Hani estaba desorientada cuando despertó del desmayo, sintiendo un leve dolor de cabeza. Se incorporó lentamente, sintió una pequeña tensión en el cuerpo al percatarse de que alguien más se encontraba junto a ella. Cerró sus ojos al observar a un Diablo sentado dandole la espalda, tenía que ser una broma, busco la manera de huir de aquel lugar, pero antes de pudiera hacer algo la voz del Diablo la detuvo.
— Tardaste mucho en despertar — aquella voz pertenecía al Diablo de ojos azules —. No me sorprende que quieras huir, y te dejaría marchar si no fuera porque aún estás muy débil. No podrías ni transformarte.
— Gracias por cuidar de mí y alejarme de la ciudad.
— No lo hice por tí, solo ayudo a mi hermano. Si tienes que agradecer a alguien es a él, aunque sea un Diablo es el único que siente afecto por los humanos y ángeles — esta vez el Diablo se giró dejando al descubierto su verdadero rostro —. Sin embargo como todo Diablo se niega a aceptarlo — su respuesta sorprendió a Hani —. Si fuera por mí ya hubiera acabado contigo — aquella confesión asustó al ángel.
— Agradezco que no lo hayas hecho — sus palabras mantenían un tono amable.
— No sería justo para tí morir sin poder defenderte, y muy vergonzoso para mí aprovecharme de alguien indefenso — desvío su mirada.
— No sabía que aún quedaba bondad en ustedes — habló Hani.
— ¿Bondad? No te confundas ángel, solo Samyaza mantiene su bondad, el resto no. Veo que ya te recuperaste por completo, es mejor que me marche antes de que pase algo. Tú sola presencia me molesta — soltó fastidiado para luego desaparecer.
— Ojalá fueras como Samyaza, creo que lo juzgue mal solo porque es un Diablo, en fin y al cabo nadie sabe los sentimientos que guarda cada ser en su corazón — Hani se quedó un tiempo más en aquel lugar.
Al día siguiente Luzfel y Azusiel se encontraron como de costumbre en el mundo mortal. Sus encuentros eran muy cortos.
— Hola, muñeca — habló Luzfel.
— Hola, Logan... Hace frío en este lugar, ¿No?
— sí, y lo que no entiendo es por qué llevas solo un vestido ni siquiera te pusiste un abrigo como la gente normal.
— E–Es porque... — no supo que decir, no lo había tomado en cuenta al momento de salir del paraíso.
— Ten mi abrigo — ofreció Luzfel.
— N–No hace falta, te puedes resfriar — sería imposible que un Diablo cogiera un resfriado, ¿No? ¿O sería posible?
— No me importa, debes abrigarte porque la que va coger un resfriado eres tú, muñeca — coloco el abrigo con cuidado sobre el ángel. Azusiel lo considero un gesto tan tierno.
— ¿Te parece si vamos por un café? — ofreció el Diablo.
— ¿Café? ¿Qué es eso? Nunca he probado un café — sintió que el Diablo la iba a descubrir, pero a esas alturas le daba igual.
— Mientes. El café caliente es uno de los mejores aliados para combatir las bajas temperaturas de ésta época, transmitiendo calor al cuerpo — comentó el Diablo. No se sorprendió al notar que la joven no conocía el café, puesto que ya estaba más que convencido que era un ángel guardián.
— ¿En serio? Entonces si quiero un café — sonrió ampliamente.
— Conozco una cafetería que está cerca de aquí.
Caminaron unas cuantas cuadras hasta llegar a una pequeña cafetería se veía acogedora. Al entrar, Azusiel percibió un aroma tentador, supuso que podría ser el café que desprendía aquel aroma. El diseño de aquel lugar combinaba elementos modernos con un toque rústico, creando así una atmósfera cálida y relajante. Las paredes estaban decoradas con fotografías en blanco y negro, y estantes de madera que exhibían una variedad de tazas y teteras vintage. La iluminación era suave y los muebles se veian cómodos que invitaban a los clientes a quedarse y disfrutar de su experiencia.
Azusiel y Luzfel se sentaron en una mesa que estaba cerca a la ventana.
— Bienvenidos a El café de siempre — los saludó una muchacha — Aquí tienen la carta — sus ojos se iluminaron al ver el rostro hermoso del Diablo
— Nos traes dos cafés, y para ella una tarta de chocolate — pidió sin despegar su vista del ángel.
— ¿Una tarta? — preguntó el ángel — ¿Qué es eso? — al Diablo le pareció lindo su inocencia. «Qué tonta», pensó la muchacha, «¿Qué hace un hombre tan apuesto con una tonta como ella?»
— Es una sorpresa — sonrió el Diablo y Azusiel asintió. Por primera vez, aquella sonrisa se mostraba sincero y cálido, aquellos ojos que antes no mostraban ni una pizca de emoción ahora mantenían un brillo tan hermoso. Para el ángel eso era algo misterioso y hermoso de admirar, sin duda el diablo tenía una hermosa sonrisa.
Después de unos minutos la muchacha volvió con los pedidos.
— ¿Desea ordenar algo más? — su tono de voz era coqueta, ignoro al ángel por completo cuando está quiso preguntar algo lo cual enfado al Diablo y peor aún la manera brusca de como le quitó la carta.
— Eso es todo — su mirada y su voz se torno a uno más frío que daba miedo. La muchacha se retiró asustada.
— Es muy agradable este lugar — comentó el ángel —. Gracias por traerme — trato de tranquilizar al Diablo que aún seguía enfadado.
— Creo que debemos irnos — eso tomo por sorpresa al ángel.
— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Ya no quieres tomar el café conmigo? — mostró una mirada triste, el Diablo odiaba verla así.
— No me malinterpretes, es solo que, no soporto...
— Si lo dices por la actitud de la muchacha, a mí no me importa. No necesitamos odiar o despreciar a alguien para sentirnos superiores. Tal vez ella esté pasando por un momento difícil.
— ¿Qué? — se sorprendió el Diablo «¡Demonios!, ¿Acaso la está justificando? No hay duda de que eres un ángel.
— Quedémonos y disfrutemos del café — ella sonrió.
— De acuerdo. Pediremos otro café, estos ya se enfriaron.
— Muy bien... ¿Para que es esto? — mostró un pequeño sobrecito — explicó.
— Es azúcar para el café, eso le quita lo amargo.