrutando de lo que es mi recepción de boda.

No dejaba de mirar hacia atrás, caí en la paranoia. Traté de tomarme un vaso de agua, pero mis manos no paraban de temblar haciendo que el líquido comenzará a ondearse.

Intenté calmarme. Respiré profundo, y me quedé inmóvil por un momento. Cerré mis ojos.

 

De pronto sentí como sus manos rodeaban mi cintura.

 

Ni me inmute. Me quedé estática. Él comenzó a girarme; yo comencé a sollozar. Él lo sintió y su agarre se volvió más fuerte hasta que quedé frente a él.

 

Lagrimas escapaban de mis ojos aún cerrados.

 

—Mírame —ordenó— ¡te estoy diciendo que me mires!

 

Un chillido de miedo se escapó de mis labios. Escuché como su respiración se relajó un poco, y sacando una de sus manos de mi cintura la llevó a mi rostro

 

—Cariño, mírame…—colocó un mechón de cabello detrás de mí oreja—déjame apreciar tu mirar. Permíteme reflejarme en tu mirada, deja ver en tus ojos cuánto me amas

 

Y cedí, Cedí como siempre lo hago cuando él me toca y me dice de palabras bonitas.

 

Siguió su mano acariciando mi rostro, siguieron sus ojos mirando los míos con dureza, piscas de odio y amor envolvieron esos ojos color aceituna En algo que ya no conocía.

 

 

—Debes aprender a disimular, amor. —Se acercó a mi boca—tienes suerte que no haya dado más detalles. Si hubiera comenzado a detallarte, si comenzaba a comentar sobre tus manías cuando estas nerviosas, tu forma de tararear cuando la situación es tensa, la forma en la que tus manos hacen eso en mis cabellos, y la forma en que tus besos producen ese calor en mí... si te hubiera detallado como solo yo te conozco, si lo hubiera hecho, nadie sospechara de ti.

 

Dio unos pasos hacia atrás.

 

— ¿Quién sospecharía de ti, mi señora? ¿Quién podrá imaginarse que la pequeña damita se escabulle de su habitación desde los 17 años para verse con su hombre en las pobres caballerizas?

 

  1. a llorar.

 

— ¿Qué tratas de hacer? —Articulé— ¿quieres acaso que todos se den cuenta? ¿Crees que haciendo eso me tendrás de vuelta? solo conseguí...

 

-¡cállate!- gritó.

 

Sus manos se cerraron formando un puño. Su pecho se hinchaba de aire con más rapidez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.