KRISTIN ROTH
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Las luces, el alcohol, la música...
Extrañaba esto, tener una vida llena de goce; sin preocupaciones; sin miedos, simplemente sintiendo como mi cuerpo vibra con cada tono de la canción mezclada con ritmos de electrónica para aumentar la euforia de mi corazón. El alcohol me hace sentir todavía mejor, siento que puedo hacer lo que sea sin tener que avergonzarme de ello.
Hasta qué... Los gritos brotan de mi cabeza, al igual que los recuerdos.
—Kristin... mi querida Kristin...
—No... —las lágrimas no tardan en aparecer empañando mi vista.
Reviso en mi teléfono aquel último mensaje que obtuve de él y recordé por qué estaba aquí. No vine a amargarme la noche, sino a superar el dolor que siento en el corazón por semejante noticia, sigo bebiendo mientras las gotas mojan la pantalla de mi teléfono. Busco al primero que se me cruza para besarlo, no logro evadir mis pensamientos, lo empujo a otro lado para irme a la piscina de la facultad.
Observo el agua brillando por las luces a prueba de agua que están iluminando el estanque, es tan hermosa que... Quiero hundirme en ella y no salir nunca. No lo dudo por más tiempo, me aviento al agua sintiendo como mis huesos se congelan por la baja temperatura del agua estancada.
Mantengo mis ojos abiertos, sin importarme que el cloro les haga daño a mis orbes avellanas, me da igual. Me siento ligera, no tengo preocupaciones, ni miedo, ni mucho menos... dolor.
Pero, todo se vuelve oscuro y vacío. Siento un vacío como si estuvieran arrancándome el alma del cuerpo.
—Hey, ¿Me oyes?
Una voz, profunda y extraña, me llama, pero no soy capaz de responder.
—Oye, despierta...
—¿Crees que ya murió?
—No seas imbécil y ayúdame.
—Ya, ya.
Una presión que me oprime el pecho hace que me despierte de pronto, dejando salir el agua que se acumuló en mis pulmones al estar en el agua por mucho tiempo. Dejé salir todo lo que tenía, incluso el alcohol que había estado consumiendo.
Mi visión se volvió borrosa, pero pude identificar las dos voces de esos buenos para nada.
—Me diste un buen susto, púrpura.
—Scheiß auf dich, reiches Kind —respondo ante su voz burlona.
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Desperté en mi cama sorprendentemente, revise mi teléfono el cual estaba metido en arroz en una taza, no recuerdo nada, así que no entiendo como llegó allí. Por la poca entrada de luz que hay en mi habitación puedo deducir que aún es de noche afuera y que deben ser alrededor de las 3 de la madrugada. Enciendo mi teléfono para encontrarme con la hora exacta.
3:30 a.m.
Acerté, siendo lo hago.
Me levanto de la cama para ir al baño y ver como habrá quedado mi maquillaje, al igual que mi cabello después de esa fiesta, la cual solo recuerdo haber bebido unas cuantas copas y haberme dejado besar por un chico que ni siquiera sé su nombre y tampoco me interesaba.
El espejo me deja ver mi rostro impecable, como si nunca me hubiese puesto maquillaje, no hay nada. Mi cabello está mojado, no sé por qué, pero eso significa que probablemente me habré mojado mientras estaba en la facultad o... ¿Llovió?, pero estamos en verano...
Lo dejo pasar, lo importante es que no desperté en la cama de otra persona. Ya no puedo conciliar el sueño, así que decido darme una ducha, cambiarme de ropa y salir al pasillo a hurtadillas para obtener un poco de mis galletas favoritas en los dispensadores de comida que están en la cafetería.
Llego a la puerta de la cafetería, pero me detengo al sentir una presencia extraña, observarme, me preparo con mi navaja de bolsillo en mano, sigo caminando hacia la cafetería, escucho un ruido extraño... como si se tratase de una chica llorando.
—¿Hola? —susurro.
Camino hacia donde se encuentra la voz, veo marcas de sangre...
Entro en shock cuando veo esas marcas de manos femeninas, hay mechones de cabello en el suelo como si... se los hubiesen arrancado del cuero cabelludo.
—¿Qué...? —trataba de procesar lo que estaba presenciando con mis propios ojos.
Una foto.
Una fotografía se encontraba tirada en el suelo, estaba cubierta de sangre fresca. Esto acaba de suceder hace unos minutos.
—¡AAAAAAHHHH! —el grito provocó en mi cuerpo un gran escalofrío haciendo que sudara frío. Mi respiración se aceleraba conforme escuchaba más y más gritos.
Mi mano se manchó de aquella sangre gracias a qué había un charco enorme, mi estómago se revolvió causándome náuseas. Quería vomitar por el olor tan desagradable.
—¡AYUDA! —ese fue el último grito que escuché antes de que unos pasos pesados resonaran por el pasillo haciendo que me esconda detrás de alguna pared.
Mantuve la calma, asomé la cabeza un poco, pero no había nadie más que solo una bolsa negra de tamaño humano. Me acerqué desesperada para saber de quién se trataba, no podía abrir la bolsa. Tomé mi navaja de bolsillo, rasgué un poco de la bolsa para abrirlo, pero una mano se acercó a mi rostro con un pañuelo, quitándome la posibilidad de seguir respirando.
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Editado: 12.03.2024