Los segundos transcurrían con lentitud y mi cobardía no me dejaba continuar, era una débil. Intenté hacer presión sobre el brazo para causarme daño, pero las palabras de papá y mamá llegaron tan imprevistamente que me hacían desistir de esta idea. Rompí en llanto, haciendo memoria a los "Te amamos", palabras que son las acreedoras de ese nudo hecho de llamas en mi garganta. Recuerdos tan hermosos que volvieron a restaurar cada pedazo roto en el suelo.
—No —Susurré con una respiración sofocada.
Mis ojos empañaron mi vista y la puerta de mi cubículo, se sacudió bruscamente hasta abrirse por completo. Mi mentó tiritó espantosamente mientras me perdía entre sus ojos ennegrecidos. Tal cual, como una corrida de atletismo, entre ambos surgía una única sinfonía de respiraciones entrecortadas. Se arrodilló ante mí para que su mirada estuviera a mi altura. Ambos estábamos perdidos entre una corriente que choca contra el arrecife. Sus ojos se extraviaron ante los míos y la suavidad de sus yemas se enlazaron con mis debiluchos dedos.
—¿Lo ibas hacer? —Preguntó con cierto temor.
Mordiendo mi labio inferior, negué al instante.
—No he podido lograrlo, soy una débil —Susurré al bajar la mirada y mis manos tiritaron—. Soy una cobarde.
Sollocé con el miedo poseyendo cada facción de mí.
—Una chica que ha soportado tanto en esta vida, para mí nunca será débil —Murmuró al posar una mano bajo mi mentón.
Elevó mi rostro mientras apreciaba una leve sonrisa en su semblante. Nos quedamos hipnotizados frente al otro y, sin previo aviso, me hundió bajó la calidez de sus brazos. El llanto que por minutos deseé tirar, ahora se escuchó con más fuerza. La vulnerabilidad que surgía ante mis pensamientos tan crueles y mi forma de ver mi oscuro mundo, me hicieron decaer en esto.
—Empezar de nuevo es la mejor forma, no tienes que caer de esta manera —Murmura sobre mi cabello mientras lo acaricia con delicadeza.
—No, seguirán —Me quebré entre continuas lagrimas—. Ellas seguirán, no me dejarán. Estoy perdida en todo esto, es como si las luces se apagaran. Ya no soy nada, ¡Nada!
La desesperación volvió a consumirme y sin pensarlo, tomé ese pedazo de metal. Sin embargo, al momento de guiarlo a mi cuerpo, él me sujetó mis pequeñas muñecas con sus grandes manos
—No sigas, ¡Si lo vales para mí! —Selló con un pequeño grito—. Me ves acá sujetando tus manos, para que no caigas en una oscura manera de terminar. Hazte valer, por favor. Eres una chica preciosa que el mundo necesita conocer. Date solo una oportunidad más para continuar, por lo menos hazlo por esta persona que no deja pensarte.
Mis ojos se empaparon de nostalgia y como un salvavidas que necesito en este mar negro, me aferré a su compañía. Deseché toda la maldad que se refugió en un momento de fragilidad y cuando tuve las agallas suficientes para articular una palabra, le hablé.
—Trataré de hacerlo —Le susurré y él me cobijó con dulzura.
Junté mis parpados, percibiendo la exquisita manera de arroparme y al mismo tiempo transmitiendo una confidencialidad reciproca a la que me encariñaba. Nunca esperé nada más de él, pero me he llevado algo tan único que derriba fronteras. Mi momento nunca surgió con tan armoniosa defensa, mis demonios se fueron por momentos y las ganas de salir de este laberinto de ideas ennegrecidas, se disolvieron. No estaba del todo convencida con mi futuro, pero su mirada transmitía un tinte más gris que el negro que me rodea.
—¿Estas mejor? —Quiso saber y yo, sin decir nada, asentí entre su pecho—. Pensé que ibas hacer una locura.
—Si no hubieras llegado, tal vez lo hubiera hecho —Susurré temblorosa.
No podía evitar que esas ideas tan oscuras hayan pasado por mi cabeza. Con lágrimas humedeciendo mis pómulos, me alejé de él para decaer en mis manos de gelatina. Lloré al darme cuenta de la falta de criterio que me consume. Pero él, al posar su pulgar derecho sobre mi mentón para levantar mi cara, las hizo detener. Sus ojos transmitieron compresión al perderse entre los míos por varios minutos y desde entonces, todo surgió de una manera más armoniosa.
—No quiero verte débil, Lizzie. Yo estaré a tu lado para que vuelvas a empezar de nuevo —Asentí sin decir nada y después de varios minutos viéndonos, él se animó a hablar—. Esto es apresurado y sé que no te sientes bien, pero tenemos que regresar a clase o nos castigarán y todo se nos saldrá de las manos.
Asentí, cogiendo el metal, pero él se me adelantó y lo tiró a la basura. No quise volver a ver ese pasado de diez minutos atrás y caminé a su lado en silencio. Todo lo hostil que manifesté, él lo convirtió en bienestar. Condenó el bálsamo de oscuridad que llena mi vida. Me rescató de la peor idea que pasó por mi cabeza. Mis manos tiemblan aún y mi cabeza no deja de darle vueltas a lo que acaba de ocurrir. Es algo imposible de creer.
—Todo estará bien —Murmuró a mi lado.
Evité musitar alguna palabra, estaba insegura de todo esto. Al llegar al segundo piso, mi postura siguió siendo de la misma manera. Me detuve temblorosa al frente de la puerta y mi respiración comenzó a mostrarse como tal, prácticamente palidecí en cuestión de segundos al verla. Nada cambiaría, ellas no lo harán.
—No puedo —Me di la vuelta para irme, pero él se interpuso al frente de mí, posando ambas manos sobre mis hombros para evitar escaparme—. No quiero, no terminarán.