Eso era...
El ambiente estaba animado, todos estaban reunidos y atentos a la pareja que se encontraba en medio. Michael miraba atentamente a Katerin quien tenía sus manos en su boca.
Una expresión de felicidad irradiaba en su rostro, los demás se sentían emocionados por lo que estaba a punto de suceder.
— Bueno, quiero aprovechar que estamos todos reunidos aquí celebrando por el progreso de la empresa, para que todos ustedes sean testigos de ésto — dijo Michael sonriendo.
Luego se acercó a Katerin, ella lo miraba con una sonrisa tímida.
— Katerin, se que has sufrido y pasado por mucho, que estuviste con un hombre que no te merecía, yo quiero que me des la oportunidad de quererte y hacerte feliz, por eso, ¿me harías el honor de casarte conmigo? — dijo mientras se arrodillaba y sacaba una cajita donde venía un anillo.
«No, no lo hagas. No lo digas» susurro desesperado mientras se iba acercando aún más a la multitud que aclamaba con emoción por la hermosa propuesta.
Con dificultad se abría paso, hasta que al fin pudo estar a una distancia cercana a ellos.
Katerin no podía creer que su sueño por una nueva oportunidad en el amor estuviera a punto de suceder. Ya había logrado todo lo que quería, ahora la vida le estaba permitiendo la oportunidad de ser feliz con un hombre que la merecía, aquel que había curado cada una de sus heridas y le había demostrado lo valiosa que era.
— Oh Michael, claro que aceptó — respondió sonriendo y extendiendo le su mano.
Al escuchar eso, Michael le puso el anillo, se levantó, se acercó a ella y finalmente la besó, fue un beso lento y a la vez profundo.
Todos gritaban y otros estaban emocionados, mientras tanto Alejandro sufría. No pudo aguantar más esa escena y se fue de ahí.
Estaba claro que ella ya lo había superado, todo había quedado en el olvido. Ella ya no lo amaba más, finalmente todo el desprecio que le había dado en sus días de casados había terminado con el gran amor que ella le había tenido. Aquel que él no pudo apreciar hasta ahora, que ya era tarde.
Los días pasaban, así como sucedían muchas cosas, todo iba rápido o eso creía Alejandro. Katerin y Michael ya habían puesto fecha a la boda. Todos los empleados los felicitaban.
Paso un mes, todo marchaba bien en la empresa, ya se había recuperado completamente; por lo menos, eso alegraba un poco a Alejandro, aunque prácticamente la había perdido, así como el amor de Katerin o mejor dicho Gyuri que parecía haberlo olvidado.
Ahora podía comprender por todo lo que ella había pasado, con un sabor amargo se esforzaba por salir de aquella situación en la que él mismo se había metido.
Él aún seguía siendo el asistente de Katerin, sufría al verla feliz con Michael.
A veces pensaba que realmente él tuvo la culpa de todo, de haber perdido su empresa, de fracasar, y, también y lo más importante haber perdido a la única mujer que lo había amado mucho. No se había dado cuenta de que mujer tan valiosa era Gyuri hasta que la había perdido, ahora ella sería de alguien más, ya que él no la supo apreciar. Se decía a sí mismo que daría lo que fuera por volver el tiempo y valorarla, pero, claro, sabía que eso no era posible.
Ella se veía feliz con él, incluso más feliz que cuando se había casado con él, si tan sólo le hubiera dado una oportunidad para conocerla bien y no solo rechazarla como él lo había hecho, ya no podía hacer más que lamentarse y verla feliz con otro.
Mientras Alejandro se lamentaba, Katerin al fin estaba viviendo la felicidad que tanto había añorado. Aunque, no era del todo feliz, una parte de ella se sentía infeliz y vacía, ella no lo entendía porqué, si estaba a punto de cobrar venganza contra aquel que una vez la hizo infeliz y la humilló, pero, se había olvidado que ante todo ella aún seguía siendo la chica gentil de buen corazón.
La ira y los sentimientos negativos habían lentamente oscurecido su corazón, la habían cegado y la habían convertido en una persona rencorosa que sólo pensaba en hacerle mal a la persona que más odiaba.
«Esta no soy yo, no soy yo» se repetía constantemente.
La felicidad parecía ser una frágil burbuja que con un simple toque se desvanecerá, dejando el rastro de agua y jabón. Así mismo, eso es lo que teme que suceda con ella. Katerin había podido superar el dolor, pero la inseguridad permanecía, se preguntaba una y otra vez si esta vez nada se interpondrá en su felicidad.
Mientras tanto, Michael se sentía el hombre mas afortunado. Al fin podía mirar con alegría a la vida, al fin le regresaría todo lo que le había cobrado con creces.
El destino le había conseguido la oportunidad de conocer a una buena mujer que lo haría feliz, ya que en el pasado él no lo había sido. Alguien parecido como Alejandro se había encargado de arrebatarle sus ilusiones.
...
Un buen día, Katerin decidió hacer una limpieza en su oficina, con ganas de despejar su mente se puso manos a la obra. Con diligencia limpiaba cada rincón de aquel gran espacio.
En un descuido presionó demasiado un lugar, causando que un compartimiento secreto se abriera de la nada.
Con gran interés lo examinó, en aquel espacio sólo pudo encontrar una carta que estaba dirigida a ella, a pesar del tiempo esta se había conservado.
Con una letra clara decía su nombre, el remitente de aquella repentina carta era del hombre que la había tratado como una hija.
“Para: Mi hija Gyuri.
De: Ernesto Magno.”
— Señor...
Susurro con lágrimas en sus ojos.
El recuerdo de aquel gran hombre causó sentimientos encontrados, ella estaba consciente que por él y sus mentiras su vida se había convertido de esta manera. Sin embargo, no podía dejar de sentir el aprecio y el gran afecto que le tenía.
— ¿Qué es lo que me habrás querido decir?
Se preguntó mientras abría con cuidado la carta.
La curiosidad surgió desde la profundidad de su corazón, con rapidez comenzó a desdoblar aquella pálida hoja. Las palabras de aquel hombre estaban escritas, el texto se extendía por completo en todo aquel espacio.