~ ~ ~ DIARIO ~ ~ ~
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Arielle ha comenzado a dormir toda la noche, sólo me levanta una vez para la toma de las tres de la mañana, y de ahí, hasta las seis vuelve a solicitar atención; es interesante ver, cómo ha tomado un poco del ritmo de su madre, por la mañana, después de desayunar, la señora Veatriz revisa sus correos en la computadora de escritorio que tiene en la sala. A mediodía, cuando la bebé comienza a inquietarse, juega un rato con ella en un tapete en el suelo, le coloca juguetes a su alrededor y la estimula a alcanzarlos.
Considero curioso ver el cómo la bebé se emociona cuando llega el señor Eduardo; en cierto día trajo una sorpresa consigo en una caja, la colocó enfrente de Arielle y se escuchó el maullido de un gato, de inmediato la señora alzó la tapa y le brillaron los ojos de alegría; el minino saltó de la caja y al verlo, Arielle gritó y comenzó a moverse para tratar de tocarlo, fue tanta su desesperación que dio sus primeros gateos, hasta que se cansó y comenzó a llorar; el señor Eduardo la consoló, cargó al gatito y llevó a ambas a la silla mecedora donde se aseguró de tomar las patas del gato para que se quedara quieto y evitar que rasguñara o asustara a la bebé.
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Al pasar los días, mi rutina volvió a ser la de antes del nacimiento, despertar a las seis de la mañana para preparar el desayuno, hacer la limpieza en las habitaciones y apoyar a la señora Veatriz cuando la pequeña se inquietara. El resto del tiempo volví a mis lecturas para continuar repasando los idiomas, poco a poco me fui adaptando a hablar en las tres lenguas, venían socios conversando en inlgés, otros en francés y la señora me hablaba en español; la abuela Adelaide continuaba visitándonos los fines de semana y me explicaba aquellos términos que no comprendía en los libros, decía que eran modismos o diminutivos. Incluso, se ofreció a enseñarme a tocar el piano para que a su vez, yo pudiera educar a Arielle.
Se volvió un sueño el vivir con ellos, me sentía parte de la familia.
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Los fotógrafos de la empresa de la señora, llegaron a realizar una sesión de fotos a la pequeña con todos los disfraces y mamelucos que le habían comprado: al principio, Arielle se asustó con las luces del flash, pero luego hasta se reía a carcajadas, se ponía seria o hacía gestos muy tiernos.
Sin duda, podría llegar a convertirse en una pequeña modelo.