Había caminado en el desierto bajo los últimos rayos del sol, las huellas que atrás dejaba, hacían ver que sus pasos habían aparecido repentinamente en medio de la arena.
En el día, había hecho un calor tan fuerte que cualquier persona que no haya traído algo que cubra su cuerpo, se hubiera quemado la piel.
Lo que lo sorprendió fue que el sol nunca se escondió para dar paso a la noche. Si no que este, siempre giraba alrededor del horizonte.
Por alrededores de las planicies áridas, descansaban los cadáveres de personas que no lograron llegar a tierra firme.
Logro divisar a lo lejos, grandes montañas que advertían el principio sin fin de la tierra. En las más cercanas, vio árboles y clases de yerbas que supuso encontraría un bosque o en un campo cualquiera.
Caminando más a esa dirección, y finalmente adentrándose por completo en esos bosques. Desaparecía, cubierto completamente por toda la vegetación que existía.
Al atravesar el bosque, llego hasta un campo abierto hasta un lugar despejado y con casi ningún arbusto.
Después de esperar a un lado del camino a algún transporte para que lo llevara a cualquier ciudad o pueblo más cercano. Vio a lo lejos que venía una carreta.
Se levantó presuroso al acercarse a él.
El hombre del transporte, lo invito a que se subiera.
El rápidamente se subió atrás, para ir junto a las yerbas que transportaba. Se acostó a un lado, encima del heno para no aplastarlas.
Escucho susurros dentro de su mente. Parecían provenir de una mujer con una profunda y suave voz, acompañado con un leve eco y con atisbos de desesperación.
Fue tan rápido lo que escucho, que pensó que se estaba volviendo loco, o su mente le estaba jugando una broma por no haber comido ni bebido nada en el trayecto.
Fue llevado pues en el humilde transporte a tierras desconocidas, a más allá que su vista lo dejaba ver.
Sin darse cuenta, habían entrado a un lugar lleno de niebla.
El desconocido se bajó, pero sin antes despedirse del hombre que lo había traído tan lejos.
Camino más, alejándose hasta llegar a un gran abismo que le obstaculizo el paso.
El terreno, cruzando el peñasco que tenía más adelante, era sinuoso y lleno de hierbas.
Quería alejarse de ahí y tomar otro rumbo, cualquiera que sea bajar a esa oscuridad.
Cuando se acercó más al abismo, sintió una pequeña calidez en su corazón y luego en todo su pecho. No era miedo.
Su mano derecha empezó a temblar levemente. La levanto para ver que le sucedía, pero este no dejo de moverse.
Después, su cuerpo lo siguió con un leve nerviosismo que nunca antes había sentido.
Una intensa sensación de alegría se fundía en su ser. Fue tan rápido que la desesperación lo venció.
Ese sentimiento que había estado olvidado toda su vida, había despertado.
Se agacho y puso una rodilla en el suelo. Miro a la profunda oscuridad que parecía no tener fin.
Pensó en hacer caso a lo que sentía.
Camino por el filo de la gran abertura del suelo, hacia la parte derecha, buscando alguna clase de camino para poder bajar, pero no lo encontró.
Después vio una pequeña oportunidad en una saliente de tierra.
Golpeo la tierra con sus pies, esperando que no se hundiera.
Viendo que la tierra era fuerte, decidió bajar y a buscar lo que sea que hubiera allá abajo.
Iba golpeando pues con un pedazo de palo, los alrededores de la tierra, en el suelo y las paredes. Esperando que esté fuerte y no se derrumbe, mientras bajaba a las desconocidas profundidades de la oscuridad.
Había pasado mucho tiempo.
Al mirar hacia arriba, veía como un pequeño y delgado camino blanco, que no era otra cosa que la luz del cielo.
Estando en la absoluta oscuridad, no pudo ver ni sus propias manos.
Se dio cuenta que había cometido el error de bajar sin algo que haga luz en la oscuridad. Pensó que sería bueno que alguien de arriba le ayudara bajando una antorcha prendida para ver por dónde podría seguir avanzando.
—¡Tonto! —Se grito así mismo.
Llevado por las ganas de una aventura, no se había preparado adecuadamente para este momento. Ahora se encontraba varado en medio de la oscuridad.
Pensó en regresar, pero ni aunque subiera, no podría comprar los implementos necesarios para volver a bajar. Ya que se encontraba en medio de la nada, muy lejos de cualquier asentamiento humano, y en su bolsillo no tenía ni una moneda para intercambiarlo.
Logro sentir algo en la parte en donde estaba acomodado.
Palpo con sus manos, aun cuando estaba muy oscuro.
Sintió las uniones de un gran ladrillo de piedra estar una sobre otro.
Pensó seriamente en regresar.
Había pasado varias horas. Pero extrañamente él no sentía hambre, ni siquiera había comido algo desde que llego.
Empezó a buscar alguna abertura en la pared, para tratar de entrar hacia el otro lado. Pero fue imposible, la tremenda pared no parecía tener alguna.
—Esto es imposible.
(Si esto es lo que debía encontrar, no hay forma de entrar).
Pronto, unos pequeños destellos de luz parecían venir del mismo lado de la pared en donde él estaba, pero de más abajo.
Esto no le parecería extraño, estando en otro lugar, pero estando aquí.
Se escuchó ruidos secos de la parte de más abajo.
—¿Qué diablos? —Dijo sorprendido.
(¡¿Luces?! ¡¿Aquí?)
Estas pequeñas luces parecían salir del mismo lado de la pared.
Estas dibujaban una línea ovalada girando hacia abajo, que se unían después a otras mucho más largos y verticales que bajaban hasta el fondo. Cortando con una línea, justo por la mitad, de arriba hacia abajo.
Dando forma exacta a unas puertas unidas y cerradas.
Estas hicieron un ruido muy duro y seco, como un crujido de queriéndose romper. Pero no como algo con oxidado, si no como sonido de una entrada de un anfiteatro o alguna construcción de un tamaño colosal.