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—¡Adivinen quien ha llegado a la fiesta! —Cristina gritó a los miles de habitantes de la ciudad desde aquel balcón con euforia.
—¡Tranquilos todos! Al parecer el señor periodista se está dignando a servir la botella.
—¡Vamos Anthony! ¡Sirve ya!
—Es que vamos, desde que se ha convertido en un buen periodista el alcohol lo ha dejado atrás ¿que no, Anthony?
—Les serviré, yo paso esta vez —Tuve que acceder, la botella fue puesta en descenso.
Aún con la intriga de darle la noticia a Cristina, se creó un estanque completo en mi garganta, la profundidad era abastecedora a mi sed de nervios.
—Dinos Cristina ¿como conociste a Anthony?—Cesar, uno de mis amigos preguntó.
—¡Es la historia más divertida y tonta que podrías escuchar! —Grite con continuidad de carcajadas acompañadas con las de Cristina.
—Anthony nunca contó bien la historia, la verdadera historia está plasmada en Anthony, la recepcionista y mi negra memoria, deberán guardar el secreto —Cristina comento misteriosamente.
—¡Cuentenla de una vez! —Mis tres amigos gritaron al par.
—Muy bien, comenzaré —Cris tomó el shot con velocidad.
—El día que Anthony llegó a este edificio, lo vi desde el elevador a la recepción, detrás suya una gran sombra en forma de monstruos creados por decenas de cajas, corrí lo más rápido a donde él se encontraba —¡No cabe duda, miles de monstruos han entrado contigo, debemos encerrarlos! —grite, golpeando el mostrador de la recepción con mi palma.
—¡Tienes tanta razón, deben ser encerrados en el departamento cuarenta, la prisión más cruel! ¡Tomalos con mucho cuidado, no debemos tardar! —respondí, uniendome a la acción
—¡A dejarlos allá! —Impaciente Cristina comenzaba a subirlas, seguido mío
Corriendo de ascenso y descenso terminamos lo más rápido, la misión había terminado, llenos de sudor y euforia las decenas de monstruos estaban encerrados.
—Historia completada de una vez—Cristina aplaudió mientras se sacudía las manos, expreso —. Bueno, no más preguntas de eso, por favor— dejando en huella, Cristina se levantó de la silla caminando hacia la cocina.
—Anthony ¿cuando le dirás a Cristina que te mudaras? —acercándose, Manuel, murmuró.
—No quiero pensar en eso por ahora. Dejemos que pasen los días — aclaré, con la gota de sudor resbalando a mi piel.
El tiempo continúo entre copa y copa, perdiendo las nociones básicas del ser; fui a dejar a mis tres amigos afuera del edificio, un taxi los esperaba.
—¡Nos vemos luego! — vociferamos en conjunto, mientras la puerta del taxi se abría y ellos comenzaban a subirse.
Dando seguimiento para regresarme a mi departamento, mi cuerpo se golpeaba junto con mi mente para encontrar la manera indicada de hacer sabedora a Cristina que me iría. Tome el ascensor, indique el piso número veinte, llegué y mi paso ya tranquilo estaba. Abrí la puerta de mi departamento y me quedé viendo con la sonrisa más bella a Cristina, quien tumbada en el sofá por el sueño, dormida estaba.
—Ven Cristina, te llevaré a tu departamento— comenté, mientras comenzaba a cargar por completo a Cristina en mi hombro.
—No… quiero que me lleves— reveló, con la baba saliendo de su boca por el sueño.
Atravesé el pasillo, abrí la puerta del departamento de Cristina, llevandola hasta la cama, la acosté.
—¿Quieres que te tape?— solicité
—¡Ya lárgate de aquí, maldito mentiroso! —Cristina pataleaba con lágrimas y una voz partida.
Me subí a la cama, rodeándola con la fuerza de sentarme arriba su estómago y sosteniendo por completo sus brazos con los míos. Acerque mi punta de nariz con la suya. —¿Por que me dices mentiroso?—cuestione
—Porque no quiero que te vayas — Cristina con su voz suave y acabada por las lágrimas me abrazo de una manera fuerte y sensata.
—Mañana hablaremos de esto, tranquila— confesé en su oído.
Nuestras narices se volvieron a encontrar, su mirada con lágrimas y mi mirada con placer; explotaban dentro de este momento, mis labios a poco rozar los de Cristina…temblaban.