Si No Fuera Un Sueño

9 capítulo

»Nunca podría olvidar lo malo, porque muchas cosas buenas vinieron a raíz de dolores y sufrimientos«
 


 

                                           WD.Rose
 


 

»❦︎«
 


 

9. 𝕃𝕒 𝕍𝕖𝕣𝕕𝕒𝕕𝕖𝕣𝕒 𝕄𝕒𝕣𝕚𝕖
 


Tres meses en la ciudad Parisina me ayudó a cerrar heridas y nos dió la oportunidad a Max y a mí de volver a empezar. Al principio quería respuestas, ahora sé que llegaría el momento idóneo para que Maximiliano me confiara su pasado.

Él no estaba listo y yo no lo presionaría. Lo importante era nuestro hijo, el bonito amor que me daba y que yo correspondía con la misma intensidad y vehemencia.

...

La fascinante ciudad de París, era un verdadero espectáculo de luces por la noche; la torre Eiffel se podía mirar desde el balcón de nuestro acogedor piso.

Me recogí el cabello en una coleta baja. En este punto de mi vida podía decir que las cosas iban por un buen rumbo, ignorando el hecho que seguían incógnitas. No sabía cuánto lo cambiaría en un futuro, desconocía que tan oscuro era el tema de Máximo Cavalcanti.

Su nombre seguía en mi cabeza, los últimos tres meses se clavó en mi mente, como el recordatorio de pendientes o de un misterio sin resolver.

—Mamá Emi, papá dice que la cena está lista —me habló con esa tierna voz de un angelito.

Matt era un chico que sabía adaptarse demasiado bien a los cambios. Tomó la noticia con alegría luego de estar al menos unos dos días sin poder asimilarlo. Creo que tardó poco a pesar de su corta edad. También admitió que Maximiliano era un papá genial y que su otro padre, en realidad abuelo, no era mejor que Max.

Todo marchaban bien con Matthew, estábamos con él, nos quería a nosotros y aunque hubo momentos en  los que echó de menos a Marie, se acostumbró a vivir sin ella.

Desafortunadamente nada era perfecto.

—Por supuesto cielo, vamos —lo besé en la mejilla.

Sonrió tomando mi mano.

Nos dirigimos al comedor. Allí encontré a el amor de mi vida con un bonito delantal rosado que decía mamá cocina, lo que hacía cómico el momento.

Se dió cuenta de mi burla reprimida.

—Debo comprar uno para mí —se encogió de hombros pero sin dejar de entrecerrar la mirada —. No te burles.

—¿Acaso me río de tu padre? —pregunté inocente.

—No papá, tengo hambre —recordó impaciente.

—Sí, yo también —concordé tocando mi abdomen.

Negó con diversión, se acercó y presionó suavemente mis labios.

—Te amo.

—Y yo a tí.

Matt gruñó.

—Tengo hambre.

—Casi se me olvida que nuestro hijo tiene un apetito voraz. Vamos campeón —revolvió su pelo marrón llevándolo consigo.

Tomé asiento a su lado y Max nos sirvió la cena. Mi comida favorita y la de Matt. Ambos, amamos el puré de papa y pollo.

—Umm, huele muy bien.

—Espera a que la pruebes —me guiñó un ojo.

Yo me sonrojé.

El efecto Maximiliano sobre mí, no disminuyó, por lo contrario, con el tiempo se había intensificado. Max seguía provocando el revoloteo de criaturas aladas en mi estómago, que mi pulso se disparase, que los latidos de mi corazón retumbara contra mi pecho.

Yo no sentía una simple atracción, tampoco un enamoramiento pasajero, nosotros sentíamos una conexión más allá de lo normal, que solo éramos capaz de entender los dos y que nos volvía unos locos enamorados.

—Gracias.

—Sí, gracias papi, está deliciosa —comentó sonriendo con la boca llena.

—Es un honor recibir un cumplido de mi hijo. Te va gustar el postre —le avisó

Celebró en su silla. Le gustaba mucho la tarta tropézienne, de cerezas. Un postre francés que también adoraba Max. Recuerdo que me contó que en su estadía en este país aprendió a elaborarlo con ayuda de un vídeo en Youtube.

Ya me lo imaginaba.

...

La noche transcurrió serena; Max me miraba cada cierto tiempo, esos lindos ojos azules me obervaban en silencio, intimidando. No me habría imaginado estar así unos meses atrás, esos meses en los que solo era una sirvienta. Servía la comida, comía en la cocina junto a... Rebeka, Ava y Emma.

La nostalgia me envolvió. Habían estado ausente de mi vida y yo de las suyas, ya las echaba de menos. Seguían trabajando para André, ahora que se había quedado solo, todo era mucho más ligero, pacífico y sin tantas demandas que cuando estaba Marie, quien estaba internada en un centro psiquiátrico.

Me alejé del rumbo que tomaba mis pensamientos. No dañaría la sensación de tranquilidad que me daba mi familia.

Al terminar me encargué de lavar los trastes, mientras que Max acompañaba a Matt a la cama y le contaba uno de sus cuentos favoritos.

La noche cada vez era más oscura. Miré por la ventana, muchos autos desplazándose por la calle y la lluvia comenzando a mojar el asfalto. Las gotitas se deslizaron a través de la ventana de nuestro apartamento.

Cerré los párpados, ignoré el hecho de sentir un nudo en mi garganta. La lluvia traía tantos recuerdos que casi no pude huir de ellos.

Sobretodo recordé cuando fuimos descubiertos y todo se supo.

—Emi... Mi ángel, ¿Vamos a la habitación? —ronroneó a mí oído. Sus labios se pasearon en mi cuello y me estremecí.

Estaba pegado a mi espalda, sus manos adueñándose de mi cintura.

Su toque me orilló al pasado.

Volvimos a la casa empapados de pies a cabeza. Me dirigí a mi habitación pero Max tiró de mi brazo y me acorraló contra la pared.

—¿Quieres acompañarme a por unos helados? —propuso robándome un besito en la mejilla.

—Pero Max... —desvié la mirada.

—Mis padres no están —susurró seductor.

—Emma y Rebeka sí.

—Pero ya terminaron su turno... Además solo vamos a comer helados señorita o es que acaso pensabas que haríamos cositas —agregó provocador, adrede para que me pusiera de los mil colores.

—C-claro que no. Yo...




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