OLIVIA
Yo creí tener una idea de que era el amor, pero me equivoqué.
Yo seguía amando a Jean sobre todas las cosas, a pesar de que lastimo mi alma, y dejo golpes en mi cuerpo. No entendía lo que yo sentía.
Puse su felicidad primero que la mía, deje de lado mis problemas y me centre en él. Pero a esto no se le puede llamar amor, a alguien que no valora ni tu opinión, a alguien que juzga sin saber cómo te sientes, a alguien que no te deja ser tu misma.
Dicen que, en una relación, uno siempre ama más que el otro. Yo amé más Jean que a mi propia vida, puse su vida primero que la mía, eso fue un gran error.
Un amor que merece llamarse amor, es ese que comprende, entiende, respeta, que no juzga, que haga que tu pequeño mundo se derrita ante él y, sobre todo, que el perdón es lo más importante. Porque el perdón sana corazones, el perdón es como una vida más en este juego llamado vida.
Una vez una persona me dijo que hay una diferencia entre el perdón y las disculpas. Las disculpas se les dice a las cosas que talvez van a volver a pasar, como; disculpa si te empujé, disculpa si te interrumpí, etc. Pero perdón les dice a las cosas que no volverán a pasar, como; perdón si te hice sentir mal, perdón si te ofendí, etc.
Pero a lo que me refiero, es que el decir perdón a alguien, es porque sabes que no quieres seguir haciendo las cosas mal, que no quieres volverlo hacer, que no quieres volver a lastimar a esa persona.
★★★
Después de llegar de la universidad, hice algunas tareas hasta que se hizo de noche. Mi tía dijo que tenía mucho trabajo y que llegaría tarde a casa, igual que mi tío.
Decidí ver una película, pero no pude terminarla porque sentía mucho sueño, pero a la vez no quería dormir, porque seguía teniendo pesadillas con Jean. Mi cabeza no dejaba de reproducir los momentos más dolores que pase con él. Mi cabeza era como un disco rayado.
Así que fui hasta mi habitación y me recosté en la cama, levante la mirada hacia el techo, encendí mi lampara, y vi las estrellas. Ver las estrellas me hacía sentir en paz.
Empecé a recordar al chico de ojos verdes, el que me abrazo y con solo eso, sentí que entendía mi dolor. Estar con él era como estar en el cielo, tocando las estrellas.
★★★
Los días siguientes en la universidad, veía a Patrick a lo lejos. Trataba de que él no me viese, ya que pensaría que lo estaría acosando, pero no, no tenía ninguna intención de acosarlo, y menos de acercarme hablar con él.
Un fin de semana decidí no salir de mi cama, ya que me sentía muy cansada. Escucho que tocan la puerta, me pregunte quien seria, iba bajando las escaleras, muy tranquila. Abrí la puerta, y lo vi a él.
A Jean
Vi como sus ojos se oscurecían mientras se acercaba a mí, trate de retroceder, pero choque con una mesa que hizo que se cayera un jarrón.
—¿Pensaste que ibas a escapar de mi Olivia? —estaba enojado.
—¿Como… me encontraste? —la voz se me entrecortaba.
Quise gritar, pero me tapo la boca con su mano, cerró la puerta a sus espaldas, y me pego en ella.
Por dentro volví a tener ese miedo, ese mismo miedo que ocasiono la primera vez en mí, el día que fuimos a la playa. Con una mano estaba tapando mi boca, y con la otra mano empezó a recorrer mi cuerpo.
Sentí como salía la primera lagrima de mis ojos, como mi cuerpo estaba temblado ante su tacto, sentía que me estaba quedando sin aire. No dejaba de ver sus ojos, los mismos como la primera vez. Trate de zafarme de su agarre, pero fue peor. Me tomo del cabello y me volteo, haciendo que chocase con la puerta.
—¿Porque no me dejas en paz? —dije mientras cada vez salían más lágrimas de mis ojos.
Y lo último que dijo fue: —Siempre estaré aquí. —mientras su dedo tocaba en mi sien.
Me empujo hacia las escales y se marchó.
Subí hacia mi habitación corriendo, cerré la puerta atrás de mí. Y caí sentada, tratando de controlar mi respiración, tratando de no colapsar, tratando de no desmayarme del miedo.
Pero lo hice, caí en la perdición.
★★★
Vivía con esos vacíos en mí. Vacíos que pensé que jamás los llenaría. Vacíos que cada vez se hacían más profundos con cada palabra de Jean.
Todos tenemos vacíos, que a veces hay personas que vienen y llenan eso vacíos, pero nunca hay que esperar de alguien sino hacerlo nosotros mismos.
Me encontraba en mi habitación, hasta que mi tía toco la puerta.
—Liv, ¿ya estas despiertan?
—Sí, tía. —me levanté de la cama y abrí la puerta. Vi su rostro y al parecer tramaba algo.
—Bueno, ha llegado algo para ti, y está en la puerta. —dijo, mientras se le escapaba una pequeña risa. Supuse que serían las cosas que pedí en línea, ya que pronto seria otoño, porque lo único que tenía era ropa de verano.
Sentía una cierta emoción mientras bajaba las escaleras, mi tía estaba sentada en el sofá con su esposo. Definitivamente tramaban algo.
Abrí la puerta y me llevé la mano al corazón. Era Estefany. No podía creerlo, ¿qué hacia ella aquí? Creí que estaba soñando.
Por favor que alguien me eche agua en la cara.
Ella se abalanzo hacia mí y dijo:
—¡Sorpresa Livi! —no podía creerlo. Extrañaba mucho a mi mejor amiga.
—¿Pero, como llegaste? Con razón ayer no respondías mis llamadas, pensé que era la diferencia de horario.
—Vine con mi papá. Él tiene que resolver unos temas aquí, así que le roge para poder verte. No sé cuánto tiempo estaré aquí, pero de seguro serán unos meses.
Se me olvido de que el papá de Estef, es un famoso empresario, por eso viaja casi siempre. Me alegraba que ella estuviera aquí conmigo, no me importaba si solo fuera por unos meses. Ella me hacía sentir como en casa.
—Cierto, se me había olvidado lo de tu padre. Te he extrañado muchísimo. —no nos separamos por un buen rato, quise llorar de la emoción.