Mirando por la ventana de la patrulla como si cada segundo pareciera una eternidad, Dorian llegó a casa. Entró por la puerta de manera desorientada, tirando su mochila en el sofá. Subió rápidamente a la habitación de sus padres, con una mirada perdida que revelaba el peso de la tragedia. Una lágrima se deslizó por su rostro, pero en un instante, recordó las palabras de su padre: "Nosotros, los Thereon, no podemos, mejor dicho, no debemos mostrar debilidad". Ahora, más que nunca, debía ser fuerte.
Caminando decaído hacia la habitación, Dorian notó la presencia de un hombre extraño, una sombra que se esfumaba cada vez que intentaba acercarse. Una lágrima más se escapó de sus ojos, pero esta vez, no por la tragedia, sino por la ira que lo envolvía. Recordando las enseñanzas de su padre, Dorian decidió confrontar a la entidad.
"¡Tú, imbécil!", gritó Dorian con furia. En ese momento, la entidad desapareció, como si la ira de Dorian tuviera el poder de ahuyentarla. Sin embargo, Dorian no se detuvo. "¡Sal, sal de mi vida!", exclamó una vez más. Cuando vio al extraño sujeto desvanecerse, una inquietud lo invadió. Algo no estaba bien.
Dorian se preguntó, exhausto, si aquel ser oscuro era el responsable de la tragedia que le arrebató a sus padres. Cansado y abrumado, lanzó su teléfono sobre el escritorio y, vencido por el agotamiento físico y emocional, se desplomó en la cama.
La habitación se sumió en un silencio turbio, solo roto por la respiración agitada de Dorian. Mientras la oscuridad se cerraba a su alrededor, las sombras inquietantes parecían danzar, llevándose consigo los secretos que acechaban en los rincones más oscuros de su vida.
Al despertar de su profundo sueño, Dorian se encontró inmerso en un torbellino de pensamientos. Con la mirada fija en el techo de su habitación, su mente trabajó en desentrañar el enigma que rodeaba la trágica muerte de sus padres. La pregunta primordial se elevó como un eco persistente: ¿Fue un giro del destino o un acto orquestado de manera maestra?
La sospecha se acentuó al recordar la fatídica noche en que eligió visitar el modesto restaurante frecuentado por plebeyos. ¿Casualidad o causalidad que, justo en ese momento, sus padres perdieran la vida en las cercanías de ese sitio? La conexión entre su elección y el sombrío destino de sus padres era innegable, y el peso de esa realidad se instaló en su conciencia.
La violencia con la que la muerte los reclamó también desconcertaba a Dorian. No estaban en uno de sus habituales viajes de negocios; algo más siniestro estaba en juego. Sus mentes, siempre absortas en intrigas empresariales, ahora yacían en el mismo lugar donde la vida de Dorian solía mezclarse con las risas y conversaciones de aquel rincón humilde.
Las prendas que vestían, más semejantes a uniformes de algún cuerpo militar que a la distinción usual de los Thereon, añadían capas adicionales a la enigmática trama. ¿Por qué llevaban un símbolo familiar, pero diferente? La familia Thereon, arraigada en la creencia del loto como símbolo de iluminación y resurrección, ahora veía su emblema transformado en una oscuridad profunda, acompañada por la radiante presencia de un sol.
La contradicción entre el conocido loto y el nuevo emblema negro provocó un escalofrío que recorrió todo el cuerpo de Dorian. La dualidad simbólica agitó sus emociones, como si la misma esencia de su familia se hubiera vuelto turbia y enigmática. Esa sensación de escalofrío
Al dejar atrás la vorágine de pensamientos en su mente, Dorian se puso de pie y, en ese instante, su teléfono rompió el silencio de la habitación. Con un atisbo de desagrado, respondió al llamado de su tío materno. Era evidente que su pariente no llamaba por genuina preocupación, sino más bien con la ambición de hurgar en las riquezas y el renombre de la familia paterna.
—Ya sé por qué llamas, tío —dijo Dorian con firmeza—. No es por preocupación, ¿verdad? Solo deseas nuestra riqueza y el nombre Thereon. Pero soy un Thereon, y nadie está por encima de nosotros.
La respuesta de su tío, engreída y presumida, resonó en el auricular. Un "hola, mi querido sobrino" cargado de arrogancia fue el preludio de una conversación que se volvía cada vez más incómoda. Dorian, sin dudar, interrumpió las formalidades y dejó en claro que ese no era el momento para pésames y condolencias. Había asuntos familiares que requerían su atención inmediata.
—Gracias, tío, pero no es el momento. Debo encargarme de los asuntos de mi familia —sentenció Dorian con determinación.
Ante la afirmación de su tío de ser parte de la familia, Dorian no titubeó en expresar su desagrado. Las palabras cortantes resonaron en el aire telefónico.
—Alguien tan bajo como tú no tiene el derecho de decir que forma parte de la familia Thereon. Deberías ser ejecutado —sentenció Dorian, y sin dar espacio para réplicas, colgó la llamada.
Decidido a dejar a un lado las complicaciones familiares, Dorian marcó el número de su tía paterna. A diferencia de su tío, ella era una persona estricta pero no desprovista de humanidad. Le confió la responsabilidad de lidiar con los asuntos prácticos y administrativos relacionados con la tragedia.
—Tía, encárgate de todo, por favor —le pidió Dorian, notando la preocupación en la voz de su tía.
—Niño, ¿cómo te sientes? —preguntó su tía con una genuina preocupación.
La respuesta de Dorian fue serena, aunque la fachada de fortaleza que intentaba mantener no pasó desapercibida.
—Estoy bien, tía. No podemos permitir que nuestra familia se vea afectada por sentimientos, a pesar de la pérdida de dos seres queridos —respondió Dorian.
Un suspiro escapó de su tía, consciente de la carga emocional que su sobrino estaba llevando sobre sus hombros.
—Niño, deja de actuar. Sé que la estás pasando mal. Descansa. Iré a visitarte para informarte de todo —prometió su tía antes de colgar.
Editado: 12.02.2024