Siempre se trató de mí

CAPÍTULO 30

Una llamada de Elián después de casi dos semanas de habernos distanciado, bastó para sentirme viva de nueva cuenta y es que, no habíamos hablado desde esa tarde que me fui de su consultorio y lo oí decir que me amaba; me pregunto si sabrá que lo alcancé a escuchar perfectamente.

Tenía unas ganas inmensas de regresar y decirle que yo también lo amaba, pero la verdad es que en serio necesitaba despejar mi mente. No me molestaba el hecho de que hubiera tenido una relación con Monse porque como dice Selena Gómez, "el corazón quiere lo que quiere", sino que, más bien sentía un poco de miedo porque no quería que me lastimara de la misma forma.

Elián me dijo que no podíamos dejar las cosas así, que teníamos que hablar, así que acepté porque quería estar bien con él.

En estos meses que llevamos saliendo me he acostumbrado a su cálida y amorosa compañía, a veces la gente suele confundir la dependencia con el hecho de gozar la compañía uno del otro sin llegar a un extremo de una necesidad tóxica. La simple presencia de una persona puede mejorar tus días.

Me pongo un overol, me amarro mis tenis y tomo mi abrigo. Salgo hacia la calle y diviso hacia ambos lados, mis ojos se abren como platos al ver a mi madre con bolsas de supermercado en mano platicando por la ventanilla del coche de Elián que está justo en la esquina, él sale y de inmediato le ayuda a cargar las bolsas. No puede ser.

Me doy la vuelta adentrándome rápidamente a la casa y cierro la puerta por detrás de mí. «Ellos vienen hacia acá… ¿y ahora?»

Eso me recuerda que aún no le he presentado formalmente a Elián como mi novio. La cerradura suena y subo deprisa las escaleras, quedándome en el barandal justo enfrente de la puerta de mi habitación.

—¿Dónde las pongo? —Elián le pregunta a mi madre que cierra la puerta.

—En la cocina por favor.

Elián camina un poco más y deja las bolsas en la mesa del comedor, mi mamá lo sigue detrás.

—Muchas gracias —dice ella—. ¿Pasabas por aquí o vienes a ver a Alba?

—De hecho la vine a recoger, ¿sigue en casa o salió?

—Se supone está aquí, se quedó haciendo tarea. ¡Alba! —me grita.

—¿Sí? —digo en voz baja.

—Ven, Elián te está esperando.

Bajo los escalones un tanto ansiosa y al verlo mi respiración se empieza a agitar. Cuando ladea la cabeza, me observa esbozando una gran sonrisa. Lleva puesto un atuendo formal, una camisa azul cielo un poco ajustada y unos pantalones negros.

«¡Dios! ¿Por qué tiene que ser sumamente atractivo?» 

«¿Se vistió así para la ocasión o será que viene de una junta de trabajo?»

—Hola —dice metiendo sus manos a las bolsas de su pantalón.

—Ho… la —me trabo—. ¿Me permites un segundo? Ahora vuelvo.

No puedo ir vestida así. Doy media vuelta sin decir nada más, subo rápidamente a mi habitación, estando allí me quito como puedo el overol y saco de mi clóset el vestido lila que me regaló mi abuela Sol. 

Es de manga de tres cuartos que me llega arriba de las rodillas, me dejo los tenis y suspiro frente al espejo. No me veo nada mal.

«Bien, aquí vamos.»

Oigo que están platicando, así que bajo con lentitud, pero cuando mi madre se percata de mi presencia suelta un alarido.

—¡Oh! ¡Qué bonita! —grita y junta sus dos manos.

Elián se asoma deprisa bebiendo un vaso de agua, pero al verme se atraganta y empieza a toser.

Su expresión hace que me asuste, pero al recordar que me pasó exactamente lo mismo, me río sin querer. Mi mamá le da unos golpecitos en la espalda y al cabo de unos segundos, se logra calmar.

No dice nada, pero su mirada lo dice todo, aprieta sus labios y da unos pasos hacia mí. Él extiende sus brazos, estiro mis manos tocándolo, me abraza con fuerza levantándome de las caderas y me da vueltas. Ambos nos reímos con euforia olvidándonos por un instante el hecho de que mi madre estuviera allí.

Creo que eso pasa cuando estás enamorado, sencillamente te pierdes en el momento, sientes que el tiempo se detiene a tu alrededor y nada más importa. 

Él me baja con delicadeza y se aclara la garganta.

—¿Estás bien? —le pregunto tratando de acomodar su camisa.

—Sí… —exhala y toma mi mano—. Solo quiero que sepas una cosa —su sonrisa se desvanece poniéndose serio y mi corazón se detiene un momento—. Aunque no hemos aclarado bien las cosas, que por cierto, lo tenemos que hacer —me mira besando mi mano y me sonrojo—. Aquí delante de tu mamá, quiero decirte que… te amo de la forma más pura y noble en que se puede amar a una persona, nunca me había sentido así, es diferente y nuevo, pero se siente maravillosamente bien. 

Sus palabras me dejan atónita. 

«¿Esto es real?, ¿O de nuevo estoy imaginando cosas ficticias otra vez?» 

—¡Ay no! Ustedes me hacen creer en el amor otra vez —exclama mi madre y enseguida también gime. Corre hacia la cocina y se oye que se suena la nariz.

—Es la verdad más honesta que he dicho en toda mi vida —Elián se encoge de hombros.




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