El interrogatorio
No hay duelo infinito...
"Puedes llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido
Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva, o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado
Tú corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver, o puede estar lleno de amor que compartiste
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda, o puedes hacer lo que le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir"
Presente
- - Hola Elizabeth, cómo la estas llevando?- me preguntó la doctora, mientras abría la carpeta con mi documentaciòn. Después de pensar, solté un suspiro mientras jugaba con una pelusa invisible que se encontraba en mi pantalón. Sacudí nerviosamente mi rodilla izquierda, era de hacerlo cuando me ponía ansiosa o nerviosa. Para volver a tomar aire y responder, mirándola a los ojos.
- - Ahora digamos que estoy llevándola, no voy a volver a ser la que era- eso era más que obvio.
- - Y cómo eras?- interrogó mientras se acomodaba los anteojos y seguía escribiendo en su libreta.
- - Era feliz, completamente feliz. Era risueña, inteligente, decidida, estudiaba continuamente para poder superarme.
- Tenía un novio prometido. Que me quería, que yo quería. Que me hacía reir constantemente y que también me sacaba de quicio- mientras le iba contando iba viajando al pasado con mos recuerdos.- Furiosa quedaba la mayoría de las veces que peleábamos. Pero no podíamos estar ni 2 horas sin hacer las paces. Vivíamos lejos pero no nos impedía encontrarnos. A veces tomaba la vieja bici zanella o la yegua mora si estaba al alcance. Él la mayoría de las veces cortaba camino entre los matorrales y arroyo. Volverlo a ver cada día era mi felicidad. Y cada vez que nos veíamos nos fundïmos en un abrazo. Nada más calido que la temperatura de su ser. Nos besabamos y lagrimeábamos, o sólo yo lo hacía. Él limpiaba las lagunas de mis ojos con sus manos callosas de trabajar la tierra. Teníamos planes, nos íbamos a venir a la capital. Teníamos todo arreglado, el tenía una tía aquí en Montevideo, está tenía un pequeño apartamento para arrendar. Tomás iba a estudiar veterinaria y yo Medicina... Era 2 años mayor que yo. Y aunque siempre dijo que esos dos años que dejó pasar, que tomó sabático para poder pensar y decidir, lo hizo por esperarme a mi. Lo hablamos miles de veces, trate de incentivarlo para que viniera, pero se negó rotundamente. Tenía miedo de que si se marchaba correría riesgo de perderme, aunque juré esperarlo.
- - Qué ironía que es la vida eh?- cuestione a Fyn mi psicóloga sin espersr respuesta continúe- Él tenía miedo de perderme y quién lo terminó perdiendo fui yo. Se había hablado de los empleos, yo trabajaría como mesera en un café del centro. Él trabajaría de chofer en una empresa de correo, su tío había hablado por él. Estabamos a dos meses de cambiar nuestras vidas cuando el mayor cambio nos golpeó.
- - Hablamé de ese día Elizabeth, por favor. - era obvio que tarde o temprano me iba a pedir eso, de eso se trataba de que yo viniera a verla. Tomé aire suavemente.
- Recordando el pasado...
- - Esé día había fiesta en el pueblo- puedo recordarlo aún como si cada vez viviera el mismo momento- Como hacía demasiada calor decidí ponerme una solera floreada que con unas balerinas conbinaban. Estaba ansiosa, tal vez era una de nuestras ultimas fiestas por un tiempo. Yo estaba con Cecilia esperando a que los chicos llegarán. Era más bien una feria. Se presentaban diferentes artesanos: en madera, cuero, comida y dulces, etc. Se proyectaban peliculas.Era familiar después los jóvenes seguíamos, casí siempre en algún boliche. Aaron había llegado pero nos dijo que Tomás había ido a ducharse porque se habían atrasado con la cosecha.
- Después de una hora y varios mensajes sin responder, decidí llamarlo. El celular dió mas de cinco tonos y salto al correo. Era rsro, Tomás no era de hacerme esperar o de preocuparme. Sentí una opresión en mi corazón. Disque un par de veces más y nada: - Hola, soy Tomás ahora no puedo atenderte, deja tu mensaje. Le pedi a Aaron y a Cecilia que por favor me acompañaran. Tal vez se le hubiese roto la camioneta en el camino y dejo el celular olvidado en su casa.
- En ese momento se escuchan unas sirenas, era un móvil policial que se dirigiá a la ruta.
- Nosotros salimos unos segundos después y desgraciadamente teníamos que hacer el mismo camino que ellos. Nuestros hogares quedaban en esa dirección. Cecilia y Aaron iban hablando de no sé que, mientras yo me comía las uñas de los dedos las manos, era un hábito que no podía dejar ni prometiendo.
