Amandalandia, Ciudad Punto fijo, Año 2120
La noche estaba en todo su apogeo, con la luna creciente alumbrando levemente los cielos nocturnos; formando una ola grisácea que tragaba a una pequeña nube solitaria. Sin plena vista a las estrellas.
Las avenidas de la ciudad de "Amandalandia" eran estrechas, solo los taxis podían pasar por las pistas empinadas, las casas eran coloridas y desgastadas por los años a causa del caluroso verano y de lluvias del invierno que de vez en cuando ocasionaban apagones inesperados y gruñidos de frustración por toda la vecindad de los "Girasoles". Esa noche, después de que Eliana llegara cansada de la Universidad se encerró en su cuarto. La habitación tenía un armario caoba de cuatro metros de ancho y tres metros de alto, en donde se hallaban varias fotos vistosas, alegres y locas de sus cuatro amigos, y un espejo pegado que la reflejaba. Tenía el rostro redondo, piel almendrada, cabello castaño desordenado y ondeado, no tenía problemas con llevarlo largo y suelto. Pues si lo sujetaba en una cola de cabello, sentiría estrés por lo ajustado que estaba y no era una buena opción llevarlo medio suelto, porque después se desarmaba. Cada uno con su propio rollo, pensó ella. Llevaba una cómoda blusa celeste, un par de jeans ajustados hasta lo tobillos y zapatillas blancas.
En una esquina del cuarto, un estante lleno de libros leídos y por leer reposaban ordenadamente, algunas que nunca devolvió a Chris y otras que se encontró tirados en el barrio. En la otra esquina, un pequeño escritorio de madera se encontraba encima la laptop gris que estaba llena de pegatinas con ilegibles recordatorios coloridos, muchos de ellos acerca de sus trabajos de la universidad. No muy lejos de la mesa, casi en el centro de la habitación se hallaba un adorable reloj de panda, obsequio de Ros, que descansaba tranquilamente indicando las ocho y diez de la noche pegada en la pared. Frente al mueble y del reloj, estaba la cama cubierta por una frazada con dibujos de animes tejidos que Barbie aprendió en una de las clases extras de su facultad.
Por último, en su ventana se hallaba un atrapa sueños lila que más lo usaba por pura decoración, y porque por raras y extrañas razones, le traía nostalgia.
Eliana sin importar cambiarse de ropa, se acostó en su suave cama, tratando de dormir un par de horas con el fin de volver a despertarse y comenzar con sus tareas pendientes de la universidad, pero apenas ella pudo cerrar sus delgadas y cortas pestañas el sonido de una llamada entrante acaparó sus oídos volviéndola a la lucidez de inmediato. Soltando un fuerte alarido de frustración hacia su techo. A regañadientes se levantó de su cama y miró su insistente celular; que ya había cortado la llamada y que por tono tenía el irritante canto de un gallo. Eliana hizo una nota mental de cambiar el tono de llamada, y de hacer paga a Ros por cambiarle el sonido.
Segundos después, varias notificaciones provenientes de los mensajes de Whatsapp alborotaron su celular que no paraba de vibrar como loco entre sus manos. Entonces, observó que era el grupo que compartía con sus amigos.
Por el privado Chris parecía estar convulsionando con stickers su galería. Apresurada, leyó todos los mensajes, poco a poco concluyendo que su amigo alias "el cachorrito" necesitaba ayuda. Ayuda para matarlo. Bueno, no. En realidad, para una situación rara que, según él, necesitaba ser resuelta con suma inmediatez. Pero Eliana, solo esperaba que Chris las recibiera en su linda casa con dulces tazas de café caliente y un par de arepas, la única especialidad culinaria de su amigo según ella.
Llegando a la puerta de Chris, Eliana se encontró con Bárbara y Ros. La primera mayormente tenía ojeras ocasionadas por los estudios que resaltaban gracias a su notable piel blanca, su rostro era ovalado y usaba lentes. Llevaba el cabello rojizo suelto, lo cual mostraba la mezcla entre rulos y el lacio que siempre se le enredaba por más que lo peinaba, sus dedos largos y finos sostenían su mochila colgando sin ganas a lado de su hombro. Al parecer había llegado de la biblioteca. Estaba usando una remera larga, jeans ajustados y un par de zapatillas negras. La segunda a su lado, más alta que Barbara y Eliana, también tenía lentes que los usaba más cuando estudiaba, calibraba bien con sus ojos grises y su piel tostada. Llevaba igualmente el cabello suelto, corto y de color chocolate. Su estilo de vestir se asemejaba al rockero, por lo que usaba una camiseta blanca de disney, una chaqueta de cuero negro, un par de pantalones rasgados en la rodilla y botines del mismo color.
— ¿Alguien sabe lo que le ocurre a cachorrito? —preguntó cruzándose de brazos— ¿Será otra vez la innombrable?
—Ni idea —ambas le respondieron al unísono,y justo a tiempo cuando Chris abría la puerta. Mostraba un rostro de espanto y cansancio. Él era de contextura delgada, alto y de cabello y ojos castaños. Rostro ovalado, facciones angulosas y una barba casi visible. Su cabello naturalmente era desordenado. La moda no era un problema para él, vestía lo primero que tenía en su guardarropa, mayormente una camiseta, un par de jeans y unas zapatillas cómodas, pero en ocasiones especiales podías verlo con nuevos atuendos.
Les hizo un ademán de que pasaran y las tres chicas lo hicieron.
— ¿Cuál es tu tormento niño? —le inquirió Ros. Ojos curiosos arrastrándose por toda la sala en busca del bendito problema que agraviaba el corazón de su amigo.
— De pana, no me lo van a creer, pero está este gato que no me deja en paz, se comparta raro, por un rato está de buenas y por otro lado está de muy malas. El carajito me arañó toda la espalda —dijo Chris, girándose y alzando una parte de su camisa, enseñando de ese modo la zona rasguñada.
Bárbara silbó.
— Ese gato sin duda te ama.
— ¡O es un Sereton! —exclamó Ros, los ojos brillándosele de la emoción. Amaba lo paranormal. Y ellos tampoco eran la excepción.