Si las luces se apagaran

54. "Círculo vicioso"

Sin esperar a que pasaran segundos que pueden definir todo, corrí por el teléfono en mi bolso. La desesperación fue inaudita que, sin pensarlo, April se interpuso en mi camino.

—Por favor, debo llamarlo —Mi voz se quebraba a pedazos—. No quiero volver a perderlo.

—Lo siento por decir eso, Liz. Tranquilízate —Tomó mis hombros revolviendo un poco mi cuerpo—. No lo pensé, pero puede que esté comprando tu regalo de navidad.

—April, no estaré tranquila hasta oírle —Murmuré con los nervios carcomiendo mi estómago—. Fingir que eso sucede jamás me dejará en paz.

—Hagamos algo —asentí sin importar lo que quisiera—, yo llamaré a Derek y le preguntaré si se encuentra bien. Si me contesta, es que está todo bien. Recuerda que estás embaraza y no debes estar alterada. Lizzie, tú misma deberías saberlo.

—Si lo sé —Suspiré y me acerqué a su teléfono, entregándoselo.

—Lo siento si te alteré, no fue mi intención.

—Solo llámalo, por favor.

Ella marcó en voz alta y los típicos fueron como una máquina de retroceso, no contestaba.

—¿April? —Mi corazón por fin pudo latir, bien.

—¿Derek, te encuentras bien? —Ella preguntó con cierta preocupación.

—Claro, estoy más que bien —Se escuchó una leve risa y luego agregó—. ¿Por qué lo preguntas? ¿Una curiosa está cerca tuyo?

—¿Qué? Yo, nada —Tomó el móvil y lo acercó a su boca—. Adiós.

Tocó el táctil y yo sorprendida, le quedé mirando.

—Listo —Comentó al desviar la mirada al reloj de la pared—. ¿Nos vamos? Mi turno terminó.

—Claro —Le sonreí con tranquilidad, saber que está bien me hace sentir a salvo.

Antes de irnos, sacó cuatro copias de mi vientre y una sola fue la que envolví en una pequeña caja de regalo. Nada me arrebataría este día, ni siquiera ese susto. Las otras fotografías las guardé y una April como es la futura madrina, se la adueñó. Al irnos del hospital y después pasar a una tienda que envolvía regalos, fuimos por nuestro último tramo que era el supermercado. Necesitaba comprar varías verduras, pero al pasar por una tienda de bebés, unos pequeños zapatitos para decoración, me llamaron la atención. Quería dejarlo aún más perplejo después de esto. Los compré con mucha emoción y luego volví con April, que pasaba por los pasillos de los lácteos. Fue un increíble día para sorprenderse, pues mi noticia, los sucesos que sucedieron y ver a algunos de mis antiguos compañeros convertidos en unos adultos, son momentos inolvidables.

Terminamos de pagar los víveres que necesitaré para mi postre y volvimos a mi casa, sin antes pasar a la de April para recoger su ropa de noche y su aderezo mata dioses. Se estacionó en la acera y sacamos grandes bolsas de papel llena de víveres. Beatriz nos abrió la puerta y April la saludó mientras dejaba las cosas en la mesa. Se saludaron con cordialidad mientras yo veía cada rincón en busca de algo, mejor dicho, alguien.

—¿Ese hombre aún no ha llegado? —Pregunté con curiosidad.

—No, no ha llegado.

Bufé cruzada de brazos y vi el lago congelado.

—¡Qué bien! —Grité feliz y ellas me miraron desconcertadas, últimamente tengo cambios de humor muy repentinos—. Iré a envolver el regalo a Derek y regreso.

Corrí por las escaleras y di un pequeño traspié que no importó. Mi cuarto estaba perfectamente arreglado que al llegar vacié mi bolso en el colchón. Busqué entre todo lo que tenía, los pequeños zapatitos y les saqué el envoltorio de platico. Cogí la cajita con la fotografía y dejé con delicadeza esos adornos. Al terminar mi corazón dejó de contraerse y guardé su regalo entre mis cosas de mujer que de seguro no colocará sus manos. Vi los desechos de platico que los envolvía y un auto comenzó a escucharse.

—¡Llegó! —Murmuré sorprendida y tomé el plástico—. No, no, no.

Corrí escaleras abajo como alma que se lleva el diablo. Mis dos invitadas, expectantes, me preguntaban por qué corría por la casa, pero mi cabeza no estaba para responder. Pasé por el pasillo de la primera planta y llegué hasta el pórtico, ahí los contenedores de basura se iluminaban como estatuas gloriosas.

—Bien —Declaré victoriosa.

Corrí hasta ellos sin decir nada y ahí esparcí todo eso, intentado hacer picadillo ese pedazo de cartón que se titula "Zapatos para decoración de bebés"

—¿Lizzie? —Preguntó.

«No» Dije entre mí.

—¿Derek?

Nos miramos ambos sorprendidos y mi aire se irregularizó con desenfreno.

—¿Q-qué haces? —Me preguntó, ocultando la mayoría de su cuerpo por la parte trasera del auto.

—N-nada —Comenté nerviosa y de pronto también me surgió la curiosidad—. ¿Y tú que haces?

—Nada.

—Bien

—Bien.

—He yo iré a la cocina —Le di a entender sonriendo.

—Yo me quedaré aquí.

—Bien —Cometamos en unísono.

Desde aquel percance entre ambos, las cosas sucedieron con más tranquilidad y ciertas miradas encontrada entre parejas al momento de almorzar. Uno al otro tenemos secretos, por eso la incomodidad entre ambos, aunque era más bien una mirada juguetona con la que nos entretuvimos por toda la tarde.

La nieve cayó con más intensidad y nos encerramos en nuestro cuarto después de terminar de preparar toda la cena para la noche. Al ser solo nosotros no nos surgió ninguna palabra que decir y Derek se encerró en el baño para ducharse. Yo por mi parte, busqué entre los cajones todos los regalos que hice con todo el esfuerzo posible y los bajé al árbol navideño. April y Beatriz, también habían desaparecido, ya que ellas también querían arreglarse. Dejé todo en orden y el regalo más pequeñito que era para Derek, lo escondí entre las ramas del árbol. Volví a mi habitación y ese hombre como dios del olimpo, apareció con una toalla sobre su torso. Cerré la puerta detrás de mí y admiré cada detalle con cierto fuego entre mis mejillas. De seguro son las hormonas.

—Te ves bien —Murmuré con vergüenza y él, al darse cuenta de lo que acaba de ocurrir, se carcajeó.




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