- A unos kilómetros saliendo del pueblo se veían juegos de luces en rojo y azul. A medida que nos acercabamos pudimos darnos cuenta claramente que había un accidente, los policias estaban cortando la ruta y no dejaban pasar. Aaron se bajó y nos pidió que nos quedaramos en el coche. Veo que nuestro amigo se acerca a hablar con un oficial, esté mueve las manos y asiente después de unos intercambios de palabras. Desde mi posición se ve como el cuerpo de Aaron se va encorvando como abrazándose a sí mismo, segundos después se agarra la cabeza y se gira hacía nosotras, en ese momento se le veía el rostro descompuesto. Nunca sentí tanto miedo y pánico como en ese momento. Mi voz interior gritaba Nooooo. En el instante en que Aaron me miró lo presentí y cuando cayó de rodillas me lo confirmó y mi corazón se aseguró de no parar, se desgarró, se enlenteció pero no se paro. Se me detuvo el tiempo. A un costado de la carretera estaba la vieja Ford de Tomás, de costado, aquella caja metálica que nada podía con ella. Me hubiese gustado haber reaccionado antes pero mi cuerpo no me lo permitía. Al comprender lo que estaba pasando no quería aceptarlo, no quería bajar del auto. Mis brazos estaban dormidos y flácidos. Aunque comencé a llorar en silencio, me temblaron las manos al chocar con el frío metal de la manija al abrir la pierta del Fiat. Las piernas parecían un flan y arrastrando los pies caminé el camino más largo de mi vida. Cuando Ceci reaccionó yo estaba llegando a donde estaba mi amigo y el oficial. Aaron sintió que alguien avanzaba a su espalda, se levantó de apuro y se abalanzó a abrazarme diciendo que no podía ir, que no podía verlo así en ese estado. Fue en ese momento en que me di cuenta que estaba en shock. Lloré, grité, pataleé y hasta golpeé a mi amigo suplicando que me lo dejaran ver. No me importaba estar haciendo el ridículo, yo quería verlo. Quería demostrar que era mentira. Supliqué para que solo me dejaran verlo cinco minutos. Aaron rogó y prometió al oficial, esté último asintió y me acompañó.
- Y ahí estaba como si fuera un pedazo de cosa tirado en la ruta tapado por una bolsa plástica. Lloré y grité al cielo con mis puños cerrados con fuerza. Y maldije que si existía un Dios y era dueño de lo justo, que esto no me podía estar pasndo a mi, no podía estarle pasando esto a Tomás. Caí de rodillas sin importarme si el asfalto me lastimaba. Aunque las sentí arder, no se comparaba con el dolor de mi corazón. Primero corrí el nylon para poder ver su rostro, y mi alma más no pudo caer. Dí un alarido desgarrador. Acaricié su bronceado rostro, tenía varios cortes en el lado izquierdo de su cara. Su cabeza se estaba inflamando, besé sus labios inexpresivos, ya estaban fríos. Mis lágrimas tibias caían en su rostro. Tomé su mano y lloré desconsoladamente. Su cuerpo se estaba enfriando. Una parte de mi se había marchado, me había dejado sin quererlo. Había perdido a mi amor. Lloré por todo lo que teníamos por delante, por todo lo que teníamos por vivir y que no íbamos a poder hacer realidad. Salí de mi mutación cuando mi cuerpo estaba empapado, no me había dado cuenta que garuaba. Oí voces pero no oía lo que decían, sentí un par de brazos hacer fuerza y tomar mi cuerpo moribundo. No quería levantarme, no quería irme, no quería dejarlo. Quería que él se levantará, que me sonriera de costado, que me calmará y que me dijera que todo era una pesadilla. Pero no, era mi triste realidad. Ceci acarició mis cabellos, trato de relajarme y me ayudo a kr hasta el coche.
- Los pocos kilómetros se nos hicieron eternos. Ceci me acompañó en todo momento, sé que en la vida voy a tener una amiga mejor. Abrió mi casa, me llevó a mi cuarto, escaleras arriba. Me acompañó hasta la ducha, en un momento casí me caigo y cuando me tomó nos abrazamos y lloramos juntas. Después de lo que pareció una eternidad ella abrió la ducha me ayudó a desvestirme y me dejó bajo las gotas de agua. Estuve hasta que salió fría y después de eso una hora más sentada en el piso con la piel arrugada.
- Quería saber como parar ese sufrimiento que tenía arraigado en mi pecho y que recién comenzaba. Cómo parar con tanto dolor? Si lo más simple fuera acompañarlo en está travesía, pero sería una egoísta. No quería cerrar los ojos, porque lo veía a él. Esa mirada cielo que me encandilaba día a día hasta ayer. Era verdad ayer lo ví por última vez... cuando nos despedimos al atardecer, me había regalado un ramo de margaritas silvestres que ahora se marchitaban en un florero encima de mi mesa de luz.
- Cada vez que cerraba los ojos aparecía un recuerdo. Ya no tenía lágrimas pero seguía llorando. Sentía hinchadós mis ojos al igual que mi boca y estaba seca. Cecilia entró con un toallón y me arrastro de la ducha hacía el cuarto.
- - Eso fue lo que viví ese día. - dije absorbiendo por mi nariz, y secaba mis lágrimas con el puño de mi buzo azul.