Si te recuerdo

Capítulo 7

Una luz cegadora apareció, fueron segundos que por algún momento se sintieron congelados en el tiempo y luego, todo se inundó de oscuridad mientras un fuerte y doloroso zumbido en mi cabeza me martirizaba. Las imágenes en mi cabeza eran borrosas y por un momento me sentí ajena a mi cuerpo, los recuerdos eran imágenes aleatorias sobre mi vida que ya se desvanecían a medida que abría los ojos, los cuales se sentían tan pesados. Todo se escuchaba lejano, distorsionado, como si estuviera en un túnel sin salida y a medida que luces y personas se amontonaban yo trataba de descifrar que ocurría. Se escucharon gritos como eco y que hacían que estallara mi cabeza, intentaba levantarme pero un gran punzada en todo mi cuerpo me detenía, luego luces rojas y luego...

Despierto aterrorizada y gritando. Parte de mi cabello está pegado a mi frente debido al sudor y las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas que arden por la fiebre.

Mi papá, AlfredHolland, fue el primero en llegar seguido de mi mamá Clarisse, quien ya me acurrucaba entre sus brazos.

—Ya pasó mi amor, es solo otra pesadilla —Me consuela con voz maternal mientras coloca detrás de mi oreja un mechón de mi obscuro y alborotado cabello.

Aún me ahogaba con el llanto pues las imágenes, por más que quisiera no desaparecían.

—¡Ya no quiero...! —suplico

—Lo sé cariño —Papá me abrazaba—. Ya estamos aquí.

—Estás a salvo —añade mamá con angustia de verme así. Casi se podía sentir como pasaba dificultosamente la saliva mientras me veía en ese estado.

¿Estar a salvo de qué? En la vida real, sí; de mis pensamientos, no.

En cuestión de segundos mi vida cambió desde aquella noche. Me aferré a la vida pero al mismo tiempo el solo sostenerme me ha costado el triple. Aprecio cada momento pero no he podido saborearlo como antes.

Tuvo que pasar más de una hora para que pudieran tranquilizarme.

La única manera para que conciliara el sueño fue dormir aferrada al inmenso peluche de un tigre blanco que me habías regalado en nuestro penúltimo cumpleaños juntas, antes de lo que sucedió. Igual que una niña me acurruqué a un objeto que parecía custodiarme en las noches mientras mi mamá se quedaba hasta asegurarse que no se repetiría esa escena y que mis lágrimas se secaran.

¿Cuándo terminarían estos episodios? Visitar al psicólogo solo los había atenuado pero nunca se habían ido, aún seguía soñando todo.

A veces pienso que hubiera sido mejor si las dos hubiéramos perdido la memoria. No estaría recordando esa noche y tal vez podría haber hecho mi vida sin extrañarte, sin anhelar aquellos días en los que el simple hecho de sostener tu mano podía hacerme la persona más feliz del mundo.

Pero por algo sigo atrapada en mis recuerdos. Cada parte de mí aún espera por ti Jaimie, solo que a veces duele, duele demasiado.

(...)

Afortunadamente ya es sábado por ese hilo de luz que atraviesa mis cortinas y el olor tan delicioso del desayuno que prepara mamá.

Todo es pesado ya que no dormí suficiente por ello es que me quedo un momento en mi cama observando el techo blanco de mi recámara en donde quedan algunos pedazos de cinta que mantenía en mis tiempos de secundaría algunos posters.

Esos tiempos fueron especiales pero también estaban acompañados de cosas que no podíamos evitar.

Mamá estaba preocupada por la forma en la que me veía afectada por la escuela solo que hasta ese entonces no sabía la razón. Yo regresaba en mi bici después de comprar algunas cosas en el centro comercial y unos chicos en el vecindario me habían tirado con ella y empezaban a insultarme.

Para ese entonces toda la escuela sabía.

"Chica rara" "Anormal" "Enferma" "Desviada" Eran el tipo de palabras que días después empezaron a decirnos a Jaimie y a mí.

Apenas me levanté me daban empujones mientras yo trataba de recoger unos productos de higiene que ahora estaban regados en el suelo.

La caja de leche empezaba a derramarse y pateaban la botella hacia mí, salpicando parte de mi ropa.

—Mejor. A ver si así cambias tu ropa por algo más femenino.

Yo no hablaba porque sabía que si lo hacía me iría peor, pero las burlas no dejaban de hacerme rabiar y al mismo tiempo hacerme sentir mal.




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