Si las luces se apagaran

43. "Sol"

Aquel día por la mañana de un soleado sábado, abrí mis ojos recordando un momento que no olvidaría. Fue tanta mi ingenuidad que pestañé varias veces para creerme toda la experiencia de la noche anterior. Aquel momento en que esa persona que amas con todo tu ser, se arrodilla ante ti, profesando un siempre que nadie será capaz de marchitar u olvidar. Tu piel se te eriza, piensas en que te desmayarás del sueño y en ese entonces cuando sus labios se aferran a ti, te das cuenta de que nada era más real como lo que tienes a la vista de tus ojos. De esa manera me he sentido cada segundo de este día. Ahora en adelante no existe ninguna locura que nos pueda superar, es una promesa que durará toda la vida. Sé que he perdido la cabeza y he cometido errores a lo largo de mi vida, pero ahora creo que encontré aquel destino y deseo que me guie, sin importar las consecuencias.

Me volteé en la cama con una mano apoyada en mi mejilla y arrugué mis cejas al no encontrarlo. Por poco mis pulsaciones de incrementaron con su desaparición, pero me detuvo el momento en que mis ojos se percataron de una rosa blanca adornada en su almohada. La tomé con delicadeza, memorizando el inocente gesto. La llevé a mis fosas nasales y su olor se percibió en todo el contorno de ella. Su aroma fue tangible en mi nariz que los recuerdos solo movieron mi mundo a él. Dejé mi flor preferida a un lado y alcé la nota sobre ella. Su puño y letra palpados en un papel línea mate con un mensaje en él.

"Prometo amarte como si fuera a perderte y prometo abrazarte como si ese jamás te desaparecieras. Eres la única luna que idolatro y yo seré el único sol al que tus labios acaricien. Te prometo que serás la dueña de mis alegrías y la claridad de mis ojos. Ya no existen más momentos oscuros, solo tú y yo, lucecita... Te espero en el lobby"

Sonreí como ningún día, todo era tan memorable que me perdí en ellos al bajar de la cama. Corrí por los rincones, eligiendo mi ropa interior y el maravilloso vestido que mamá compró para mí. Lo acaricié con devoción, había elegido la mejor opción para este paso tan importante. Me dirigí al baño, hice mis necesidades y me di un buen baño con agua caliente. El cabello fue el que más tardó y por suerte April llegó a mi auxilio con ayuda de Derek, quien le prestó la tarjeta de nuestro cuarto. Ella y su magia de testigo de mi boda, transformó un simple cabello suelto, en un peinado hecho por una profesional. Consistió en unas trenas a los lados y sujetada en una coleta con mi ondeado cabello, bellísimo. Luego maquilló mis ojos y labios, pero no al pudo llevarme al extremo o Derek saldría corriendo.

—Estas realmente hermosa —Sus ojos tan únicos se iluminaron—. Es una gran locura que harás, pero ambos lo están. Él te hará feliz, Lizzie. Lo veo en sus ojos y tienes todo mi apoyo, amiga.

—Muchas gracias, necesitaba oírlo. De otra manera no hubiera sido tan valiente para avanzar en esto —Confesé y en cuestión de segundos me levanté la silla para estrecharla en mis brazos—. Siempre soñé con una mejor amiga y ahora la tengo al frente de mis ojos. Gracias.

—Siempre amiga, jamás lo olvides.

Negué sonriendo.

—Jamás.

Ambas sonreímos y yo me alejé para colocarme unos zapatos crema de ochos centímetros de alto que traje conmigo. Ganaría algunos metros de altura, pero nada equiparaba a mi surfista. Derek era demasiado alto, que alcanzar su estatura seria como triplicar la altura para mi metro, setenta y cinco. Al pensar en mis zapatos fijé mis ojos en April; ella llevaba consigo un lindo vestido amarillo pastel, muy sobrio y hermoso. Sus zapatos sin dudas eran más elevados que los míos, ya que yo no contaba con una gran colección. Los zapatos nunca fueron mi fuerte. Lo que sí tenía, eran varias zapatillas.

—¿Vamos? —Me preguntó y eso logró devolverme a la realidad—. Es hora de que tu vida cambie.

—Claro —Le sonríe nerviosa.

Ella cogió su bolso y yo la tarjeta de mi habitación. Caminamos por los pasillos, los pasos eran lentos o yo los percibí de esa manera. Las manos me temblaban y las ganas de parar se hicieron más fuertes cuando mi estómago se tensaba. Los nervios comenzaron a hacerme mal, a carcomerme viva. Ideas muy inequívocas me hicieron dudar. Tal vez no tenía que suceder así tan rápido o tal vez yo no sería lo que él esperaba. Miles de preguntas agazaparon mi cabeza, atormentándola. Mi mente era un torbellino de angustiosas situaciones de película.

Y cuando pensé que culminaron, vinieron con más fuerza haciéndome detener en el medio del pasillo. Bajé la mirada suspirando. Tal vez estoy haciendo algo incorrecto y esa fue la peor idea que pudo plantear mi subconsciente. De pronto la respiración acelerada en mis pulmones, hizo que mis brazos se cruzaran solo para darme un calor que no percibo. Me pregunté varias cosas absurdas por culpa de papá, pero nunca llegué a dudar del amor que le profesaba. Al ver como April desaparecía con dirección al lobby, me di la vuelta como una cobarde. Quería llegar a la habitación y encerrarme en ella para no tener que decepcionarlo.

—¿Lizzie? —Mi nombre se oyó como ecos hermosos, entremezclados con un aroma insaciable.

—Y-yo n-no...

Tragué saliva y me di la vuelta. Las inseguridades se disolvieron como el escrito de una arena. Ahí estaba a unos pocos metros de mí con un esmoquin negro que resaltaba su esplendorosa manera de ser. Había estado preparando esto solo por mí. Negué con la cabeza al verlo de esa manera. Todo se marginó de mi pensamiento para ser presa de su mirada preocupante.

—¿Por qué niegas? ¿Me preocupas? —Su voz apenas susceptible, me abatió por completo.

Sin querer causarle más sufrimiento, corrí con mis zapatos hasta abalanzarme sobre sus brazos. Necesitaba esa protección y él era el único capaz de otorgármela. Concluí que estaba a salvo en ellos, que él no me abandonaría como esa inseguridad que siempre fui.




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