Cuando despierto todo dentro de mí se siente muy feliz, anoche fue uno de los momentos más felices de mi vida, Elián me pidió ser su novia de una forma muy romántica y diferente.
Parece que mi mamá tenía mucha razón en todo lo que me dijo, a veces hay que arriesgarse para ganar, para intentar cosas nuevas que con miedo e inseguridad, seguramente no lo haríamos. De eso se trata la vida ¿no?
Es sábado por la mañana, salí a comprar algo de fruta y pan para desayunar, ahora me encuentro en la cocina preparando todo, no obstante, cuando veo bajar a mi madre de las escaleras, siento una punzada de culpa al no decirle que el chico que me gusta, en un abrir y cerrar de ojos, es ahora mi novio.
Se lo tengo que decir ahora, es el momento.
—Buenos días hija, me ganó el sueño, perdón—. Se disculpa y me da un beso en la mejilla.
—¡Buenos días ma'! —respondo enérgica— ¿Cómo te sientes?
—De maravilla —responde con la misma energía que yo.
—Siéntate, preparé el desayuno.
Coloco la charola de frutas en el centro de la mesa y pongo el pan en una pequeña canastilla. Caliento un poco de agua en la estufa para café.
—¿Y por qué estás tan feliz? —ella le da una mordida a una pieza de pan.
—Estoy como siempre —sonrío.
A pesar de que intento ocultar mi emoción, simplemente no puedo hacerlo, cuando me enamoro la intensidad rebasa mis límites.
—¿Segura? —insiste con una mirada maliciosa.
Le prometí ser más honesta con ella y aunque no le he contado lo de papá, tengo que decirle lo mío con Elián.
—En realidad tengo algo que decirte —hago una pequeña pausa para jalar aire—. Estoy saliendo con Elián —suelto sin más.
—¿¡Con el doctor!? —abre su boca y salta de la silla extasiada—. ¡Te lo dijeeeee!
—Sí, con él —río avergonzada—. Ya basta mamá —me tapo la cara con las manos.
—¡Yo sabía!, ¡Yo sabía! —grita entusiasmada—. Entonces ¿le dijiste lo que sentías?
—Sí mamá, seguí tu consejo —manifiesto y ella suspira.
—No sabes cuánta felicidad me da, mereces ser feliz —me abraza inesperadamente y hago lo mismo—. Se ve que es un buen muchacho, si tú estás feliz, yo estaré más que tranquila y satisfecha.
—Gracias ma', te quiero.
Después de haberle contado toda la pequeña, pero motivadora historia de cómo fue que decidí dar el primer paso, mi madre contuvo las lágrimas, sin embargo, ya no pudo hacerlo más cuando le dije que me pidió ser su novia en el lugar donde nos conocimos. Para ella fue algo verdaderamente maravilloso.
Después de desayunar, me alisto para ir a trabajar, pero un mensaje de Elián hace que le llame al instante.
Elián: Cita hoy en la pista de patinaje de la plaza central de Puebla, 6 p.m.
Al tercer tono, contesta.
—Hola cariño —responde con esa voz tan atractiva—. No me digas nada, sé lo que vas a decir, hoy no puedes salir porque tienes que ir a la librería.
—Pues sí, ¿no? olvidas que ahora trabajo para tí —digo divertida—. Señor director.
—Salgamos hoy, mis pacientes cancelaron sus citas… por favor —suplica—. Le pedí a Diana que cubriera tu lugar solo por hoy.
—Mm… —pienso—. De acuerdo, te veo en la plaza —respondo antes de cambiar de parecer.
—Bien, gracias cariño, te veo allí.
Cuelgo y procedo a cambiarme el uniforme por ropa casual. Será una tarde muy divertida.
—Creo que olvidé cómo se patina —me agarro torpemente del perímetro de la pista de hielo.
Nos encontramos ya en la plaza.
Cuando era niña mis papás me llevaban a clases de patinaje artístico sobre hielo, sin embargo, las dejé cuando comenzaron los problemas económicos.
—¿Estás bien? —Elián ríe al ver cómo me tambaleo—. Ven, sujétate de mí.
Lo obedezco y como puedo camino hasta donde está él, me extiende su mano y entrelazo sus dedos con los míos. Ambos seguimos sobre la pista patinando lento.
Como es sábado por la tarde, la gente está concentrada principalmente en los establecimientos de ropa, comida y videojuegos. En la pista solo hay unas cuantas personas, que de hecho, la mayoría de ellas son niños y adolescentes aprendiendo a patinar con ayuda de unas andaderas.
—¿Así que te cancelaron las citas a última hora? —pregunto para dejar de verme tan patética.
—Sí, suele pasar a menudo, pero en lugar de molestarme creo que es un alivio para mí, más ahora que estamos con el proyecto de la editorial.
—¿Editorial? —inquiero sorprendida.
—Sí, mi padre piensa abrir muy pronto un sello editorial para la publicación de obras inéditas.
—¡No inventes! —grito y le doy una palmada— ¡Qué emoción!
Me agarró de su brazo para no resbalar bruscamente.
—Estamos teniendo varias juntas y todo parece marchar muy bien.