Katerin había sido convocada con urgencia a una junta de su empresa.
La sala de juntas es un lugar tan angosto, en el que entran alrededor de 40 personas. Está muy bien equipado con la más alta tecnología.
— Presidenta, al fin pudimos convencer a los inversionistas japoneses para que se asocien con nosotros, han aceptado.
— Que alegría.
Exclamó Katerin con gran entusiasmo.
Por mucho tiempo, ella había tratado de convencerlos, ya que quería expandir su empresa hasta el continente asiático.
— Sí, y no sólo eso, han venido para conocerla y hablar los términos de su acuerdo.
— Muy bien, háganlos pasar.
— De acuerdo.
Entraron los inversionistas y tuvieron una buena plática con Katerin, discutiendo los puntos de su acuerdo.
Mientras tanto, Alejandro y Sandy se dirigían al cine. Cuando tuvieron listas sus palomitas y sus boletos, se dispusieron a esperar, puesto que habían llegado antes de la función.
— Papi, puedo hacerte una pregunta.
— Sí, princesa.
— ¿Por qué tú y mamá no se besan? Otros padres lo hacen, pero ustedes no.
Argumentó curiosa.
Esto le sorprendió a Alejandro, no sabía que contestarle a su pequeña. No podía decirle que ya no se amaban. Ella no sabía la verdadera historia, y él no era el indicado para contársela. Además, tenía miedo de cómo ella reaccionaria.
— Hija, mamá y yo tuvimos una pelea en el pasado, en dónde yo le hice mucho daño. Es justo que tu mamá ya no me quiera.
— ¿Mamá ya no te ama?
Preguntó sorprendida.
— Eso creo, pero, este asunto ya no te lo puedo explicar, es cosa de adultos, entre tu madre y yo. Pero, eso no cambia lo mucho que te quiero.
Contestó acariciando su cabello y mirándola con cariño.
— Papi. Yo también te quiero y muchísimo más de lo que te puedas imaginar.
Alejandro se sintió completamente feliz, su pequeña lo apreciaba bastante. Su amor era el más puro que había conocido, por fin podía experimentar ser un verdadero padre.
— Mi vida. Eso es lo que tú eres. Desde el momento en que te conocí mi vida cobró sentido, eres la mayor de mis alegrías.
— Papi, te quiero muchísimo.
Dijo la pequeña para lanzarse a los brazos de su padre, quien la recibió afectuosamente.
Pasaron una buena tarde, en armonía, diversión y amor.
Llegaron alrededor de las 8 de la noche, Katerin ya estaba en casa. La junta con los inversionistas había sido un completo éxito. Ella estaba muy contenta, todo el esfuerzo que había puesto durante mucho tiempo en ellos, al fin, lograron convencerlos y cerrar el trato.
Al ver a Alejandro y a su pequeña, se emocionó. Juraría sentir como si fueran una verdadera familia, tan contentos de reunirse y pasar de una cena juntos al final del día. Pero, eso no era así. Ellos no eran aquella familia. Se sintió mal al haber pensado en una posibilidad de estar juntos. Tal vez podía permitirle ver a la niña, pero no a formar parte de su vida de ella, ya no. Solo podía dejarle entrar a la vida de su hija.
Sin embargo, él le había hecho un daño que no podía reparar por tanto que tratara no lo lograría. Ella sólo deseaba que se esforzará por hacer feliz a la nena.
La niña se agazapó a ella, le beso la mejilla. Sus ojos irradiaban felicidad. La niña lucia una brillante sonrisa.
— Mami, no sabes que día tuvimos.
— Oh, no lo sé. Pero si tú me lo cuentas con gusto te escucharé.
Contestó animadamente mientras la bajaba, para así sentarse en el sofá que estaba, sentando a la niña en su pierna.
— Papi, me llevó al cine, vimos una bonita película, luego fuimos a comer un helado. Me he divertido mucho. Espero que todos los días sean así.
— Me da gusto que te hayas divertido.
— ¿Puedo salir más con papá?
Aquello la tomó por sorpresa, pero al ver aquella tierna carita, no pudo resistirse y se le escapó una sonrisa.
— Claro, preciosa.
— Gracias, Mami.
La niña que era muy curiosa y que no descansaba hasta saber lo que le inquietaba. Miró a su mamá y luego a su papá. Y esbozó una traviesa sonrisa. Si sus padres estaban peleados, ella los haría reconciliarse. Se lo había propuesto a ella misma en el transcurso del viaje a casa.
— Mamá sabes lo que me haría realmente feliz.
Comentó con entusiasmo. Katerin la miró con interés.
— Dímelo y yo con gusto hallaré la manera de realizarlo.
Contestó Katerin con una sonrisa mientras apretaba suavemente la nariz de su pequeña.
Sandy cada vez estaba más emocionada, su plan estaba yendo como lo había imaginado.
— Mmm... Pero, te vas a molestar. No lo vas a querer hacer. Aunque tú misma me dijiste que cuando salía mal con alguien, lo perdonará. Ahora, me parece que te toca a ti.
Argumentó con astucia.
Ella sabía que su plan era infalible. Katerin la miró con asombro, era cierto que ella le había dicho aquello. Le sorprendía bastante como había crecido su pequeña.
Ella sabía a que se refería. Aunque no le gustará tenía que hacerlo por su niña.
— Está bien, pero, te tengo que confesar que ya lo he hecho.
La niña se emocionó y fue a abrazar a su padre. Quien la miraba en shock, su pequeña era más lista de lo que había imaginado.
— Oíste, mi mami te ha perdonado.
— Sí, ya lo oí.
Puso sus manos en jarra y lo miró detenidamente.
— Entonces, ¿Qué esperas para besarla?
Lo reprendió.
Alejandro la miró sorprendido, Katerin aún más.
Tomó a Alejandro y lo empujó contra su madre.
Los dos se observaron detenidamente a los ojos, Alejandro la miraba con deseo, mientras que Katerin buscaba una manera de salir sin afectar a su pequeña.
— Y bien, ¿por qué no se besan?
Preguntó pícaramente.
Alejandro y Katerin intercambiaron miradas. La niña los miraba esperando. Ella no aceptaba un no por respuesta. Quería que sus padres se volvieran a querer, era su mayor anhelo.
«Ahora sí, papá es tu turno, aprovecha esta oportunidad y sean felices una vez más.» pensó Sandy con determinación mientras esbozaba una astuta sonrisa.