Día 24 de Mayo del 2013.
Tendría que esperar todo un día completo para ver a esos tres idiotas de mis amigos de nuevo.
Quedando a vernos en aquel parque donde recorrimos miles de sonrisas en nuestra juventud, donde fue la primera vez que conocimos a una chica especial para cada quien que al final de una temporada les hubiera roto el corazón, un amor persistía para cada uno, menos en mí.
Esa noche donde volví a quedar con mis tres amigos después de tanto tiempo, en mi cumpleaños número veinticuatro. Tomando por sorpresa la noche ya acechaba en cada rincón del parque, en cada luz que se encendía al proclamarla, en cada lugar donde el ruido abundante ya no habitaba, decidimos ir a una calle después del parque a una cafetería que su apertura había sido el día de ayer, por fin lo conocería después de tanto tiempo de construcción, su nombre “Conoce y disfruta”.
Viviendo de las risas y de todas aquellas bromas entre nosotros, de ese brillo en nuestro ser por volver a vivir experiencias de varios ayeres, nos apoderábamos más de la noche; hasta que se escuchó el abrir de la puerta de la cafetería y se sentía la presencia de un ser inigualable que convertía a todas nuestras miradas en espectadores de alguien más.
Una joven bellísima entraba a tomar lugar en la esquina del establecimiento donde una lámpara daba la mejor luz a su rostro y el aire que tocaba aquel cabello de color café. Inmediatamente desde que había entrado aquella chica nadie había comentado nada entre sí, todos callaban. Hasta que en la cabeza de uno de mis amigos surgía la estúpida idea de que alguien de nosotros fuera hablarle.
Fui yo el que se levantó de la mesa con un nudo que envolvía a mi garganta, con la sangre que agitaba todo mi cuerpo hasta la punta de mis dedos, me acerque más a su mesa, tome la silla y me senté con la mirada hacia abajo, apreté fuertemente el puño de mi mano derecha, trague una saliba espesa, tome valor para levantar mi mirada y ver esos hermosos ojos color café que hacían espinar con gracia al mi ser.
–Hola— le dije con una voz partida de nervios.
–Hola ¿cómo te llamas? —Ella contesto con una sonrisa en su rostro como si me conociera de toda una vida, que me hacía comentarme a mi mismo un amor.
–Me llamo Anthony ¿y tú? —Le estire mi mano como un saludo formal que quería aprovechar en ese momento, ella tomo mi mano y me saludo respondiendo —Me llamo Susan, todo un gusto Anthony.
Tranquilamente sin pensar en cómo giraban las manecillas del reloj que mostraban a la noche terminar, nuestra conversación envuelta en café, la noción enloquecía.
–¿Vienes habitualmente a este café? —Susan preguntaba
–No, es que hoy es mi cumpleaños número veinticuatro y hemos venimos aquí a festejarlo. Pero a uno de mis amigos le surgió la idea de que viniera a charlar contigo —suspire soltándo una sonrisa
-Espera, ¿que dijiste, es tu cumpleaños? —Susan exclamaba con la emoción de una niña de cinco años.
–Si, hoy es mi cumpleaños
–¡Esto no se puede quedar así, te daré un regalo. Aquí en mi bolso tengo algo! —ella movía y movía cosas dentro de su bolso hasta que saco algo— ¡Acá esta! Lo he encontrado, ten. Este es mi regalo para ti—
Teniendo en mis manos una figura de un pincel, moldeada de porcelana capaz de hacerme recordar a Susan cada día.
–¡Muchas gracias, Susan! — respondí levantándome de mi asiento, dando tres pasos hacia ella dándole un abrazo que nos contemplaría a los dos.