— ¡¡¡Cómo!!! Debo ser lo que no quiero — gritó molesta Laqya.
— Solo al tener tus dones podrás decidir si quieres prescindir de ellos, así debe ser, aunque podrás hacerlo también más adelante.
— Cuando debo venir.
— Dame el número de tu esposo, lo llamaré para avisarle que te internaste pero no puedes recibir visitas por ahora. Te llevare donde podrán ayudarte, por favor mantiene tu mente abierta, eres mucho mayor que todas las que estarán contigo, puede que por eso te cueste un poco más aprender.
— Lo haré rápido para quitarme esta maldición.
— Maldición o bendición, solo tu puedes decidirlo.
Rosalía habló con Antonio, quien solo quería ir a ver a su esposa, pero ella le hizo entender que debía estar tranquila, y la ansiedad de él podía hacerle peor, que ya estaba mucho mejor.
— Le llamaré para darle un informe completo el fin de semana. Este tranquilo, todo saldrá bien, ella solo necesita relajarse y conectarse con la naturaleza.
— Disculpe pero ¿Cómo se conoció con mi esposa?
— Ella vino a mi consulta cuando empezó con... la situación, pero no creía que los métodos de meditación y acercarse a la naturaleza le sirvieran, por eso dejo de venir a verme. Pero ahora quiere intentarlo, si no resulta, prometo que yo misma la ayudaré a internarse en un psiquiátrico tradicional.
— Puedo hablar con ella ahora.
— Por favor no la angustie, ya está suficientemente complicada, el primer mes no debe tener contacto con nadie del exterior, según mejore, porque le aseguro que lo hará, podrán hablar seguido.
— Es que...
— Si quiere búsqueme en internet, verá que mis terapias, aunque naturales, han servido a mucha gente, si me da su email le mandó mis títulos y certificados. No desconfié de mi, solo quiero ayudar a Leqya.
— Disculpe mi actitud, pero esto es tan extraño.
— Lo entiendo, por eso quiero darle la seguridad que su esposa está en las mejores manos.
— Esta bien, por favor manténgame informado.
Rosalía la llevó a un lugar en pleno campo, en realidad era la mayor de las aprendices, todas tenían entre 9 y 10 años, que la miraban con suficiencia, por ser la nueva, adulta y que no sepa nada de sus poderes.
— Ella se llama Luz María, será tu tutora.
— ¿Te vas?
— Debo seguir con mis otros pacientes, vendré a verte todos los fines de semana.
Desde ese momento empezó a conocer las plantas, y para que servían, a meditar para controlar las fuerzas de la naturaleza, a comunicarse con los animales. Luego empezaron a enseñarle invocaciones para lograr ayudar a los demás.
— Luz María, puedo preguntarte algo... pero no quiero que te molestes — preguntó unas semanas después a su maestra.
— Dime.
— Cuando aprenderé a hacer maleficios, maldiciones, cosas por ese estilo
— Mujer .... — su tono fue de reproche.
— Lo siento — respondió avergonzada Laqya.
— Hay algunas hechiceras así, pero eso ya depende de cada una, cuando terminan el aprendizaje básico, puedes optar por el lado oscuro, lamentablemente muchas lo hacen, pero eso está contra todo lo que les enseñamos ¿Te das cuenta de eso verdad?
— Por eso me extraño que no me han instruido en nada así. Cuando podré sellar mis poderes
— Avanzas rápido, no les digas a las pequeñas eso, ellas demoraron casi un año en completar el aprendizaje, tú en cambio, si sigues a este ritmo, en la mitad podrás ser nombrada hechicera.
— Que bueno, hecho tanto de menos a Antonio.
Laqya aprendió a hacer un escudo de protección mientras dormía, así ninguna criatura mágica podía molestarla, los animales ya no la molestaban, ni se asustaban con su presencia, y lograba encauzar las visiones, ya no la dejaban agotada cuando le ocurrían.
Pronto empezó a ser una con la Tierra, por momentos todas lo lograban, para esos ejercicios tenían que sentarse tomadas de las manos, desnudas. Eran momentos muy íntimos y tranquilos para todas. Con el tiempo la mujer fue aceptada por sus compañeras, quienes entendieron que no fue su culpa no haberse instruido antes.
— ¿De verdad quieres sellar tus poderes? — preguntó una noche una de las niñas menores del grupo, una pequeña rubia con pecas.
— Sí, no quiero ser anormal.
— No lo somos — gritaron todas a coro.
— No debí decir eso, lo siento. Es que no quiero tener que cuidarme toda la vida de los espíritus, o saber quién me miente o no, no quiero eso para mí.
— Si sabes manejarlo bien es una bendición para ti y para los demás. Piénsalo, creo que serías una gran hechicera blanca, puedes hacer mucho bien en este mundo.
— ¿Y por qué no oscura?
— Nunca lo serías, tu alma es clara y siempre será así — miró a todas antes de seguir — somos lo que somos, y debemos aceptarnos como tales, no se puede ir contra nuestra naturaleza. A pesar que un ave no vuela, no por eso deja de ser un pájaro — le sonrió, se acomodó y se durmió.
Editado: 09.12.2019