Si las luces se apagaran

46. "A tus pies"

—¿Qué te hicieron? —Susurré con sollozos de por medio y mis rodillas azotaron el piso.

Su lindo rostro se mecía en gotas de sangre que sus labios pintaban.

—Estaba hablando con Derek y luego... —su labio inferior tiritó y un sollozo escapó de sus labios—, se bajaron unos hombres de una camioneta negra, sin siquiera especificar a que venían y solo lo golpearon sin piedad. Traté de sacarlos de encima, pero fue inútil. Grité, pero nadie oyó. Yo caí sobre el piso y después de ver el daño que acababan de hacer, se marcharon. —Me puso al tanto y sus ojos ennegrecidos se mezclaban con los míos—. Ayúdame, Lizzie. Tengo que curarlo, hay que llevarlo a dentro, por favor. No podemos dejarlo de esta forma.

Sin pensar en nada más que en él, la ayudé a entrarlo. Lo llevamos al cuarto de arriba, aquel que en un momento difícil me acogió. Lo dejamos tendido sobre la cama inconsciente y desde ese entonces no paré de llorar desesperada. Me senté a los pies de la cama y tomé mi cabello con rudeza, intentando apaciguar esa rabia contenida, esa impotencia de ver cómo te destruyen. Nunca en mi miserable vida planeé un futuro... jamás, pero cuando sientes una conexión genuina al ver esos ojos grises, sabes que todo cambiará. Tuve mi camino en la palma de mi mano, como un libro a punto de ser escrito, pero me lo arrebataron. Me quitaron las esperanzas de tener una vida plena, asunte de dolor y sufrimiento... Me lo quitaron todo.

Y tal cual lo hice el día en que lo curé con su ama de llaves, todo ocurrió de la misma forma. Dejé mi alma sepultada en los escombros, sin querer ver más su hermoso rostro golpeado. Aparté esas lagrimas que solo muestran cobardía para mí y me sumí en los pensamientos por toda la madrugada, solo parar intentar forjar su futuro. Fui necia en varios aspectos y por fin logré comprender el significado a tanto dolor que nos consumía. Es una batalla a la cual no puedo hacerle frente. Ninguno de los dos merece derramar sangre por una guerra que perderemos, donde nuestros enemigos son mucho más fuertes. Luchar, ahora ya no vale nada.

***

Al amanecer vi como los rayos de sol se transparentaban por las persianas. Su cuerpo yacía en la cama de dos plazas, inconsciente, sin saber el dolor que me provocaba verlo de esa manera. Nana también dormía en una silla y yo no pegaba el ojo al sueño, nada podía reparar el daño causado. Me acerqué a su rostro ensangrentado y morado, memorizando cada detalle de sus labios finos, sus largas pestañas, su nariz echa a la perfección y su incandescente cabello alborotado. Rocé mis dedos entre el cabello que caía justo en su ceja izquierda y mis ojos no lo contuvieron, derramé lagrimas de dolor por mis pómulos, solo para recordar perfectamente lo que tengo que hacer.

—Lo siento —Me quebré en silencio y renuncié a su mirada, a sus sonrisas, a todo lo que él me llena.

Lo vi por última vez antes de ir a demostrarle lo cuan derrotada y abatida estoy. Mis parpados ya vencidos, apenas se mantuvieron abiertos, pero me armé de valor y me acerqué a la única persona capaz de cuidarlo. Toqué su hombro, despertándola. Ella abrió sus ojos oscuros al instante y arrugó su entrecejo, intentando descifrar lo que ocurría.

—Necesito que me lleve a un lugar —Le imploré, ahogando ese nudo en la garganta que me sofocaba.

—Claro mi niña.

Me llevó en su auto a la casa de él, sin comprender lo que sucedía. Aunque sus inquietudes se apaciguarnos cuando le mentí, diciendo que solo iría por ropa. Al detenerse en la cúspide de la colina, me bajé. Las imponentes murallas de concreto, ya no era un miedo en mi círculo. Él lo había acabado con todo, desde la noche anterior que vi a Derek ensangrentado en la calle.

Me acerqué al parlante y hablé con la señora Jonhson, él se encontraba ahí. Al oír mi nombre las puertas se abrieron en par, miré hacia atrás por ultima vez y entré. Destrozada y sin que nadie me detuviera, pasé el gran jardín. La señora Jonhson no entendía mi inusual visita, pero nunca dijo nada al respecto, solo me hizo pasar a su despacho. Ahí estaba, con sus codos en la mesa, dedos entrelazados y una mirada triunfante en su semblante.

—Pensé que nunca llegarías —Fue el primero en hablar—. Siéntate.

Cerré la puerta detrás de mi y me quedé parada ante sus ojos.

—Después de la horrible escena de ayer, ya nada es igual. Todo ha cambiado abruptamente y no espere que se lo agradezca, porque en este momento solo lo quiero ver arder en el infierno —Murmuré con el ácido con que yo transmitía cada palabra y sus cejas se arrugaron—. Pero, no vine a esto. Solo quiero decirle que renuncio a todo de él, solo si lo deja en paz y pueda rehacer su vida con calma. Si yo renuncio a él, quiero que ya no le siga haciendo más daño. Que esta noche que pasó, sea la última que verá con golpes. Dejé que haga su vida como él la merece.

—¿Y por qué haría eso? —Se cruzó de brazos y me desmoroné en ese momento.

—Porque yo seré su más grande dolor. Usted más que nadie conoce el dolor de perder a esa persona que ama —Sellé con lágrimas que brotaban indebidamente—. Tal cual, como yo seré de él.

—Es tu culpa, niña. Te enamoraste del hombre equivocado —Comentó y yo negué.

—No me equivoqué —Bajé la mirada al recordarlo—. Me equivoqué con hacerle creer un futuro que no está escrito...

—Es la ley de la vida. Ese bastardo me quitó lo que amaba, es hora de pagar el precio. Es su turno —Subí la mirada con ganas de aventarme a él y hacerlo sufrir, pero yo era la presa en esta ocasión—. Es hora de que pague por su castigo.

—No diré nada, porque sus palabras son tan enfermas al igual que usted —Golpeó su mesa de escritorio y yo me quedé neutra. Nada podía provocar más miedo del día en que lo dejara—. Sin embargo, antes de irme solo quiero pedirle algo.

—Después de tu comportamiento es difícil, pero es domingo —miró con arrogancia, como su este fuera un simple chiste—, pide lo que quieras. Amanecí con buen humor hoy.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.