Siete encuentros para entender

Capítulo 11.

“¡Está loca esta bruja! Yo no permito a nadie conducir mis coches.” – pensó Lex, pero no sé porque la preguntó:

– ¿Tienes licencia para conducir?

– Incluso para volar! – sonrió ella.

Había algo en ella que hizo que Lex hiciera lo que nunca hizo, perdió el control de la situación. Incluso dándose cuenta de esto, le tiró las llaves del auto. Parece, que esta bruja realmente tenía un poder sobrenatural.

– ¡Arranca! – dijo él y se dirigió hacia el asiento del pasajero.

– ¡Este es un gesto digno de un rey! – exclamó alegremente la bruja, agarrando las llaves sobre la marcha. – ¿Espero que tengas seguro?

La bruja con una sonrisa de satisfacción se quitó la capa y a la vista de todos apareció su bonito y seductor cuerpo.

– ¡Guau! – se escuchó un jadeo de los chicos a sus espaldas.

Bien, guau, no era la palabra exacta. Piernas largas, pero no extremadamente delgadas con malditas medias con lazos rojos. Sus pechos ... Lex las había visto antes en ese escote provocativo, pero en combinación con una cintura delgada, apretada con el corsé, el efecto era aún más fuerte.

Honestamente Lex, no sabía, si su seguro seguía vigente, pero en ese momento era lo que menos le preocupaba. Lo que quería era sentir esas piernas con medias blancas sobre sus hombros. ¡Aquí está el poder de la lujuria! La razón y el cálculo frío están completamente ausentes, cuando se libera una cantidad increíble de endorfinas en la sangre. Son un grupo de compuestos químicos que nos dan una sensación de alegría y diversión, reducen el estrés y la ansiedad, regulan la presión arterial y mejoran la función cerebral, como dicen los científicos.

Pero en su caso, estas mismas endorfinas embotaban cualquier pensamiento racional, porque lo único en lo que podía pensar en ese momento era en lo que haría con ella cuando la apretara contra su cuerpo.

Ni siquiera pensó en adónde iban. Endor se describía en la Biblia como el lugar donde vivían las brujas, criaturas astutas y malvadas que atraían a los viajeros para aprovecharse de ellos. Y para ser honesto, Lex no se opuso en absoluto a que esta bruja se aprovechara al máximo de él. Incluso pintó imágenes de esta acción en su cerebro.

Ella se sentó en el coche, dejo la capa en el asiento de atrás, abrochó el cinturón de seguridad e, Ignorando la mirada de perplejidad del hombre sentado a su lado, presionó el acelerador.

– ¡Oye, tómatelo con calma, muñeca! – dijo advirtiéndola Lex, quien finalmente comenzó a sospechar que algo andaba mal y de inmediato se apresuró a abrocharse el cinturón. – Todavía quiero vivir.

– Vivirás, guapo. Quizás incluso feliz y contento hasta cien años. ¡Tu coche es un circo con pingüinos!” – prometió la bruja, acelerando de inmediato.

Por primera vez, agradeció los eternos atascos de Londres, que eran el único obstáculo, para que esta bruja loca no despegara. Ella gritaba, chillaba, maldecía a los conductores lentos. Y, sin embargo, con unos gemidos, casi voluptuosos, soltaba frases que hicieron crecer su entusiasmo.

– ¡Oh, sí, más rápido! – Ella jadeó. – De esta manera ... Ahora empuja ... ¡Eres perfecto, pequeño!

Ella estaba hablando con su auto. Pero, naturalmente, se lo tomó como algo personal, muy personal. Él quería pisar el freno, arrancarle la ropa y demostrar que él también podía hacerlo rápidamente. Y poderoso. Y fuerte. Y lentamente, si era necesario.

"Puedo empujar para que tú, mi bruja caliente, te mueras de placer, pidas más, me muerdas y me arañes ... ¡Cómo quiero que me arañes la espalda!" – gritó su deseo, y la mano misma alcanzó las medias blancas.

Subió más y más alto, sintió el borde de las medias y pasó el dedo por debajo de la banda de encaje, imaginando la siguiente acción, pero un fuerte golpe lo devolvió a la realidad, y luego un segundo golpe en el trasero puso su cerebro en su lugar.

– ¡Qué has hecho, tonta! – gritó Lex al darse cuenta de que la bruja había estrellado su auto.

– ¡Él tonto eres tú, encontraste tiempo para meterte debajo de mi falda! – ella gritó también y desabrochó su cinturón de seguridad.

– No sabes conducir, ¡no te pongas al volante de un coche que cuesta más que tú!

– ¡Cómo te atreves! – gruñó y levantó la mano para golpear.

Lex la interceptó, y quiso agarrar a la bruja por el cuello, pero en ese momento los conductores de los coches implicados en accidente se acercaron a ellos. Tuvo que salir del auto para lidiar con ellos, porque el auto era suyo y la puerta del lado del conductor no se levantaba debido al impacto. “Primero ellos y después enseñaré a esta bruja como se debe conducir,” – pensó Lex. Se disculpó como se esperaba con las víctimas, prometió pagar los daños y perjuicios y les entregó sus tarjetas de presentación.

Después, regresó a su auto, pero la bruja desapareció, como si no estuviera allí para nada, solo la capa y el gorro de pico agudo se quedaron en el asiento trasero.

"¡Esta maldita bruja, se escapó por la ventana! ¡Si la encuentro, la mataré!" – exclamó Lex a sí mismo.



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En el texto hay: amor y odio maltentendidos, confuciones

Editado: 26.09.2021

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