No ha podido trabajar durante el día. Ha estado tan distraída que no puede concentrarse en sus labores. Tres días, ese es el tiempo que le dio ese infame. Eso pasó el sábado y ya esta a Lunes.
Se llevó las manos a las sienes, inquieta, y se colocó de pie en dirección a la cocina. Bosteza. Necesita tomar un café. Con todo esto ni siquiera ha podido dormir bien, pues cada vez que cierra los ojos ve el rostro amenazante de ese individuo en frente suyo y su exigencia de cumplir con ese contrato que ella no recuerda haber firmado.
¿Entregar su cuerpo? El solo pensarlo la hace sentir escalofríos. No conoce además las practicas sexuales que debe realizar un tipo como ese para tener que atar a alguien a que lo acompañe en la cama, sino no se explica que siendo así de atractivo acepte un cambio como ese por un jarrón de 300 millones de dólares.
"El contrato no decía nada, tal vez podría poner mis propias condiciones, nada de BSMD... ¡Maldita sea! Siquiera pensar en esto es absurdo"
—¿Estas bien? —le preguntó Sebastián haciendo que el vaso que sostenía en sus manos estuviera a punto de caérsele.
—¿Sebastián? —musitó sorprendida.
—Disculpa no quería asustarte, solo quería saber como estabas, el viernes me quedé muy preocupado por ese tipo que te llevó en su auto —le dijo con sinceridad—. Quise llamarte pero después me di cuenta que no tengo tu número. Seria bueno tenerlo... digo para saber de ti. No lo digo en el mal sentido.
Se colocó algo nervioso al decir esto. Emilia sonrió con suavidad, es como si su presencia hiciera que todo lo malo se alejara de su cabeza, aunque sea momentáneo.
—Esta bien, este es mi número —le dijo indicándolo.
Luego de que Sebastián lo guardara en sus contactos la contempló con timidez.
—¿Todo bien entonces con ese tipo? —se rascó la cabeza algo incomodo—. No sabía que conocías a alguien como ese.
—La verdad es que... nos conocemos poco... —se quedó en silencio pensando en las palabras de su compañero de trabajo, no quiere decirle que no lo conocía y solo se subió a su auto estando borracha, eso sería muy vergonzoso.
—Vaya, me sorprendes, él es uno de los empresarios financieros y tecnológicos más reconocidos, Emanuel Stravros, quedé impresionado cuando me dijo que te conocía... formó su propio imperio por si mismo. Claro su familia es poderosa pero él separó sus negocios por lo que es totalmente independiente de ellos. Dicen que es porque planeaban casarlo a la fuerza y por eso lo hizo. Para que no manipulen su vida. El tipo es un genio. Alguien admirable.
Emilia tensó su rostro extrañada ¿Un genio? ¿Admirable? ¿Alguien así como lo describe Sebastián sería capaz de poner a una pobre mujer entre la espada y la pared por un estúpido jarrón lujoso?
—Por eso no podía creerlo cuando dijo que te conocía, y que él te llevaría a casa. Igual lucía bastante molesto, no como aparece en la televisión, donde parece ser alguien bastante cortes y amable, claro que su mirada es como si te atravesaran miles de dagas en el pecho... —se tomó la barbilla pensativo.
Estaba a punto de agregar algo más pero Emilia habló primero. Ni siquiera notó que aquella había palidecido al escucharlo.
—¿Él te dijo que me conocía? ¿No es que yo me subí a su auto sin su permiso? —la historia que Sebastián le cuenta es muy distinta a la que ese tipo le dijo a ella.
—Sí, por eso me detuvo en la calle cuando yo te llevaba a casa, pareció muy molesto y dijo que te llevaría él porque ustedes se conocían, y te agarró subiéndote a su auto y se fue. Yo quedé impresionado...
¿Se conocen? Por más que intenta recordarlo no puede ¿Será alguien que conoció en el pasado y no lo recuerda? ¿Estará obsesionado con ella y por eso esa extraña petición? ¿Y el jarrón? ¡No puede entender nada! Baja la cabeza suspirando desanimada.
—¿Chicos que hacen aquí? —apareció otra compañera asomándose ansiosa—. El jefe nos esta llamando a todos, nos tiene una sorpresa.
Sebastián y Emilia se miraron sin imaginar que podría ser y salieron atrás de su compañera.
Se reunieron todos en la oficina esperando que su jefe apareciera. La puerta se abrió y apareció aquel sonriendo. Parece muy emocionado, incluso se soba las manos, eso significan buenas noticias. La curiosidad rodea a los presentes.
Detrás suyo hace entrada precisamente quien Emilia menos quería ver en este momento, Emanuel Stravros. Su presencia intimidante los dejó a todos callados, su altura, su soberbia llenó cada rincón de la oficina, además llamando la atención de las mujeres presentes con una semi sonrisa a pesar de su fría indiferencia. Pero la taza de Emilia, resbalando de sus manos y cayendo al piso, interrumpió el ambiente que aquel hombre había provocado en ese lugar.
Se voltearon hacia ella y su mirada atolondrada no pudieron entenderla. Los ojos de la joven mujer están abiertos de par en par mirando al hombre como si estuviera mirando un fantasma.
No reaccionó hasta darse cuenta de que todos la contemplan sin saber lo que le pasa.
—Lo siento mucho, se me resbaló la taza de las manos —se disculpó de inmediato.
—No te preocupes —le dijo su jefe en actitud risueña—, espero que no te hayas quemado.
Emilia solo movió la cabeza en forma afirmativa, aunque sí se quemó. El agua caliente había tocado el dorso de su mano, pero ni siquiera ella lo notó en ese momento, solo en su cabeza da vueltas la idea de que ese hombre extraño esta justo en el único lugar que hasta ahora había pensado que era seguro. No dijo más palabras alejando su atención de Emanuel, su mirada la quema, la impacienta, más su expresión de sarcasmo que parece burlarse de su reacción. Tragó saliva.
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Editado: 19.09.2022