Al amanecer, Emma y Daniel se despiertan muy temprano. Es el día de la partida de Daniel. En la cocina hay un aroma de café y pan tostado. La conversación es ligera, llena de recuerdos y risas para aliviar la tensión de la inminente partida de Daniel.
—Recuerda llevar contigo los informes de la reunión de ayer –dice Emma, mirando la maleta de Daniel con ojo crítico.
—Están en mi maletín, Emma, no te preocupes –le asegura Daniel, sonriendo ante su preocupación.
Pronto llega la hora. Daniel toma su maleta y, con un último abrazo a Emma, sale del apartamento para coger el taxi que lo llevará al aeropuerto.
Mientras factura sus maletas y realiza el check-in, un pensamiento súbito le golpea. Se ha olvidado algo. Saca su teléfono y marca el número de Emma.
—Emma –dice cuando ella contesta–, creo que he olvidado el informe que quiero repasar en el avión. Entra en mi ordenador, toma nota de la clave de arranque –Daniel se la da–. En el escritorio del pc está el fichero, envíamelo, lo leeré en el móvil.
Emma así lo hace. Una vez enviado el fichero desde su cuenta de correo de Gmail, ve algo que la llama la atención en la pantalla, una foto de una mujer. Sólo se le ve la cara. «Quizás es alguna chica para alguna selección en la empresa», piensa. Pero le parece muy guapa y algo en ella la hace desconfiar. Mira en algunas carpetas a ver si hay más fotos, pero no encuentra nada, entonces mira en la papelera de reciclaje. No hay muchos ficheros, sin duda se ha borrado recientemente, pero sí encuentra dos fotos más, una de ellas de una mujer desnuda muy voluptuosa. Rápidamente apaga el pc.
A pesar del pequeño contratiempo del informe, Daniel se encuentra emocionado mientras se embarca en el avión. Recuerda sus primeros viajes, cuando solía volar en clase turista, con espacio limitado y asientos incómodos. Ahora, viajando en business, la experiencia es completamente diferente. Los asientos son espaciosos y cómodos, y el servicio es impecable. A pesar del largo vuelo, Daniel se siente relajado y cómodo.
Mientras el avión despega, su mente se llena de pensamientos del nuevo proyecto. Sabe que surgirán complicaciones.
Finalmente, después de diez largas horas de vuelo, Daniel llega al Aeropuerto Internacional de Monterrey. Por los altavoces del avión, se anuncia la temperatura local, 32 grados, un fuerte contraste con el día anterior en Madrid.
Bajando del avión, Daniel atraviesa la aduana, y una ola de calor lo envuelve al cruzar las puertas del aeropuerto. El ambiente es notablemente diferente, pero Daniel está emocionado por la nueva experiencia. Se pone sus gafas de sol y busca la cara familiar de Raúl.
Entre la multitud, le ve, su viejo amigo y ahora su enlace en México. Raúl es un hombre alto y delgado, de tez morena y una sonrisa amplia. Levanta la mano y saluda a Daniel.
—Hola, Daniel. ¡Bienvenido a Monterrey! –dice Raúl, estrechando la mano de Daniel con firmeza.
El encuentro es agradable y rápidamente se dirigen al hotel en un coche con aire acondicionado que ayuda a mitigar el calor intenso.
—Debes estar cansado del vuelo, Daniel. Descansa bien esta noche. Mañana te recogeré temprano y te llevaré a la oficina para presentarte a tu equipo –explica Raúl, con tono amigable y relajado.
Después de hacer el check-in en el hotel, Daniel sigue a un amable botones hasta su habitación. El empleado del hotel, un joven amable con un uniforme impecable, guía a Daniel por los pasillos lujosamente decorados del hotel.
—Bienvenido a nuestro hotel, señor –dice el botones, sosteniendo la puerta de la habitación abierta para que Daniel entre–. Aquí tiene su habitación, esperamos que disfrute de su estancia.
Daniel mira a su alrededor, impresionado. La habitación es espaciosa y está elegantemente decorada, con grandes ventanales que ofrecen una vista impresionante del bullicioso centro de la ciudad.
El botones lleva las maletas de Daniel hasta un rincón de la habitación y luego señala las diferentes características de la habitación: la cama grande y cómoda, el elegante escritorio de trabajo, el baño de mármol con una ducha grande, y el minibar bien surtido.
—Si necesita algo, no dude en llamar a la recepción, señor. Estamos aquí para servirle –dice el botones antes de marcharse con una buena propina que Daniel le entrega como agradecimiento.
Una vez solo en la habitación, Daniel se permite relajarse por completo. A pesar del largo viaje y del cambio de ambiente, se siente cómodo y bienvenido en su nueva ciudad temporal. El hotel, con su hospitalidad y su lujo, es casi como un hogar lejos del hogar.
Después de deshacer su maleta y ducharse, Daniel se sienta en el escritorio y mira por la ventana. Las luces de la ciudad de brillan bajo el cielo nocturno, pintando un paisaje urbano vibrante y emocionante. Siente un cosquilleo de anticipación al pensar en el día siguiente, está listo para comenzar su trabajo y conocer a su nuevo equipo.
Antes de dormir, llama a Emma. A pesar de la distancia, su voz por el teléfono le hace sentirse conectado a casa.
Tras ello, Daniel busca algo para entretenerse antes de dormir. Enciende la televisión y comienza a explorar los diferentes canales en busca de algo interesante. No encuentra nada que le atraiga o le entretenga. La programación convencional no logra captar su atención, lo que lo lleva a considerar otras opciones disponibles en la televisión del hotel. Recuerda que, en muchos hoteles, hay canales para adultos disponibles, aunque requiera un pago adicional. Con cierta curiosidad, Daniel decide acceder a uno de esos canales.