—Vendrá en quince minutos —explicó Seth, observando su móvil—. Te llamó cuando venía en camino y te esperará aquí afuera. Entra y finge que los problemas no te siguen a todas partes, ¿qué te parece?
—No puedo entrar, Ari estará preocupada porque no he respondido a sus llamadas. Tuve... Hmm... Es que aún no vuelvo al departamento desde la tarde.
—Vaya, no creo que el concepto de diversión sea tan diferente entre los dos, lucecita —enarcó las cejas y suspiró—. Te seguiré de cerca. Intenta que tu novio no note mi coche, ¿de acuerdo?
—No es mi novio. Y ya no me llames así.
—Creí que la declaración de esta tarde había sido lo suficientemente real.
—Hablando de eso, ¿cómo es que lo hiciste? ¿Cómo...? ¿Cómo me hablaste...? Lo habías negado.
—No hay tiempo, Axel vendrá a buscarte. Entra y yo me encargaré de Ariadna. Mi coche está aparcado a unas calles de aquí. Apenas lo veas, encárgate de distraer a Axel para que no lo note —advirtió Seth con seriedad. Asentí—. Selene —él tomó mi brazo—, es muy importante que lo distraigas. Es muy perspicaz, lo reconocerá de inmediato y perjudicará todo.
— ¿Por qué piensas que Axel es quien tiene a Viola? —No me faltaban pruebas, pero mis sentimientos necesitaban ser escuchados también—. ¿Qué es lo que Bruce puede saber al respecto? Tú lo viste, estaba perdido, apenas reconocía a quienes lo rodearon para ayudarlo.
—Selene, Viola está desaparecida —repuso Seth, la expresión cotidiana en su rostro inquebrantable parecía sumirse en una profunda preocupación—. Ella... Yo tengo que encontrarla, antes de que algo malo le suceda.
Noté la incertidumbre en su voz, la preocupación que atenazaba sus movimientos y palabras. Había visto perder la esperanza en tantos estudiantes que caían en la aceptación de perderse unos a otros, que la ilusión de Seth por hallar a su compañera me resultaba extrañamente conmovedora.
Era importante para él. Desconocía a qué grado y aquello me producía una molestia en mi pecho que aguijonaba, pero estaba dispuesta a ayudarlo.
—Al final, ella sí te importa —abrí la puerta del coche y me volví hacia él―. Aparecerá.
Decidí no buscar a Ariadna, arrastrándome de inmediato en mi guardarropa para una muda. Si había caído desde un precipicio o no, la sensación de ardor de mis heridas y la pesadez en el cuerpo latían con el recuerdo.
Al bajar mi jean por las caderas, la fotografía del joven de ojos grises cayó apartada y la recogí. Había sentido el impulso de guardarla, de mantenerla segura. Pero realmente no comprendía el motivo. La guardé en la cajonera del mueble junto a la cama y me puse unos tejanos oscuros.
El departamento abarcaba un silencio sospechoso y sepulcral que no me gustó. Llamé a Ari y busqué en su habitación. Ella no estaba, pero parecía que apenas había salido por las prendas revueltas sobre la cama y algunos cajones revueltos. Ordené un poco su habitación y me acerqué al espejo. No llevaba maquillaje y aquellas pecas molestas se notaban como manchitas coloradas en mis mejillas y pómulos, dando crédito al verde de mis ojos.
Ojos de serpiente.
Los odiaba, así como mi madre me había hecho odiarlos durante toda mi vida.
Vi el asomo de una mueca en mi rostro, y me creí la idea de que sólo estaba exhausta por todo lo que sucedía; que realmente no estaba enloqueciendo y que afuera no existía el caos que me esperaba.
Oí el claxon del coche de Axel aparcando afuera y respiré hondamente antes de salir. No estaba segura si obtendríamos algún tipo de información, pero estaba segura de que de Axel algo más siniestro aprendería ―como cada vez que hablaba con él.
Su sonrisa intrépida me esperaba con la puerta del acompañante, abierta.
—Señorita —saludó socarrón con un asentimiento. Esbocé una sonrisa entrando en el coche. El rubio cerró y se apresuró a colocarse en su sitio—. ¿Preparada? —Asentí—. Bien, porque viajaremos hasta Oxnard. Bruce está alojado en la casa de sus tíos. No querían que se quedase un minuto más cerca del bosque.
—Vaya superstición.
—El poder de las leyendas locales, roja.
El motor del Honda Civic rugió regresando a la vida y aceleró rápidamente hacia la ruta más próxima al condado de Oxnard. Debería agradecerle a Axel por evitar la ruta en la que mi coche había caído del risco. Pero de hacerlo, debería anexar la historia que no estaba ni de cerca de contársela a alguien; mucho menos a Axel. Tomó una alternativa más rápida costeando la principal para evitar el tráfico y donde la oscuridad pudiese moldear a su antojo las farolas de neón del vehículo.
—Sibila ha estado algo extraña últimamente, espero que lo entiendas. Cuando te fuiste pude hablar bien con ella y me contó todo lo que te dijo. Ella realmente es un fastidio.
—Yo la conozco de esa forma, ¿tiene otra forma de ser?
—Sé que es complicada de entender, pero no lo hace a propósito.
—Estoy segura que no lo hace a propósito ―rodé los ojos―, sobre todo el hecho de hablar a mis espaldas considerándome una amenaza para ti. ¿Sabes? Mencionó algo acerca de una chica que te causa problemas, yo pensé que se trataba de Viola pero, lo negó.
―No se trata de ella.
― ¿Quién es entonces?
―Haces demasiadas preguntas.
Seth también me había dicho eso antes, ¿debía tomarlo en cuenta? ¿Y perderme la información que vendría luego de insistir por la verdad? Claro que no.
―Algunas personas lo encuentran divertido, podría convertirse en un juego, ¿no? Lo único que tendrías que hacer es responder y no dejarme con más dudas que antes, ¿qué te parece?
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Editado: 16.05.2020