Siempre Unidos

Parte 2

El coronel apenas supo que la jovencita estaba libre volvió a mandarle misivas, que la muchacha, esta vez sin compromiso respondió con toda la inocente de su corazón, pensando que su familia aceptaría a este enamorado, hasta el punto que se pusieron de acuerdo para la petición de mano, pero las cosas no salieron como pensaban.

— Lo siento Sr. Gorkum, usted no está a nuestro nivel, y si eso no fuera suficiente, es protestante, no quiero ser mal anfitrión, pero no deseo que vuelva a acercar a esta casa o a mi hija, pronto conseguiré un hombre a su altura.

— Padre — dijo sollozando Josephine, pálida, pero dispuesta a luchar por su amado — lo amo, ¿Por qué no puede aceptarlo? Quiero que sea mi esposo.

— Yo digo quien debe ser su marido, no usted. Estoy seguro que ese amor terminará cuando tenga que lavar trastos, y cocinar, además quien renunciará a sus creencias ¿Usted? ¿Él? Qué clase de persona serían si reniega de lo más sagrado para una persona. Si insiste en esta locura la mandare a un convento. Señor, por favor, retírese.

 A la joven la mantuvieron vigilada por varias semanas, por suerte no descubrieron su método de comunicación, a través de la sirvienta, así que el varón le sugirió que una fuga era su única solución, pero ella no quería irse sin estar casados, entonces se les ocurrió la solución perfecta.

Ella conversó su situación en secreto de confesión con el párroco de su iglesia.

— Eso no está bien, él es protestante, y si no quiere cambiar de religión, no podré unirlos.

— Entiendo padre, entonces deberemos casarnos por la religión de él, el líder de su comunidad está de acuerdo en unirnos, aunque yo sea católica.

— Hummmm.... lo haré, no quiero que viva en pecado con ese hombre porque nosotros no reconocemos esas uniones.

Por su parte Jacob habló con el líder de su comunidad religiosa.

— Lo siento, pero si ella no renuncia a sus creencias no podré casarlos.

— Entiendo, tendremos que hacerlo por su iglesia, su párroco está de acuerdo en unirnos, sin obligarme a cambiar mis creencias.

— Los uniré, no quiero que viva en pecado y con peligro de su alma, ya que esa ceremonia no es válida para nosotros.

El día elegido, la dama de compañía de la jovencita fue a hacer un encargo a la madre de Josephine, apenas se fue hicieron una boda muy íntima, cuando la señora volvió la muchacha no estaba. Alguna de las que estaban en el lugar le dijeron que se fue con un hombre, por la descripción supo quién era, corrió a la casa a contar lo que había pasado, mientras en un templo, la pareja se estaban uniendo en otra ceremonia. Cuando terminaron y estaban recibiendo las felicitaciones de los pocos amigos que los acompañaron en esta actividad, ya que la familia del coronel tampoco estaba de acuerdo con la unión, llegó el padre de Josephine.

— Suelte a mi hija, es un maldito — miró con furia a la novia — la enviaré a un convento.

— Lo siento padre, pero ahora él es mi esposo, es quien manda sobre mí.

— No reconozco está unión, no es de nuestra religión.

— Mire padre — ella le pasó la acta de matrimonio de su parroquia.

— Pero... — el caballero no salía de su asombro.

— Estamos unidos ante ambas religiones, no puede separarnos.

— Ya no es mi hija — dio media vuelta y se fue sin decir nada más.

— Padre... — ella pensó que reaccionaría de mejor forma.

— El tiempo lo ayudará a aceptar esto — el novio trato de animarla.

Pero las cosas no fueron como ambos querían, incluso al nacer su tercer hijo, sus familiares no fueron a verlos, eran una pareja de parias entre los suyos, solos algunos amigos seguían visitándolos. Incluso el nacimiento de sus hijos tuvo que ser en su casa, porque hasta en los hospitales tenían que elegir entre católicos y protestantes, a pesar de todo eso, ambos seguían amándose como el primer día, ella y él eran felices, y no querían separarse por nada.

Con los años tuvieron más problemas que arreglar, por ejemplo la escuela, decidieron que los varones irían a la protestante, y la niña a la católica. Los niños eran discriminados en el colegio, muchas veces llegaban llorando correteados por sus compañeros, porque sus padres eran de diferente religión.

Pasaron décadas, sus pequeños se convirtieron en adultos e hicieron sus vidas, con la libertad de seguir la religión que quisieran, ya cuando el coronel tenía 71 años cayó enfermó, el médico le dio solo unos meses de vida.

— Pero si usted muere no podré enterrarlo en el cementerio católico, y cuando yo muera... — pensaban en voz alta Josephine, angustiada.

— No nos separaron en vida, sé que en muerte tampoco pasará, debemos pensar algo, ya lo hicimos una vez ¿Se acuerda? — rió hasta que lo atacó un absceso de tos.

Unos meses después el coronel falleció, y luego de las ceremonias que marcaba su religión, fue enterrado, según su deseo, en un lugar específico del cementerio protestante, en el año 1880.

Tres años después, la familia de Josephine por fin se acercó a ella. La vida de la viuda era muy monótona, de su casa a la Iglesia donde todos los días rezaba por su amado esposo, y a veces iba visitar a sus padres y hermanos. Diez años más tarde, ella también cayó enferma, sabía que se acercaba su muerte, cuando su familia supo su hermano mayor fue a verla para hacer los arreglos para su entierro, ella lo agradeció, pero no quería que la enterrarán en el mausoleo familiar.

— Pero hermana ¿Por qué no quiere quedar con nuestros antepasados? No importa lo de su matrimonio ¿O quiere quedar en una fosa común?

— No sé preocupe, ahora tengo mi propia familia — le sonrió a su hijo mayor que estaba con ella en ese momento — mis niños saben que deben hacer, me comprarán un terreno para mi sepultura, como y donde necesito. Agradezco su ofrecimiento hermano, pero sé lo que hago.

El hombre aunque molesto, no siguió oponiéndose a la decisión de la moribunda.



#18682 en Otros

En el texto hay: amor, odio, discriminacion

Editado: 09.12.2020

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