Siete Lunas

06.Muñeca Rusa

—¡Anda, que llavero tan bonito!—exclamó Darcy mientras observaba el llavero con forma de muñeca matrioska que había comprado Kenny

—¿Te gusta? A mí la verdad no me van mucho estas cosas—respondió Kenny, mostrando el objeto.

—Creo que son bonitas—dijo Darcy con una sonrisa infantil en su rostro.

—Puedes quedártelo—añadió Kenny, guardando el llavero en el bolsillo de Darcy—A cambio, dame otra cerveza—bromeó, guiñándole un ojo mientras le quitaba una bebida de la bolsa

Darcy rió—No sabía que eras tan borrachín Ken Ken—dijo mientras rodeaba con un brazo a su amigo de forma jovial y le revolvía los rizos negros.

—Estamos de vacaciones, déjame relajarme un poco—dijo tambaleándose ligeramente por el peso de su compañero.

—¡Eh pringaos, muevan el culo! ¡Quiero cenar!—gritó Sachi más adelante, sus manos en sus bolsillos parecían inquietas. Estaban temblando

—Ya vamos, ya vamos, no te alteres princesa—bromeó Darcy entre carcajadas y aceleraron su andar.

Llegaron al hotel justo a tiempo para la cena. El comedor, bañado por la cálida luz de las lámparas,  bullía con la conversación animada de los demás huéspedes. El aroma de la comida casera flotaba en el aire,  una mezcla irresistible de especias y hierbas aromáticas. Sachi, con el ceño aún ligeramente fruncido,  se sentó a la mesa, donde Kenny y Darcy lo esperaban con una sonrisa divertida. La cena transcurrió entre bromas y anécdotas, mientras los seis amigos disfrutaban de los platillos tradicionales y la compañía mutua, dejando atrás la tensión del encuentro con Asher.

Un poco más tarde

En cierto momento Riley se cruzó con Kenny en el pasillo que daba a las habitaciones. Con un gesto inquieto, una mano jugueteando en su nuca, se dirigió al chico.

—¿Tienes un encendedor que puedas prestarme? —preguntó con la voz tenue.

—No, Riley, ya sabes que no fumo —respondió Kenny con un suspiro—. ¿Cuándo vas a dejar esa porquería? No deberías fumar todas las noches.

Riley abrió la boca para replicar, pero se detuvo un momento, pensativa. —No soy tan aburrida como tú —se limitó a decir, apartando la mirada de los ojos marrones de Kenny.

—Lo que digas, Riley. No voy a discutir contigo otra vez por lo mismo —respondió Kenny, dándole la espalda. Comenzó a caminar con las manos hundidas en los bolsillos, ligeramente molesto—. Darcy tiene uno en su habitación, suele guardarlo en el bolsillo pequeño de su mochila —dijo antes de alejarse por el pasillo.

—Gracias —respondió Riley, observándolo alejarse antes de girarse hacia la puerta de la habitación de Darcy. La encontró entreabierta—¿Darcy, estás ahí?

El silencio fue la única respuesta. Riley empujó la puerta y entró.

—¿Qué...? —un jadeo escapó de sus labios al contemplar la escena. Sus ojos se abrieron de par en par, la expresión en su rostro una mezcla de sorpresa y confusión. La habitación de Darcy estaba repleta de muñecas rusas, de todos los tamaños y colores. Incluso sobre la cama, junto a la almohada,  descansaba el llavero con forma de matrioska que Kenny le había regalado.

—¡Riley, Sachi nos espera para ir al acantilado! —gritó Karen desde el pasillo—. ¿No vienes?

—¡Ya voy, un segundo! —respondió Riley mientras buscaba apresuradamente el encendedor en la mochila de Darcy. Allí estaba, tal como Kenny le había dicho.

Antes de salir, echó un último vistazo a la habitación. No quería juzgar los gustos de su amigo, pero le resultaba extraño. Sobre todo porque se trataba de la habitación de un hotel, un lugar temporal, no tenía sentido decorarlo para una estancia de apenas una semana.  Decidió ignorar sus cavilaciones y salió de la habitación para reunirse con los demás en la entrada.

 




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