Robert.
No. No. No.
La idea de pensar en “mi mejor amigo y mi hermana” me enferma. Siento filtrar la sangre por mi rostro. Somos amigos, prácticamente lo considero mi tercer hermano. Pero que no me joda con la idea de querer algo con mi hermana.
—¿sabes qué? Creo que volveré a tu apartamento—siseo al hablar
—¡acabas de irte Robert! ¡no molestes!—y su bufido me frustra. Sabe que detesto esa actitud de “mujer madura”
—háblame bonito, Mía—bromeo de mala gana
—oh, Dios ¿en serio? ¡odio mi primer nombre!—grita a través del teléfono
—no me interesa. ¿Segura que Tyler no estaba debajo de tu cama?
Demonios… debí revisar también la ducha y la azotea. Ese hombre se escabulle fácilmente.
—eres un pedófilo—ríe
Mi hermana menor, burlándose de mí. Genial.
—no. Ya te lo dije. Tyler me trajo anoche y me dejó sana y salva aquí. Ni si quiera se animó a pasar—dice afligida, como si hubiera deseado haber hecho algo más
—eso lo dudo—¿piensa que voy a creerle?
—no entiendo como Viviana te soporta. ¡De verdad!—entonces ya no escucho nada más.
¿Me colgó? ¿La mocosa se atrevió a colgarme?
Entrecierro los ojos mirando mi celular. Creo que soy muy flexible con Agustina.
Oh. Ya verás cuando vuelva Logan… aunque, ese es otro inmaduro. Los dos parecen niños.
Guardo el celular en el bolsillo de mi pantalón y en el otro busco las llaves.
Viviana debe seguir dormida. Sonrío. ¿O quizás ya está despierta? No. Se supone que hoy yo debía hacer el desayuno. Y no hubiese salido si no fuese por mi hermana.
Tremenda sorpresa me llevo al abrir la puerta y encontrarme con la espalda de Phill ¿Qué hace aquí? Veo más allá.
Viviana está llorando en medio de la sala. Pasan un par de segundos para poder hablar.
—¿qué pasa aquí?—Phill gira al darse cuenta que ya no están solos
Las manos de Viviana quitan rápidamente los restos de sus lágrimas. Al mirarme, es con profunda tristeza y dolor. Veo a Phill esconder algo dentro de su saco pero no presto mucha atención.
¿Qué te han hecho?
Cierra los ojos fuertemente y luego los vuelve a abrir. Estoy esperando una respuesta.
—Viviana, que…
Prácticamente corre hasta donde estoy y sus brazos me rodean, sus pequeñas y frágiles manos se quedan en mi espalda. Me abraza fuerte. Esto no es normal. Aún con las llaves en mi mano, también la abrazo de vuelta. Beso su cabello.
No soporto verla llorar. Es mi pequeña de cabellos rubios y ojos verdes, llorando. Solloza en mi hombro.
—me estás asustando—estoy preocupado ¿Qué le ha pasado? La dejé dormida y tranquila—¿qué sucede? ¿por qué lloras?
Se mantiene en silencio unos segundos más. Me abraza fuerte, sin querer soltarme.
—Phill…—digo al verlo relativamente incómodo por la situación. Él tiene que ver. ¿Qué sabe Phill que yo ignore?
Hábilmente, Viviana se aleja de mis brazos antes que me dé cuenta.
—gracias, Phill—se dirige a él, secándose las lágrimas—de verdad… te lo agradezco
¿Qué le agradece?
—no agradezcas—mira a Viviana con lástima y sé que a él también no le gusta verla llorar—debo…—ahora Phill tiene los ojos puestos en mí—los dejaré hablar
¿Hablar de qué?
¿Qué tiene que decirme?
—dime que está pasando—digo cuando Phill se ha ido.
Silencio.
Sujeto su barbilla entre mi índice y pulgar—no llores, por favor no llores…—le digo en un susurro. Ahora soy yo quien la abraza
—no quiero irme nunca de aquí—logro escuchar su murmuro
Beso repetidamente su cabello. ¿A qué se refiere concretamente? Estoy indeciso. ¿Quiere permanecer siempre en mis brazos o aquí, en la casa?
La llevo hasta el sofá y la hago sentarse. Voy a la cocina a prepararle el té de durazno que suele tomar antes de dormir…
"—¿qué es esto, Rob?—Viviana ha regresado a mi lado, esta vez sostiene una pequeña caja de té, y por la imagen de la fruta es de durazno
—es té—sin dejar de mirarla, saco de mi billetera unos billetes para pagar los productos que ya ha embolsado la vendedora del supermercado
Frunce el ceño y me mira irritada.
—sé leer Robert—ha pronunciado mi nombre completo. Ve con calma, profesor. No hagamos enojar a la señorita—pero ¿qué es?
¿Cómo qué no sabe qué es? Retengo las ganas de hacer un comentario burlón.
—¿en serio?—debe estar bromeando. Su mirada interrogante me hace decir que de verdad no sabe lo que es—es una infusión, una bebida caliente, éste es con sabor a durazno. El té, suele relajarte cuando lo tomas
—lo probé solo una vez hace años, cuando viajé a Uruguay de vacaciones.. es delicioso—sonríe contándome
¿Viajó a Uruguay? Bien, algo más que se de ella
—¿podemos llevar uno, por favor?”
La veo de lejos, sus codos reposan en sus rodillas, mientras sostiene su cabeza con las manos. Una corriente eléctrica se hace presente en mi columna. Lo que va a decirme, no es bueno.
Vuelvo con la taza de té entre mis manos.
—bebe esto—le entrego la taza que humea por el contenido caliente. Apenas me dirige una mirada para luego volver a agachar la cabeza
Está triste y no me permite saber el porqué.
Me siento a su lado y rodeo sus hombros con uno de mis brazos, sosteniéndola, abrazándola. La dejo beber un par de sorbos para luego hablar
—dime… ¿qué ha pasado? Te dejé bien cuando salí, ahora te encuentro llorando
—es que… —veo su labio inferior temblar. Levanta la mirada para conectar nuestros ojos—debo irme. Debo volver a Manhattan
Me quedo callado. No, ella no… ¿Irse? ¡Cómo puede decirme que quiere irse! ¿A sí de repente? ¿de la nada?
No te adelantes idiota. Ella no ha dicho que QUIERE, sino que DEBE irse.