Todavía recuerdo ese día, el día que mi mundo cambió y todo se volvió infinitamente roto.
El viento helado y el olor de la muerte se asoman por ahora. La humanidad ha manchado y “limpiado” este planeta desde sus inicios, el dolor, la sangre y la extinción siempre van de la mano en la vida efímera y bélica de los “amos” que rigen este mundo.
—¡¿En serio creen que vive el más fuerte?!
La noche nunca es capaz de brindar más luz de la que debe porque sabe que nosotros jamás haremos las cosas bien mientras ella cubre nuestras injusticias.
Me encuentro vigilando con binoculares a Taylor, y si, con esa voz es suficiente para comprender que algo no anda bien en su cabeza pero en la guerra eso es lo que menos importa cuando tu sabes que regresaras peor de lo que te fuiste. Los edificios o bueno sus ruinas son los cuarteles perfectos para el enemigo y dejarles entrar poco a poco solo les permitirá empezar a hacer sus madrigueras, tal ratas comenzaran a llegar mas y mas.
Escucho escasamente a Taylor que continuaba hablando, aunque las herramientas de vigilancia están desgastadas, la voz chillona y de locura de Taylor les hacían funcionar a la perfección.
—¡Patéticos!. —Taylor continuó hablando pero su andar se detuvo frente al hombre que estaba arrodillado con un gesto de molestia en su rostro lleno de moretones. —¡Sobrevive el más listo!. —Levantó su pierna y puso su pie sobre el hombro del mayor. —Te veré en el infierno cariño —Le empujo para caer de espaldas de ese gran edificio.
—¿Taylor ya se había atrasado no crees? —deje los binoculares de lado para ver al chico que hablo, Nate.
—Si tenemos suerte no tardará —dije y regresé la vista al mismo lugar.
Un montón de hombres comenzaron a rodearla con el uniforme carmesí de Los Europeos del centro. Taylor comenzó a retroceder lentamente hasta la marquesina rota donde había lanzado a su comandante momentos antes.
—¡Oh no! —añadi un poco alarmada.
Todos los que hemos trabajado para la comandante más joven de la brigada de los invisibles sabemos que saltará sin importar si hay algún Air cerca.
—¡Oh sí! Es tu turno hermanita pequeña
—¡Pudrete Nate! —Presione de lado mis gafas para que se convirtieran en casco.
Me levanté y retrocedí unos metros para tomar impulso y salté mostrándole el dedo de en medio al tarado que me miraba mientras caía. Cerré los ojos y di la vuelta para caer de frente.
¡Mierda Taylor no tienes que aprovechar cada oportunidad para morir!
Supongo que acostumbrarse a ser parte de nada hace más fácil convertirse en lo que los porteños nos llaman a veces, “Air” se convierte en apodo y los D'Angels es para siempre.
La tecnología ha hecho que pequeñas cosas puedan juntarse, crear músculos y partes del cuerpo en cuestión de segundos. Los países “Tercermundistas” se volvieron parte de una Región completa donde ser tercero está mal y la guerra los convirtió en armas con fuerza, poder para desaparecer, rapidez o las alas en seres demoníacos.
—Es mi turno hermana —Abrí los ojos.