TRANQUILIZANTE Y PROCURA QUE DEJEN DE TEMBLARTE LAS MANOS, ASÍ TODO ES MÁS FÁCIL DE EMPALMAR
—¿Por qué estás mirándome? —Le pregunté a Lusian, adormilada.
Cuando desperté con la capacidad para apenas abrir un ojo, lo descubrí observándome con cara de bobo.
La cálida oscuridad que nos envolvía, me sugirió que era de madrugada y apenas una tenue luz de una lámpara de noche lograba iluminar su rostro, dejándome admirar una sonrisa plantada en su boca y sus ojos estudiándome como si estuviera intentando descifrarme con admiración.
Estaba acostado sobre su estómago, con los brazos flexionados bajo la almohada, siendo un espejo de mi posición.
—Me aseguro de que esta vez no huyas de mí —respondió, sacando un brazo y retiró dulcemente un mechón de cabello que cubría parte de mi rostro.
Pensé entonces en la enredadera que debía ser mi cabello y eso me gustó, porque junto con el dolor de mis piernas, me recordó la exquisita forma que tuvimos de hacer el amor, como cinco veces seguidas, hasta que yo no aguanté más y me rendí.
—Dime si tengo cara de querer huir, para cambiarla. No hay otro lugar en el que querría estar — le aseguré.
Eso pareció gustarle mucho, porque acunó mi mejilla en la grande palma de su mano y se acercó con ávidamente para besarme.
Me hice hacía atrás, asombrada cuando sus destellaron fugazmente, como dos esferas llenas de luz, como si tuviese incrustados un par de focos de luz Led.
—Por Gustavo Doré, golfo. Tus ojos brillaron —dije incrédula, tomando su rostro entre ambas manos y lo estudié, asegurándome de no estar teniendo una alucinación post orgásmica.
—No estoy seguro que me siga gustando que me digas golfo —se quejó, frunciendo su ceño con fastidio.
—Llevo años llamándote así, deja que me acostumbre... pero te perdiste la parte en que dije que tus ojos estaban brillando —lo reprendí, sentándome sobre mis rodillas, sin soltar su varonil cara.
—¿De amor o de lujuria? Porque estoy sintiendo ambas en este momento —informó sin cortarse un pelo.
Me tomó hábilmente de las caderas, girándose sobre su espalda e intentó acomodarme sobre él, pero no lo dejé.
Que me mataran si no tenía ganas de estar sentada sobre su cadera, pero lo que había visto necesitaba toda mi atención.
Vicky se cruzó de brazos, enfurruñada, clavándome mil estacas con la mirada.
—No seas tonto... — lo tomé de la mano y tiré de él con fuerza, instándolo a ponerse de pie.
Cuando lo hizo, agradecí el lapso friolento que tuve después de nuestro quinto round salvaje, porque tuve la oportunidad de cubrirme con su camisa, que me llegaba por debajo del trasero y así, cuando me puse de pie, no mostré por completo mi desnudez.
No es que me sintiera insegura sobre mi cuerpo, siempre amé cada parte de él. Pero, veamos... ¿Con cuantas modelos debió haberse acostado Lusian? Yo no era una modelo y sí, quizá sentía un poco de aflicción de que en algún momento él me comparara.
Y por supuesto, cuando él se levantó de la cama, mirándome como si estuviera haciendo una vergonzosa escena, estaba completamente desnudo. Pero claro, él no temía mostrarse ante mí con su precioso traje de Adán, ya que su grande ego le impedía ver que hacía un frío de los mil demonios, a pesar de la época del año en la que estábamos.
Intentando no mirar en dirección a su gran atributo frontal, lo guié hasta el espejo de cuerpo completo que estaba frente a mi cama y lo obligué a mirarse.
—¿Los ves? —dije, colocándome a su lado izquierdo.
Esperaba que aquel destello no hubiese sido sólo un espejismo, o en su defecto, que ocurriera como en algunas películas de vampiros, donde ellos no poseían un reflejo al que aferrase, de una vida humana pasada.
Hubo algo en mi interior que se movió como un pequeño interruptor. Me sentí totalmente dichosa al estar enamorada de alguien como Lusian Bennett, dejando a un lado su libertinaje.
Mi pecho se apreció cálido, como si una fogata se hubiese encendido en el interior. Mi corazón se sintió más grande. Cada poro en mi piel lo absorbió, tanto visualmente, como emocionalmente. A pesar de haber aceptado amarlo y dejarlo entrar por completo en vida, no me había dado la oportunidad de saborear el sentimiento, hasta ese momento.
Lusian, que pareció haber perdido cualquier capacidad de habla, se acercó unos pasos más al espejo, y no sólo observó sus ojos. Su mirada recorrió su silueta, de pies a cabeza, paralizado.
A mí me pareció hermoso y sublime ver esa luz en sus ojos, pero no podía averiguar si Lu lo estaba tomando de la misma manera.
—¿Qué ocurre? —Pregunté expectante, sujetándome de su brazo.
Su mirada se desvió en mi dirección, a través del espejo.
—¿Recuerdas que en alguna ocasión hablamos sobre mi aura? —Preguntó.
—Por supuesto— contesté—. Dijiste que era blanca y negra o algo así.
—Qué creativa —abrió los ojos de más y volvió su atención al espejo —. Estoy seguro de no ver ni un punto negro.
Sorprendida me fijé en el espejo, deseando poder mirar lo que apreciaban sus ojos. Seguramente hubiese sido maravilloso ver aquello, aunque no había comprensión alguna del porque estaría sucediendo.
—¿Eso es bueno o malo? —Inquirí insegura.
—No lo sé... nunca la vi cambiar, al menos no de este modo. Cuando te marchaste a Italia... —Guardó silencio y se giró, dejándonos frente a frente —. Todo cambió —continuó, clavando con intensidad su mirada en la mía, en medio de la suave oscuridad. Vi sufrimiento en sus pupilas—. Me sentí completamente perdido... y entonces mi alma se trastornó, convirtiéndose en un abismo que me consumía cada día. El brillo en ella desapareció, dejando sólo negrura... Apenas podía percibir una pequeña flama, como de una vela, en el centro de mi pecho, todo lo demás era oscuro... fui un agujero negro en tu ausencia.
Escuchar aquello y el modo en que sus palabras fuero confesadas, me hizo un hueco grande en los pulmones y en la boca del estómago. Sufrí esos años con él, en un par de segundos.