Había una brisa fresca y reparadora que recorría del ala este a la oeste por las ventanas del departamento. Se sentía mucho más después de salir de la ducha tan sólo envuelta en una toalla.
Crucé el pasillo de esa forma y busqué en mi aparador la crema humectante corporal.
Ariadna aún no regresaba de la cena con Logan y la tranquilidad y soledad arraigada hacían parecer el departamento un lugar sombrío y propenso a un ataque. Muchos rincones estaban sumidos en la oscuridad, mi habitación inclusive, antes de encender la luz. Ese era el momento perfecto en las películas para que el asesino haga su aparición con un cuchillo de carnicero excesivamente grande y el rostro cubierto.
Pero no estaba cuando me senté sobre la cama untando la crema en mis piernas.
—Deberías asegurar mejor las puertas y ventanas.
Di un salto soltando todo menos la toalla alrededor de mi cuerpo y note por primera vez el rostro divertido de Seth detrás del cortinaje espeso de la ventana.
Mi respiración acelerada, la presión ascendiendo y mis piernas desarmándose en temblores. Maldita imaginación creativa, casi me infarto.
— ¿¡Qué demonios haces aquí, Seth!?
—Si en realidad crees que hay un asesino suelto en Ventura, deberías empezar a tomar precauciones —su voz neutral, emergía del otro lado de la alcoba, entre la puerta de madera y el ropero oscuro.
— ¿Y quién habló de un asesino?
— ¿No es de eso de lo que estás acusando a Viola? —Indagó él, acercándose. Me cubrí más con la toalla.
—Nadie ha dicho que ella podría ser la asesina del bosque.
Seth esbozó una sonrisa torcida, dando un paso más.
— ¿Asesina del bosque? —Repitió con sorna—. Pensé que tus sospechas sólo se inclinaban a saber de la muerte del homosexual, no que pretendías salvarlos a todos. ¿Qué sabes acerca de los suicidios? Apenas llegaste a este lugar y, ¿crees que puedes resolver un misterio que los forenses aquí no concilian manejar?
—No creo en bosques encantados, Seth. No hay bosques de sombras, y no existen los suicidios por ellas.
Sí, estaba siendo una hipócrita al decir que nos creí en ellas. Pero Seth tampoco parecía admitirlo, ¿cuál era su problema? No es como si pudiese reírme de algo que me causaba tanto miedo.
—Hace unos días dijiste que las veías —dio un nuevo paso con cautela y enarcó una ceja—, ¿ahora las niegas?
—Pareces demasiado interesado en eso como para no creer en ellas. ¿No estás escondiéndote también?
—Sólo busco la verdad igual que tú —se encogió de hombros.
— ¿Buscas la verdad? ¿La verdad de qué? ¿Es esa tu excusa para estar en el bosque a mitad de la noche, espiando a Mary Fanning con ese chico que la tenía sometida? ¿Qué hacías ahí Seth? Tú sí sabes de quien se trataba, ¿no es así?
El negro de sus ojos se afianzó a los míos por lo que me pareció una eternidad. Seth tenía esa capacidad de irritarme con su mirada salvaje y penetrante, sin decir ni una sola palabra.
Pero en la situación que me encontraba, esa vez se sintió amenazador, intimidante, lascivo en todos los aspectos. Retrocedí porque Seth, particularmente, no era la clase de chicos que inspira confianza.
Avanzó un paso desafiándome pero se detuvo. Electricidad estática nos rodeaba como por arte de magia y no podía comprender cómo es que sucedía.
— ¿Crees que puedo saber quién la asesinó? —Insinuó enarcando una ceja.
Él podía saber de quién se trataba y podía incluso ser él quien desaparecía a los jóvenes. Realmente su perfil no lo ponía en la lista de los chicos con los que deseabas encontrarte.
Pero tal vez sí, por la deliciosa forma en que sabía controlar mis emociones. Aunque jamás le daría un crédito por eso.
—Nadie ha dicho que esté muerta.
Seth endureció su semblante, la oscuridad que yacía en el par de agujeros que tenía en su rostro tenía un poder electrizante. En un par de zancadas se instaló frente a mí con una respiración jadeante y su cuerpo inclinado ligeramente hacia mí.
Acarició mi semblante enviando a remover mis terminaciones nerviosas y, conteniendo el aliento busqué mi libertad unos pasos alrededor.
¿Es que acaso nunca te enseñaron a respetar el espacio personal, maldito acosador? Está bien sí, me gustaba, pero también me sacaba de quicio.
—Besaste a Viola, después de que me besaste a mí en el bosque.
—No sabía que nos habíamos prometido fidelidad.
Mi palma ardió en el impulso de abofetearlo. Pero oteé mi entorno buscando un objeto afilado que pudiese dejarle una marca.
Yo sabía que tenía razón, pero es que no podía comprender cómo es que era tan imbécil cuando quería.
»Pero si bien recuerdo —cuando volví a mirarlo estaba encima de mí, su mano se extendió para acariciar mi labio inferior en un contacto magnético―, también te entretuviste en la fogata con alguien más. Vi tu actuación en el agua, bastante convincente aunque, si he empezado a descifrarte, creo que fue natural. ¿En serio no sabes nadar?
¿¡Pero qué demonios!? ¡Claro que no sé nadar, idiota! ¿Es que parezco desesperada por atención?
—Eso no te incumbe —me aparté con velocidad, aunque la suficiente a como se movía él―. Hablando de la noche, ¿recuerdas el bosque cuando encontramos a Mary? Desperté en el hospital unas horas más tarde. ¿Tú me sacaste de ahí? ¿Qué pasó después?
—Te desmayaste.
— ¿Sabes por qué?
Seth se encogió de hombros.
— ¿La emoción del momento?
—Ajá. ¿Podrías dejarme acabar de vestirme, o te quedarás observándome toda la noche?
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Editado: 16.05.2020