Codicia empezó a abrirse paso sobre la nube espesa que cubría su mente, no podía pensar con claridad, el dolor se filtraba en delgados hilos, se sentía ebrio, ¿Orgullo lo había hecho beber Ambrosía de nuevo? Oh, señor. Tenía ganas de vomitar, sentía como si toda la sangre se le estuviera acumulando en la cabeza y tenía un dolor de cabeza profundo, pulsante y muy insistente. Sus tobillos se sentían como si estuvieran intentando arrancarlos de él.
Abrió los ojos al fin, lo primero que vio Codicia lo confundió, techo de color blanco con Ira y Lujuria sentadas en él. ¿Cuándo habían aprendido a volar?
¡Señor! ¡Su cabeza dolía horrores y sentía ganas de reír! Esperen ya se estaba riendo. Genial, estaba ebrio. Se rio y con una sonrisa siguió viendo la estancia, ¿Cuándo habían remodelado la sala? Había unos monitores y camillas, utensilios de cirugía, sangre debajo de donde él se encontraba, esperen. ¿Estoy sangrando?
En ese momento se despertó del estupor de la droga, Ira y Lujuria no habían aprendido a volar, él estaba colgando del techo. Sus tobillos dolían como el infierno porque estaban aguantando todo su peso, otras cadenas se hundían en su piel, puntiagudos pedazos de metal sobresalían y perforaban su abdomen, sus brazos, piernas, cuello. ¿En qué momento lo habían dejado sólo en ropa interior?
Codicia, vamos reacciona. ¿Dónde estoy? ¿Qué es lo último que recuerdas?
Es más fácil decirlo que hacerlo, su cabeza y tobillos dolían, sus sentidos se sentían embotados por la ambrosía y el estar colgado lo estaba mareando, tenía ganas de vomitar y no pensaba vomitarse.
Concéntrate.
Recordó a Orgullo enojado, apenado y desesperado, con ese recuerdo las ansias de despedazar a Orgullo regresaron. Tenía ganas de agarrar su espada y abrir a Orgullo, sacar sus órganos y comerlos de cena
Bien, eso era algo. ¿Qué hizo Orgullo? Para molestarlo.
La imagen de Envidia llorando y luego golpeando a Orgullo apareció en su mente.
Bien, eso explicaba porque quería matar al imbécil. Había hecho llorar a Envidia, le había gritado que era inútil. Orgullo fue el cuarto en unirse, él nunca conoció a Envidia en su máxima expresión, ni siquiera yo lo hice.
Los recuerdos de mi muerte están borrosos, pero los cuerpos tirados del vendedor de esclavos y su pandilla estaban desperdigados por toda la habitación, desmembrados; Envidia tenía el rostro lleno de sangre, sus manos, su cabello, pareciera que se hubiera bañado en la sangre de ellos, la vista debería haber sido terrorífica de no ser que ella lo acunaba contra su pecho llorando, y con una sonrisa de alivio. El hecho que ella tan pequeña y adorable debería haber disipado todo amor que él guardaba hacia ella, pero sucedió lo contrario, ella había matado por él y de alguna manera lo había revivido. Él no iba a mentirse, había sentido la vida escaparse por sus labios, había muerto ese día y su vida se la debía a ella. Ella le dio vida y una razón para vivir a un esclavo sin utilidad.
Codicia, ¿Dónde está Envidia?
Codicia se sobresaltó y por fin sintió los últimos efectos de la droga y ambrosia desaparecer. En la habitación solo estaban Ira y Lujuria, parecían dormidas, lo más seguro es que siguieran drogadas, no había nadie más. El lugar se le hizo conocido, pero pensar todavía le dolía y sin los efectos de la ambrosía, sentía como el tendón se estaba estirando, no sabía cuánto tiempo había estado colgando, pero las tobilleras tenían cuchillas enterradas, entre más se movía más le cortaban.
Codicia impulsó su cabeza hacia arriba, necesitaba liberar sus tobillos, pero todo su torso estaba encadenado. Tal vez podía hacer algo con sus dientes. Arriba, arriba, solo era como hacer abdominales en la barra con sus tobillos siendo amputados por cuchillas. Gruñó cuando fracasó y cayó con todo su peso, clavándose más adentro las chuchillas.
—Lujuria, Ira –empezó a hablar, pero estaba seguro que ellas no podrían responder. La puerta se abrió y un delgado y pequeño chico rubio se adentró, o esa era su intención hasta que vio que Codicia estaba despierto, entonces dio un pequeño salto hacia atrás y salió corriendo por la puerta, cerrándola de un portazo.
No había que ser un genio para adivinar que iba avisarle al jefe que ya había despertado, no tuvo que esperar mucho, a los pocos minutos la puerta se volvió a abrir, pero esta vez entró un guerrero, tan alto como Orgullo o Pereza, cuerpo musculoso, andar seguro y peligroso, sus ojos como esmeraldas se quedaron fijos en mí y sonrió, sus dientes blancos en contraste con su piel morena. Sí, definitivamente era de la línea de los guardianes, se parecía a Lysandra, la única jefa de los guardianes que había sido capaz de matar a un demonio. Los genes eran una cosa interesante, nunca creí volver a ver Lysandra, aunque en versión masculina, la misma seguridad al caminar, la misma aura de poder.
—Hola, demonio de Codicia –saludo con una sonrisa cínica–. Mi nombre es Ashton Berzellus, es un gusto tenerte de invitado, espero disfrutes tu corta estancia.
Codicia se rio, este si era un sujeto interesante, no parecía cegado por el odio como los demás guardianes o sus ancestros, parecía curioso, pero eso era todo, claro si no contabas la malicia de sus ojos, no era alguien que pudiéramos tomar a la ligera; No parecía violento, pero se veía seguro de sus habilidades, su calma era más tenebrosa que la violencia de los anteriores jefes, este hombre parecía como si pensara cada paso. Por ahora debería investigar en qué situación se encontraba.