Había una vez un joven diablo llamado Luzfel, que se encontraba en lo alto de un abismo infernal, sumido en la tristeza y la melancolía. Su rostro oscuro, sus ojos llenos de dolor y odio, reflejaban los recuerdos de un pasado lleno de miseria. Luzfel recordaba los días cuando había sido arcángel, lleno de luz y esperanza. Pero la oscuridad se apoderó de su corazón y razón. Mientras el viento soplaba frío a su alrededor, Luzfel despertó el recuerdo de aquel día donde todo comenzó...
Un día soleado en el corazón del cielo resplandecía Luzfel, un arcángel de belleza inigualable. Sus alas de marfil brillaban con la luz divina, y su voz era como el cántico de los querubines. El joven arcángel, era el más joven de los tres arcángeles principales (Mizasel, Raphael y Sariel), ese día tendría su primera misión que le fue confiada por su hermano mayor, Mizasel.
— ¡¡Luzfel!!... Ven aquí ahora mismo - ordenó Mizasel a un joven arcángel que corría con gran agilidad por los pasillos de la casa de entrenamiento —. Padre y yo hemos decidido enviarte a una misión y...
— ¿Misión? — preguntó incrédulo, deteniendo su paso — ¿Por qué no empezaste por ahí?... Al fin podré salir del paraíso, creo que ya era hora, ahora que tengo quince años podré cumplir con cualquier misión que padre me encomiende... ¡Esto será fantástico! ¿Cuándo empiezo? Espera, debo ponerme algo adecuado para la...
— ¡¿Luzfel, podrías escucharme?! — habló Mizasel interrumpiendo a su hermano pequeño y continuó —. Tu misión consiste en ir al huerto del Edén junto con tus compañeros, lo que deb...
— ¡¿Al huerto?! — exclamó Luzfel con cierta decepción —.Sin ofender, pero no es un lugar interesante al cual un arcángel como yo deba ir en su primera misión, además allá solo encontraré animales y a esas dos pequeñas cosas raras que andan desnudos, ¿Por qué padre los...?
— ¡¡¡Luzfel!!! — gritó Mizasel — ¿Puedes dejar de interrumpir y escucharme? Irás a ese lugar, nuestro padre me informó que con la reciente creación y para tu información no son "pequeñas cosas raras" son humanos, como decía con la reciente creación de los humanos, al parecer aparecieron seres malignos de los cuales desconocemos su procedencia, por lo que tu misión es ir a investigar cualquier rastro de maldad que pueda amenazar la paz y armonía que reina en aquel lugar sagrado... ¿Entendido?
— Sí, hermano mayor — respondió Luzfel ahora con un poco más de seriedad, comprendía perfectamente que aquella misión no se trataba de cualquier juego.
— Escúchame Luzfel, escúchame muy bien... que no se te ocurra estar haciendo cualquier locura que pueda perjudicar a tus compañeros, manténganse ocultos. Dejo esto en tus manos, y hermanito... suerte — sonrió Mizasel y se alejó por los inmensos pasillos a la salida.
— «¿Qué tan peligrosos podrían ser estos seres?» pensó Luzfel con cierta curiosidad, «Iré a informarles al resto»
Luzfel y sus compañeros se reunieron en la entrada del huerto, para luego adentrarse en aquel paraíso en busca de cualquier rastro de maldad, tal como dijo Mizasel. Los jardines del Edén era un lugar de belleza indescriptible, donde los árboles frutales se alzaban majestuosos y las flores desprendían un aroma embriagador. El canto de los pájaros llenaba el aire, y el sonido del agua que fluía por los ríos creaba una melodía celestial. Sin embargo, Luzfel sabía que incluso en aquel paraíso, la maldad podía esconderse en los rincones más inesperados.
— ¿Estás seguro de que veremos algo desde aquí? Sería mejor que nos dividamos en grupos — sugirió uno de ellos cuando llegaron a un lugar donde los arbustos y pastos se alzaban altos, en donde se mantenían ocultos.
— Estoy de acuerdo con Yekun, es mejor sep...
— ¿Por qué no mejor volamos? Así podríamos escudriñar mejor cada rincón del huerto — sugirió otro.
— No podemos Azazyel, nuestra misión es investigar ocultos y con sigilo, no llamar la atención, esa fue la orden de Mizasel — respondió Luzfel.
— ¡¡Ay!! No me pises las alas, Samyaza, mantente alejado de mí — se quejó Leviathan.
— Lo siento, no me fijé en tus hermosas alas — respondió con sarcasmo Samyaza —. No soporto que seas intocable.
— Y tú eres insoportable, no pareces un arcángel...
— Basta, chicos... ¿Qué clase de arcángel son? — interrumpió Luzfel a los dos arcángeles que no paraban de riñar, aunque este tipo de riñas eran frecuentes —. Yekun irás con Leviathan, Kasyade con Gadreel, y Samyaza con Kesabel. Azazyel y yo investigaremos por estos lares — ordenó Luzfel.
— Regresen a este lugar antes del atardecer y por nada del mundo se dejen ver por los humanos — advirtió Azazyel.
— No salgan corriendo al ver a esas "criaturas misteriosas" — sonrió Samyaza antes de partir.
— El único que va a salir corriendo de aquí eres tú — respondió Leviathan.
— No te lo decía a ti... — así los arcángeles partieron por los caminos que se les indicaron.
— Este lugar es realmente increíble, podría quedarme aquí para siempre. — dijo Azazyel con anhelo una vez que se quedaron solos.
— Yo prefiero estar junto con las estrellas, las palabras sobran para poder describirlas. — respondió Luzfel por su parte.
— ¿Crees que encontremos algo aquí? Para ser honesto se siente un poco extraño que nos hayan mandado a nosotros... Pero no me mires con esa cara, Luzfel — exclamó Azazyel al ver el ceño fruncido de Luzfel —. Nosotros somos fuertes porque entrenamos para eso, pero estos seres malignos de los que hablas no sabemos que tan peligrosos podrían ser y tampoco se sabe quienes los crearon o de dónde salieron.
— Mizasel dijo que se desconoce su procedencia, en cualquier caso, nosotros no corremos peligro y aunque así lo fuera, estoy seguro de que nuestro padre nos está observando al igual que a los humanos — terminó por decir Luzfel con mucha confianza, sin imaginar lo que les deparaba el destino.
— Luzfel... Algo se movió entre medio de los arbustos de allí — susurró Azazyel señalando a un rincón pequeño donde las plantas parecían marchitas.