Si Vis Pacem, Parabellum

III

NADYA

A veces era increíble la velocidad a la que viajaba la información.

Lo que pasaba en un punto concreto del planeta, era conocido por todo el mundo en cuestión de minutos o de horas.

El ejemplo era que yo me encontraba en Marruecos, en El Continental africano, y yo ya sabía que hacía minutos escasos John Wick había matado a Santino D'Antonio en El Continental de Nueva York.

Intenté calmarme con un bourbon mientras miraba a la nada.

¿Cómo había podido suceder esto? -me preguntaba, pero yo sabía la respuesta.

Santino había utilizado el Pacto de Sangre que John le debía, para pedirle un favor.

Ese favor fue que matara a su hermana Gianna, quién había obtenido el puesto en la Alta Mesa de su padre, y que ahora ocuparía tras la muerte de este último.

Por supuesto, John tuvo que matarla haciendo honor a su palabra. Tras esto, Santino hizo un contrato millonario por él.

Ni siquiera me imaginaba una traición igual a ésa.

Pero ahora Santino había muerto en territorio neutral, y John era hombre muerto. O al menos lo sería en una hora, cuando su contrato abierto se hiciera público.

No había nada como una excomulgación para que todo el mundo desempolvara sus armas, se abasteciera de munición y saliera a la calle a cazar.

Desesperada, acaricié al perro que descansaba a mis pies. Pensé por un momento en que acariciarlo borraría todos los problemas de mi vida, pero sabía que eso era imposible.

-Nadya, ha subido a quince millones.

-¡Joder! Es verdad que lo quieren muerto -exclamé al oír a Diane, mi asistente.

Aquello era doloroso. Pero no sabía que me hacía sentir peor.

Santino había sido mi salvador cuando llegué a Italia, sola y embarazada. Me dejó quedarme en su casa, y no solo se encargó de mí, sino que también cuidó a mi hija. Nunca le estaré tan agradecida a nadie.

De hecho, fue mi trabajo para Santino por el cual conseguí ser la gerente del Continental marroquí. Un pequeño paraíso privado en el que criar a mi hija en paz.

También había sido más que un apoyo, había sido el hombre que me había acompañado estos cinco años. Habíamos sido amantes. Si bien no era amor lo que compartíamos, los dos interpretábamos a la perfección el papel de enamorados, aunque la realidad estuviera tan lejana como que yo seguía amando a John y Santino no podía querer a nadie.

John era el hombre al que no había podido olvidar. Quien se interponía entre yo y cualquier otro hombre. Era el padre de mi hija, pero había preferido retirarse con otra mujer.

Pese a que todavía lo amaba, sabía que lo nuestro estaba más que muerto. Por lo menos si lo tomaba a él de referencia, porque lo que era yo, no había conseguido olvidarlo.

Apoyé la cabeza sobre la almohada, odiando está tranquilidad que me rodeaba.

Antes todo había sido adrenalina y acción. Mi mundo consistía en ir de aquí para allá, arriesgando mi vida y asesinando.

Añoraba esos tiempos en los que la sensación de peligro estaba a cada paso, el olor de la sangre, la muerte...

Pero ahora tenía algo mejor, y era Aisha y un lugar en el que vivir tranquilas, y eso no lo cambiaba por nada.

Aún recuerdo el momento en el que me enteré de que estaba embarazada.

-Joder, qué minuto más largo -dije a nadie particular, mientras encerrada en el baño, esperaba a que la prueba de embarazo me diera el resultado.

Nunca había sentido tanto miedo, y eso que me dedicaba a matar a gente por dinero.

Al ver pasar el minuto en mi reloj, me mordí los labios de frustración. Me acerqué a ver el test de embarazo notando cómo la sangre fluía dentro de mis oídos.

-Dos rayas, ¡joder!

-Dos rayas, ¡joder!

La prueba era positiva.

¡La puta prueba era positiva!

¿Y ahora qué voy a hacer?

Me volvieron a la mente las enseñanzas de La Directora en ese momento.

"Nada de relaciones. Nada de sexo. Nada de nada. Solo matar."

Rápidamente cogí el bolso, y dejando la prueba en casa, salí para reunirme con John, quién me esperaba al lado de su motocicleta.

Ya tendría tiempo de pensar después, cuando se me aclarara la mente.

Fue el mismo día que nuestra relación terminó para siempre. Fue un trago duro y amargo.

-¿Mami? –escuché una voz desde la oscuridad-. ¿Mami?

Me incorporé desde del sofá de mi despacho y vi entrar a mi hija seguida de otro de mis perros. Iba en pijama y en zapatillas, con el pelo revuelto y los ojos cansados.

-Mami, ¿porqué no estás en la cama? 
Me acerqué a ella con una leve sonrisa en la boca.

-Cariño, iba ahora mismo a dormir, ven –dije levantándola del suelo y abrazándola. Se apoyó en mi hombro y relajó su cuerpo sobre mi-. Vamos a la cama, amor.

Una vez que me acosté, estuve dando vueltas y vueltas en la cama, pensando en John, como en muchas de las otras noches que había pasado en vela pensando en él.

John siempre había tenido una belleza poco usual, exótica. La primera vez que lo vi, solo tenía dieciséis años.

Yo llevaba años mendigando y robando en la ciudad de Moscú. 
Nací pobre y crecí pobre. Fui abandonada por los que se supone que debían cuidarme. Y me convertí en una ratera que robaba para poder comer.

A cualquiera que le preguntes te diría que esa niña desaliñada y flacucha, no le interesaba a nadie.

Bueno, al menos no a nadie normal. 
En plena mitad del invierno del 2001, las calles se llenaron de hielo y nieve. Los termómetros bajaron hasta niveles que yo no podía soportar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.