La inquietante idea de que Axel hubiese sabido todo con antelación, atemorizaba su compañía por esas instancias. Aunque su rostro y voz siempre las hubiese considerado parsimoniosas y atrayentes, esta vez el mero hecho de oírlo reflexionar acerca de la noche me causaba escalofríos.
Se trataba de Axel, el mismo que me revolvía el estómago cuando observaba sus ojos miel derretirse con los míos, el que llevaba impregnada esa fragancia a verano que tanto me gusta y el que me había enseñado a nadar y acariciado mi piel tentando mis emociones. Su voz traía calma siempre que hablábamos hasta que mis comentarios desviaban su tono ligero. Pero era él y me gustaba, y le creía...
— ¿Estás escuchándome?
Estábamos en la puerta de mi departamento; Axel sostenía la puerta para mí. Su carisma brotaba de él como en un bonito sueño.
—Desde que salimos de la habitación de Bruce estás diferente. Apenas has dicho algo en todo el camino —atrapé su mano y salimos hacia el porche—. ¿En qué piensas? ¿Tienes algún indicio de algo? ¿Qué pasa?
Las manos de Axel retuvieron mi rostro y lo acercaron a él llamando mi atención. Continuaba siendo el mismo Axel que yo conocía, pero entonces me recordé a mí misma que apenas sabía de él, y lo que conocía eran señales de alarma.
—Estás demasiado tensa, roja —murmuró acariciando mi mejilla—. Esto te está tomando toda tu atención y necesitas relajarte... —su voz cambió de tono, más cálida, más delicada—... Mañana haremos algo juntos, ¿qué te parece? Solos tú y yo.
Pasé saliva. Sus manos aún estaban sobre mi rostro, sus ojos miel eran oro líquido bajo el reflejo de la luna. Tan seductor y escalofriante al mismo tiempo.
Acercó sus labios a los míos y sentí esa sed renacer en mí, esa chispa de deseo por la conexión de nuestras bocas y aquello aceleró mi pulso.
—Tengo una sorpresa para ti —su aliento me golpeó cálidamente—. Pero tendrás que esperar hasta mañana.
—Axel —no busqué sus ojos, conociendo su reacción—, ¿recuerdas haber visto a Bruce la noche que desapareció?
— ¿La noche que desapareció? —reflexionó él—. Estaba con Lori en la fogata.
— ¿Sólo estaba con ella?
—Sí, es lo que yo recuerdo. ¿Por qué? ¿Piensas en algo? ¿Bruce te dijo algo más?
Mentía. Axel mentía en cada movimiento que hacía a mi alrededor y saberlo se sentía tan devastador. Cerré los ojos ante el descubrimiento y continué fingiendo la tranquilidad que necesitaba:
—No, sólo estoy intentando reunir todo lo que sabemos hasta este momento.
Axel esbozó una sonrisa ladina, acariciando mi mano. No lo aparté, sintiendo que debía demostrarle que no sabía nada.
—No te fatigues demasiado, es tarde y Bruce seguramente aún está aturdido con lo que ha vivido, ¿no lo crees? Tal vez en unos días se sienta cómodo para hablar, y quizás pasado el shock, recuerde algo más.
—Sí, tienes razón... ya es tarde y... Ari seguramente está esperándome preocupada adentro.
Axel enarcó las cejas, extrañado y arremetió:
—Probablemente. No olvides que tenemos algo pendiente mañana —se acercó para besar mi mejilla, apenas en un roce de sus labios a modo de despedida, y se subió al coche.
Lo observé encender el coche y en ese momento, noté un rasguño en la portezuela del conductor, más adelante ―en el guardabarros, un abollón enorme salpicando la pintura roja. El descubrimiento disparó mi ritmo cardíaco a medida que los pensamientos me llevaban al coche rojo que me había empujado hacia el risco esa misma tarde.
Axel sonrió complaciente y se alejó por la avenida.
Caos y temor invadieron mis pensamientos, reproduciendo la escena de esa tarde. Los golpes, el zumbido, la sangre, las rocas...
No podía pensar en que hubiese sido cierto, es decir, mi coche estaba aparcado a un lado de la carretera cuando desperté, y no tenía marcas del incidente. Pero algo se sentía fuera de lugar, algo estaba mal. Y la presión en mi interior y los escalofríos recordando la situación me tenían inmersa en ese mar de posibilidades.
Me había convencido de que no podía ser real, que me había desmayado y las imágenes se habían colado en mis pensamientos.
En esos momentos, la figura de Axel se contorsionaba con la de mis pesadillas, el animal de caza que le arrebataba la vida a la joven desprotegida de las sombras, el ente que me perseguía, quien aparecía en mis delirios y en la oscuridad de mi cuarto.
Pero no podía ser Axel, ¿o sí?
Tal vez deberías seguir tu instinto, Sel, había dicho y tal vez tenía razón. Pero, ¿qué decía mi instinto en esos momentos?
En el interior del departamento busqué entre mis contactos el número de Seth y le texteé:
De: Selene Levy
Para: Seth Rotenberg
Regresé al departamento. ¿Encontraste lo que buscabas?
Estaba tan alterada y al mismo tiempo necesitada de respuestas, que no supe en qué momento me dormí.
Ariadna no apareció por el departamento al día siguiente. Sus cosas y prendas estaban intactas en su dormitorio y no había señales de que hubiese regresado siquiera por sus cosas para el instituto.
Aún así no lo consideré importante y tampoco problemática su ausencia, puesto que había ido a casa de Logan ayer por la tarde y tal vez continuaba con él.
Mi morboso y manipulador subconsciente me enviaba a reproducir las imágenes del choque del día anterior y me mantenía alterada en el transcurso de la mañana; pero esta vez, con el perfecto y carismático rostro de Axel en cada una de las escenas. Aquella sonrisa enteramente complaciente, aquellos ojos almendrados tan delicadamente brillantes y aquella expresión de reafirmación a sus convicciones habían provocado mi muerte.
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Editado: 16.05.2020