Caigo de nuevo por millonésima vez ¡me enojo como nunca! no me sale el vuelo por los aires, vuelvo a subir otra vez a lo más alto de la montaña ¡no me importa! lo intentare hasta lograrlo. Cuando llego a lo más alto de la montaña otra vez, me doy cuenta que ya está atardeciendo pongo las manos en mi pecho y toco la cadena que tengo desde que era pequeña es muy importante para mí. Ya llevo varios días en tierra firme así tengo que aprender a volar, por última vez en este día cierro mis ojos, relajo mi mente y lo único que pienso es en tomar el vuelo, inhalo y exhaló aire repito el proceso dos veces más y abro mis ojos al igual que mis alas, me pongo en posición y corro lo más rápido que puedo cuando, llego al filo de la montaña me impulso y tomo el control de mi peso para no dejarlo caer otra vez, comienzo a mover mis alas y lo logro. Logro volar –sonrió- estoy feliz de mi vuelo, el cielo, las nubes, el atardecer y el sol son los más hermoso que pudo existir creo que ellos siempre te seguirán día a día, noche a noche la única diferencia es el sol y la luna, la una brilla en el día la otra en la noche, existen muchas semejanzas.
-¡Logre hacerlo!, ¡por fin! – lloro de felicidad, fue un esfuerzo mío, día tras día, tanto que sufrí. Mientras gozo de mi felicidad él aparece frente a mí.
-Al fin lo lograste, tardaste mucho tiempo – lo dice un poco amargado pero después se relaja, nos miramos, pero la mirada de él es de furia, lo detesto no lo quiero ver después de este castigo. La verdad para mí fue una lección que tuve que aprender a las malas.
-¿Qué haces aquí?- es lo único que me atrevo a preguntar enojada.
-He venido a felicitarte y a llevarte a tu nuevo hogar –me acerco a él un poco y admito que me intimida más de lo normal con su aspecto de hombre fortachón, hasta casa ya tengo bueno no hogar pero si donde vivir “no quiero ir a otro lugar”.
Me burlo. –No quiero ir a otro lugar estoy bien donde he estado viviendo durante todo este tiempo bueno donde pertenezco- ahora su mirada cambio a una oscura y malévola.
-¡Este no es tu hogar, tu lugar siempre ha sido conmigo! – ¿qué mierda? -¡ni pienses que te vas a quedar aquí! además yo soy el responsable de ti- me señala con su dedo.-¿Sabes qué tipo de ángel eres por lo menos?, ¿te lo dijeron?- no quiero pelear con él, pero es que a veces me irrita.
-No nunca me lo dijeron – digo rendida. Es verdad lo que digo y espero que me crea aunque está hecho una furia.
-Vamos – me coge de la muñeca y me arrastra con él, pero yo toda una salvaje trato de soltarme y huir cuando estoy a punto de conseguirlo él se gira donde mi fulminándome con la mirada. –No me provoques jovencita malcriada – yo asiento y obedezco, creo que huir es mala idea.
**
-¿Dónde estamos?- esto no es el cielo si no la tierra. Quiero ir a casa.
-Bienvenida a Grecia, aquí es el hogar de los ángeles mayores.
-No es en el cielo, creía que sí.
-Lo es pero ahí no hay como construir una casa o tener un escritorio para escribir pergaminos.
-¡Ah!- abro mi boca – Y ¿porque estoy aquí? - veo un asiento vacío y me siento –acaso viviré en este hermoso lugar de ancianos – muestro mi perfecta sonrisa.
-No, aquí no y para aclararlo no perteneces a nosotros ¿sabes a lo que me refiero?
-Si, si y si – lo sé, no tengo una mayoría de edad alcanzada – me da iras, quién invento esa norma.
-Bueno te llevare con los otros, trabajaras para mí y es una orden no te estoy preguntando si quieres.
De lo lindo que es, esté me cayó fatal, pésimo, se cree poderoso el muy imbécil.
-Si, señor – ahí termino mis palabras y mis dulces sueños con este hombre.
-Mi amor – escucho una voz femenina, la miro y es hermosísima seguro es la enamorada o esposa de este hombre. ¡Auch mi pecho! regresa a verle con una sonrisa y le saluda dándole un beso, pues cómo no, es más alta que yo, su fina figura le hace resaltar entre todas las mujeres que he conocido, aparte de ser rubia y de ojos azules es un ángel dorado “supongo’’, si vive aquí –me levanto de la silla y le digo a Diocles.
-Le espero afuera – le trato de usted y él se regresa a verme pero yo no, solo ignoro esa mirada.
Cuando estoy fuera miro a mi alrededor y parece que estoy en el paraíso, es hermoso este lugar para ser de la tierra veo que hay una fuente de agua hecho de mármol blanco, me sorprendo porque exista este tipo de piedra. -¿En qué año estamos?- me pregunto a mí misma, miro a todos lados pero solo hay ángeles y más ángeles con papiros y libros cargados en sus brazos.
-Estamos en el año 470 d.c –me giro y es Diocles quien respondió a mi pregunta. Es ese año, me asombro más de lo que debería. -Ven te daré tus obligaciones- me encamino con el atrás suyo.
-Llegamos. ¿Qué tal? sé que te va gustar clasificar los papiros de las personas ya muertas, quiero a un lado los papiros de las personas buenas y al otro lado las de las personas malas y al otro las que ya murieron- no lo creo, veo un montón de papiros, millones mejor dicho me demoraré décadas en clasificarlos. –Los quiero en una semana ¿seguro ya sabes los días de cómo va el calendario griego?- mis ojos se salen más de lo normal “calendario”, no, para nada apenas contaba los días que estaba en tierra firme. -Lo sospechaba, toma- me da unas hojas muy viejas y son del calendario de Grecia, lo bueno de esto es que puedo hablar muchos idiomas, yo asiento la cabeza en respuesta de un gracias y él se marcha dejándome sola con todos los pergaminos.
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Editado: 26.07.2021